Compartir:

Rosa Ynés Curiel Pichardo, más conocida como “Ochy”, es una activista dominicana, teórica del feminismo latinoamericano y caribeño, antropóloga social y cantautora. Además, es una de las cofundadoras del Grupo Latinoamericano de Estudios, Formación y Acción Feminista (GLEFAS). Nacida en República Dominicana, emigró a Bogotá, donde actualmente es profesora en la Universidad Nacional de Colombia.

Ochy se incorporó al activismo feminista en la década del 80 y, desde entonces, ha consolidado una destacada trayectoria como activista e intelectual dentro de movimientos vinculados al antirracismo y al feminismo descolonial. A lo largo de su vida, también ha explorado el arte alternativo, expresándose a través de su propia música.

Junto a Yuderkys Espinosa, escritora, investigadora y docente afrocaribeña, cofundó GLEFAS, una organización dedicada a educar y combatir las estructuras de opresión que entrelazan el racismo, el clasismo y el régimen heterosexual a nivel local, regional y global.

Entre sus publicaciones más destacadas se encuentra La Nación Heterosexual. Análisis del discurso jurídico y el régimen heterosexual desde la antropología de la dominación, uno de sus principales aportes teóricos, publicado en 2013. Este trabajo fue editado por En la Frontera (editorial del GLEFAS) y Brecha Lésbica, dos editoriales alternativas que promueven el pensamiento feminista crítico.

Su primera experiencia migratoria tuvo lugar a México, cuando tenía 30 años. En sus propias palabras, siempre se sintió “una privilegiada de poder hacerlo por opción, para vivir nuevas experiencias en diferentes países”, como Brasil y Argentina. En esencia, Ochy Curiel se describe como una mujer afrocaribeña y feminista descolonial. Desde esa identidad, ha forjado un camino activista que se entrelaza con su historia migrante, como nos comparte en esta entrevista exclusiva con Refugio Latinoamericano. En esta conversación, nos comparte los detalles de su trayectoria como activista y también sobre su experiencia migrante.

La intelectual y activista dominicana “Ochy” Curiel. Imagen: gentileza.

Migración y trayectoria

Empezamos con doble pregunta. ¿Cuándo y por qué decidiste cambiar de país? ¿Pensás volver a República Dominicana?

—Cambié de país porque quería vivir otras experiencias. Primero me fui a México, luego a Brasil y posteriormente a Argentina; hace ya 20 años que vivo en Colombia. Viajé sola y no tuve ningún problema con la documentación, aunque en todos los países en que he vivido he tenido que renovar visas, y eso implica mucho gasto. Siempre voy a República Dominicana a hacer trabajo político antirracista y a visitar a mi familia, pero por ahora no me he propuesto volver a vivir allí; sí debo admitir que lo que más extraño de República Dominicana es a mi familia.

¿Cómo ha sido tu experiencia de vida en Colombia y qué es lo que más valorás de vivir allí?

—Pues mi vida en Colombia es buena, tengo trabajo, tengo un techo y tengo una compañera con la que me llevo muy bien. Llegué a Colombia con 42 años, en 2005, y desde que llegué vivo en Bogotá; es un país muy interesante, con muchas producciones culturales, académicas y muchas luchas por parte de movimientos sociales. A pesar del conflicto armado interno, me gusta vivir aquí. Siempre me sentí acogida en Colombia.

Ahora sos profesora de la Universidad Nacional de Colombia, pero diste clases en un montón de universidades. ¿Hace muchos años que sos docente?

—Sí, soy docente de la Universidad Nacional de Colombia. Doy clases en estudios culturales, antropología y estudios feministas y de género. Soy docente en la universidad desde que llegué a Colombia, pero desde GLEFAS ya había facilitado procesos pedagógicos antes. También me recibí de doctora y magíster en Antropología Social por la misma universidad, y lo que me llevó a estudiar antropología fue que necesitaba herramientas para profundizar la investigación. Pensé que la antropología, con sus propuestas etnográficas, me ayudaría a esto. Y lo hice aquí, en Colombia, pues ya vivía aquí y no tenía ganas de volver a migrar.

El nacimiento de GLEFAS

¿Cómo definirías el trabajo que hacen desde GLEFAS y qué lo distingue de otros espacios políticos o académicos?

—El GLEFAS formalmente nació en 2007, cuando yo ya tenía 43 años. Comenzamos con Yuderkys Espinosa a hacer un trabajo de formación política antirracista de manera virtual, dirigido a movimientos sociales de América Latina y el Caribe. Luego se fue ampliando con otras compañeras de muchos lugares de la región, con lo cual fuimos ampliando nuestras líneas de trabajo.

En GLEFAS he hecho de todo; he pasado por todas las comisiones: formación, investigación, hasta coordinar lo administrativo. Aunque cada una tiene una responsabilidad, las tareas se construyen colectivamente. Es un tejido de compañeros/as, espacios de trabajo y organizaciones que apuestan a la construcción colectiva de pensamiento y estrategias de acción frente a las formas particulares en que actúa la matriz de opresión que imbrica el racismo, el clasismo, el régimen heterosexual y el sistema de género-moderno-colonial, a nivel local, regional y global. Los nuevos miembros asumen sus compromisos de acuerdo con sus intereses y en función de lo que quieren aportar al GLEFAS, según las líneas de acción. Esto se organiza mediante las asambleas anuales que tenemos. Las personas se proponen y la asamblea decide si formarán parte o no del tejido. Luego, en conjunto, definimos un plan de trabajo y vamos asumiendo responsabilidades.

El GLEFAS es para mí,además, una de las experiencias más maravillosas, porque es el grupo con el que hago activismo, generamos pensamientos colectivos y aprendo mucho de la acción feminista descolonial. Me defino como afrocaribeña, vengo de esa región, y el Caribe es muy importante para entender los procesos coloniales: ahí comenzó todo, precisamente en la isla de donde vengo. Vengo del feminismo antirracista, autónomo, anticapitalista, y cuando muchas vamos avanzando y profundizando en cómo históricamente los sistemas de dominación inician en la colonización y continúan en la colonialidad contemporánea, me voy asumiendo como feminista descolonial. Es una postura que cuestiona al feminismo blanco por su sesgo colonial y racista, porque asume que la subordinación de las mujeres se explica solo por su género.

“Es un tejido de compañeros/as, espacios de trabajo y organizaciones que apuestan a la construcción colectiva de pensamiento y estrategias de acción frente a las formas particulares en que actúa la matriz de opresión que imbrica el racismo, el clasismo, el régimen heterosexual y el sistema de género-moderno-colonial, a nivel local, regional y global” (Ochy Curiel sobre GLEFAS, el Grupo Latinoamericano de Estudios, Formación y Acción Feminista).

Ochy también es crítica de la izquierda que explica las lógicas capitalistas solo en base a la clase social, y de los movimientos sociales que basan su accionar exclusivamente en la política identitaria. “El feminismo descolonial apuesta a una lucha contra todos los sistemas de dominación: racismo, (hetero)sexismo, clasismo, lógicas capitalistas, contra el despojo de los bienes comunes de comunidades y pueblos. Lucha para que las epistemologías y mundos ‘otros’ que construyen vida sean referentes importantes en nuestros pensamientos y nuestras acciones. Y no lucha solo con mujeres, sino con múltiples sujetos que quieren construir un proyecto de vida.

Producción intelectual

¿Qué sectores sociales considerás que son más afectados por las violencias estructurales de la matriz de opresión y de qué manera?

—La matriz de opresión, que es colonial, significa que el racismo, el clasismo, el sexismo y otras formas de dominación están interconectadas, y colocan a muchos grupos y personas en situaciones de desventaja social y cultural. En nuestra región, esto se origina con el colonialismo, pero hoy continúa. La podemos entender, por ejemplo, en cómo grupos y comunidades afrodescendientes e indígenas son los más afectados por el capitalismo racial, el despojo de sus tierras, las guerras y los conflictos armados internos, el racismo estructural y las políticas neoliberales de muchos gobiernos.

“Vengo del feminismo antirracista, autónomo, anticapitalista, y cuando muchas vamos avanzando y profundizando en cómo históricamente los sistemas de dominación inician en la colonización y continúan en la colonialidad contemporánea, me voy asumiendo como feminista descolonial. Es una postura que cuestiona al feminismo blanco por su sesgo colonial y racista, porque asume que la subordinación de las mujeres se explica solo por su género” (Ochy Curiel).

¿Qué te motivó a investigar el lesbianismo feminista para tu libro La Nación Heterosexual y qué desafíos encontraste al llevarlo al campo de la antropología?

—Pues fue interesante porque quería mostrar la relación entre el régimen de la heterosexualidad y la nación. Lo hice desde la experiencia de Colombia y su proceso de reforma constitucional de 1991, pero lo hubiera hecho en cualquier otro país, analizando lo mismo. Me interesaba mostrar los aportes del lesbianismo feminista a la antropología y a las ciencias sociales en general, para entender cómo la heterosexualidad no es una opción sexual más, sino un régimen político que atraviesa todas las relaciones sociales. Fue un proceso intenso de análisis y de escritura, y fue el resultado de mi tesis de maestría en antropología. Creo que logré un buen resultado.

Si tuvieras que definirte desde tu activismo, ¿qué es lo más importante para vos en términos de lucha y compromiso político?

—Creo que lo importante es lo que he sido, lo que soy y, sobre todo, lo que quiero seguir siendo: una activista comprometida con cambios profundos, para que mucha gente tenga la posibilidad de vivir en un mundo mejor.

Equipo periodístico |  + notas

Periodista y estudiante de Comunicación, apasionada por investigar y escribir sobre historias vinculadas con las migraciones.


Compartir:
Mostrar comentariosCerrar comentarios

Deja un comentario