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Desde el pequeño pueblo de El Piñal, ubicado en la ciudad venezolana de San Cristóbal, perteneciente al estado de Táchira, Carlos Alcalá Chacón emprendió su travesía migrante: primero cruzó a Brasil y luego se trasladó hacia la Argentina en búsqueda de mejores oportunidades.

Carlos tiene 20 años, pero había empezado a sentir el cosquilleo por dejar su país cuando tenía 15. La situación económica complicada en su país natal lo impulsó a abandonarlo. “En Venezuela, ya no daba para tener un trabajo, pagar alquiler y estudiar al mismo tiempo. En Argentina, en cambio, sentía que iba a tener más posibilidades. A pesar de que cuando llegué estaba aumentando la inflación, la veía bien en comparación con mi país”, aseguró el joven, y agregó que tuvo que esperar a terminar el bachillerato y cumplir la mayoría de edad para poder viajar legalmente.

El primer gran desafío fue la documentación de viaje. Carlos tuvo que salir de Venezuela solamente con la cédula de identidad, porque renovar el pasaporte era un trámite engorroso —gracias al acuerdo del Mercosur, él pudo pasar de un país a otro sin necesidad de tener este último documento—. “Sacar documentación en Venezuela es imposible. Si no hay plata de por medio no te dejan. Yo quería renovarlo, para que fuera más legal aún entrar y salir de los países, pero no era algo posible”, afirmó el muchacho.

Una travesía por zonas fronterizas

A pesar del miedo y las dudas, Carlos empezó su travesía por tierra hasta Santa Elena de Uairén, ciudad venezolana limítrofe con Brasil. Una vez allí, a la madrugada, tomó un micro —junto a otras 14 personas— que lo llevó a la ciudad de Manaos, en territorio brasileño. El bus pertenecía a una agencia recomendada por su cuñado, quien ya se encontraba en Argentina.

Para reunir parte del dinero necesario para el trayecto, el joven había estado ahorrando por dos años. Logró juntar mil dólares y su tío puso otros mil, lo que les permitió costearse el alojamiento en Brasil por un día entero y la comida que consumieron durante el traslado.

Carlos jamás había estado en una zona fronteriza. Se impactó al ver una multitud de migrantes venezolanos que regresaban a pie a su país porque no habían podido cruzar a Brasil, suponía él, por problemas de documentación.

“Eran casi dos cuadras llenas de personas volviéndose. En muchos casos, no habían podido pasar por tener la documentación incompleta. Y ya no tienen manera de volverse para Venezuela, principalmente porque no tienen dinero y se les complica conseguir trabajo, ya que son catalogadas como ‘mala gente’ por haber intentado cruzar de manera ilegal”, relató.

Al llegar a territorio brasileño, Carlos recibió un papel transitorio. “Era un ticket válido de 10 a 15 días. Un día más en el país y sería reportado”, detalló. Se quedó una noche en Manaos y luego se dirigió al aeropuerto, con su ticket transitorio y su boleto de avión, listo para viajar por fin a la Argentina, donde lo esperaban sus familiares.

Carlos Alcalá Chacón, el joven venezolano que migró solo a Argentina en busca de oportunidades. Foto: gentileza.

Vivir y trabajar en Buenos Aires

Carlos viajó acompañado de un tío, pero al llegar a la Argentina sus caminos se separaron. Su tío continuó hacia Córdoba, mientras que él se trasladó a Banfield, al sur del conurbano bonaerense, donde su hermana y su cuñado vivían desde hacía ya varios años. Desde un principio, la idea de ir hacia zona sur estuvo latente. Según cuenta, en dicha localidad y en otras vecinas como Temperley, Lomas de Zamora y Lanús, “siempre hubo una comunidad venezolana muy grande”.

Comenzar a trabajar fue relativamente sencillo. Incluso antes de llegar a Buenos Aires, su hermana le había conseguido un puesto en una fábrica de productos congelados. Sin embargo, se encontró en una situación tensa y terminó renunciando luego de seis meses, ya que no tener la documentación argentina lo expuso a la explotación laboral.

“Al principio, me gustó trabajar allí, llegué y a los dos días ya estaba trabajando. Pero al no tener el documento y tampoco el tiempo para hacer los trámites, el jefe se aprovechaba de eso y me explotaba. Cuando cumplí seis meses en la fábrica, yo ganaba doscientos mil pesos. Mientras que mis compañeros llevaban tres meses y ganaban más de cuatrocientos mil pesos”, afirmó.

Luego de esa experiencia, el joven consiguió trabajo en un local de venta de celulares y tecnología. Su nuevo jefe también era venezolano y comprendía la situación que estaba atravesando. Gracias a los horarios flexibles de ese empleo pudo completar los trámites de documentación argentina y conseguir su DNI. Después de meses de mucho trabajo y esfuerzo, Carlos pudo comprarse un auto, que usó para trabajar haciendo servicio de envíos.

A fines del año pasado, su situación laboral se complicó porque el auto se rompió. Aunque envió currículos a varios lugares, nadie lo llamaba. “Estuve al borde de regresar a Venezuela porque pensaba que era imposible que no consiguiera trabajo en un mes. Finalmente, en febrero me llamaron de un local de comida y estoy trabajando ahí hace ya tres meses”, manifestó, y añadió que ese trabajo le gusta. Su motivación es arreglar su auto para poder venderlo y comprarse un modelo más nuevo, para volver a trabajar en traslado y entregas a domicilio.

¿Volver a Venezuela?

“Si vas para Venezuela tienes que ir con buena plata. Otro problema es que cuando llegas te van a revisar todo y te van a preguntar de dónde sacaste el dinero, y pueden llegar a quitártelo si no tienes un buen justificativo. Si dices que vienes de la Argentina es peor. Los empleados de migraciones del aeropuerto no van a querer que ingrese esa plata. En política exterior, Venezuela no quiere nada con nadie, cerraron el país completamente”, sostuvo.

Carlos admite que retornar a su país sería complicado. No es que no quiera; de hecho, desea volver en algún momento, pero necesitaría una fuente de ingresos asegurada. Su hermana había viajado a Venezuela en diciembre de 2024 y allá todos sus ahorros se le terminaron rápidamente. Ella pudo regresar a la Argentina, en abril de 2025, porque Carlos y su cuñado trabajaron horas extras para comprarle el pasaje de avión.

También pensaron en traer a su madre a vivir con ellos, pero, según afirma, no es tan sencillo. Ella es una mujer mayor y vive en un pueblo pequeño; por ese motivo no creen que pueda adaptarse al estilo de vida frenético de Argentina, ni al clima, con sus veranos húmedos e inviernos muy fríos.

Aunque el retorno a Venezuela, por el momento, sea casi imposible, Carlos extraña su país: la sensación de sentirse en casa, estar con su familia, su barrio y sus amigos. Hoy, el joven siente la presión de saber concretamente qué va a hacer más adelante. El futuro incierto le genera una incomodidad constante, y aprender a afrontar la vida es una preocupación que en Táchira no encontraba.

Pese a la incertidumbre, Carlos sigue eligiendo a la Argentina como su lugar de residencia. Se volvió fan de la milanesa napolitana y, en un futuro no muy lejano, considera mudarse al sur del país, específicamente a Río Gallegos. Su ilusión de estudiar aviación sigue intacta y le gustaría formarse en la Base Aérea Militar de Morón (BAM Morón). Actualmente se encuentra reuniendo el dinero para poder llevar ese sueño a cabo.


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Equipo periodístico |  + notas

Periodista y estudiante de Comunicación, apasionada por investigar y escribir sobre historias vinculadas con las migraciones.


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