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El 10 de enero se conmemora el “Día de la Mujer Migrante”, una fecha instaurada gracias al esfuerzo y la persistencia de las organizaciones sociales de todo el país, aunque aún no es reconocida oficialmente en muchos distritos. Esta jornada rinde homenaje a Marcelina Meneses, una migrante boliviana asesinada en 2001. Con motivo de las actividades organizadas en distintos puntos del país, Refugio Latinoamericano dialogó con tres mujeres que trabajan en la temática migratoria en los dos municipios clave en esta historia: Quilmes, donde vivía Marcelina, y Avellaneda, donde ocurrió su asesinato.

El crimen que se convirtió en símbolo

Marcelina Meneses nació el 20 de febrero de 1970 en Cochabamba, Bolivia. Como muchas mujeres migrantes, llegó a Argentina buscando un futuro mejor para ella y su familia, conformada por su pareja Froilán Torres, y sus hijos, Jonathan David, que tenía 3 años en 2001, y su pequeño hijo Alejandro Joshua Torres de apenas 10 meses de vida. Se instaló en la localidad bonaerense de Ezpeleta, perteneciente al municipio de Quilmes, donde trabajaba como repositora en un supermercado. 

El 10 de enero de 2001, tomó el tren rumbo a Avellaneda para llevar a Alejandro Joshua al Hospital Perón por un control de salud, pero aquella jornada se transformó en una tragedia irreparable. Marcelina, con su hijo en brazos y algunas bolsas, rozó accidentalmente a un pasajero mientras se acercaba a la puerta para intentar bajar del tren que se encontraba próximo a la estación. El hombre, molesto por este pequeño incidente le gritó insultos racistas que fueron escalando en agresividad. La discusión culminó con el empujón que lanzó a Marcelina y a su bebé desde el tren en movimiento provocando la muerte de ambos.

A pesar de la conmoción que generó el hecho, la búsqueda de justicia estuvo plagada de obstáculos. La familia de Marcelina, se enfrentó a un sistema que no sólo invisibilizó el crimen, sino que lo encapsuló en el silencio. Testigos del suceso, temerosos de represalias o indiferentes ante la violencia sufrida por una mujer migrante, se negaron a declarar. Fue recién un año después que Julio César Giménez, único testigo que se atrevió a hablar, relató los hechos con detalles desgarradores, confirmando el ataque racista que derivó en el asesinato. Su declaración, sin embargo, no fue suficiente para que se condenara a los responsables. Hasta el día de hoy, el crimen de Marcelina y Joshua permanece impune.

El caso de Marcelina Meneses y su hijo no solo evidencia las extremas violencias a las que están expuestas las mujeres migrantes en Argentina, sino que también refleja un entramado social y político que perpetúa la desigualdad y la exclusión. En el contexto del año 2001, un momento marcado por la crisis económica y social en el país, el racismo se veía alimentado por discursos de odio provenientes de sectores políticos y mediáticos. Este caldo de cultivo no solo deshumanizó a comunidades enteras, sino que también legitimó, en algunos sectores, actos atroces como el ocurrido en aquel tren.

Veinte años no es nada

Mucho ha cambiado desde aquel episodio hasta nuestros días, a más de 20 años del hecho, la figura de Marcelina Meneses se ha convertido en un símbolo de resistencia y memoria. No tanto por los distintos gobiernos que pasaron, sino por el empuje de las organizaciones de migrantes y de derechos humanos a lo largo del país. Un ejemplo de esto fue la iniciativa de varias organizaciones que en el año 2012 lograron, a través de una diputada de la Ciudad de Buenos Aires, que se establezca por ley este día en la ciudad autónoma (Ley n° 4409). La intención de este primer hito fue honrar la vida de Marcelina y la de su hijo, y también visibilizar las problemáticas específicas que enfrentan las mujeres migrantes, desde la discriminación racial y de género hasta la violencia estructural y la explotación laboral.

En ese mismo año, el 2012, Reina Isabel Torres, cuñada de Marcelina, fundó junto a su hermano y varias mujeres bolivianas el “Centro Integral de la Mujer Marcelina Meneses” en Ezpeleta. El espacio, ubicado en la que había sido la casa de Marcelina en vida, se transformó en estos trece años en un lugar de acompañamiento de mujeres migrantes en situación de vulnerabilidad social y víctimas de violencia. Aunque tras el asesinato, Reina había creado el Movimiento Boliviano por los Derechos Humanos, y desde allí comenzó a impulsar acciones, sentía que debía consolidar una organización en el mismo barrio donde vivía Marcelina y por eso armaron el Centro. Valga la aclaración, en Ezpeleta la presencia de migrantes bolivianos es mucho más alta que en el resto de las localidades del conurbano sur, según consta en los últimos dos censos. Desde abril del año 2023 Reina ocupa el cargo de Directora de la Oficina de Atención Migrante del municipio de Quilmes, desde donde intenta institucionalizar algunos de los enormes avances que logró como sociedad civil organizada desde hace tanto tiempo.

Reina Torres, cuñada de Marcelina Meneses, fundó el Centro Integral de la Mujer en Ezpeleta | Foto: Instagram (gentileza).

En la antesala del evento que se llevará a cabo este 10 de enero en Quilmes para conmemorar el Día de la Mujer Migrante, conversamos con Reina sobre la relevancia de transformar esta fecha en un homenaje oficial a nivel nacional.

“Ahora se va a convertir en ley a nivel provincial porque la diputada Berenice Latorre lo presentó en la legislatura. Pero es muy importante para nosotros que sea a nivel nacional la ley del Día de la Mujer Migrante, para poder trabajarlo en las escuelas, en cada espacio. Que se pueda trabajar desde los niños, en los lugares que tengamos en los municipios, para hablar de qué es la xenofobia, qué es la discriminación, qué es el racismo y por qué. Tenemos que sensibilizar a la población para que entienda que ese odio hacia el migrante causa mucho daño. Por eso es muy importante que se difunda, por lo menos cada uno desde su lugar. Que cada mujer migrante sepa además que hay una ley. Sepan que hay algo que las ampara. Sabemos que hay una ley de migraciones, pero que también las ampara una ley del día de la mujer migrante”.

A Reina la encontramos trabajando en los últimos detalles del evento que tendrá lugar en la Casa de las Culturas, en Rivadavia y Sarmiento (Quilmes), donde habrá gastronomía, emprendedoras migrantes, algunos sorteos y se proyectarán videos alusivos. Más allá de la invitación al encuentro señala: 

“Sería hermoso, si no podés recurrir a una jornada, o a un lugar, que, desde tu lugar, desde tu casa, desde tu grupo de amigas sepas que el día 10 es el día de la mujeres migrantes, es nuestro día. Todos tienen que saber lo que vive la mujer migrante, lo que aporta la mujer migrante día a día, la discriminación que vive en hospitales o en la calle, o por su nacionalidad, su color, o su idioma. Se tienen que valorar todos estos temas, pero principalmente valorar todo el trabajo que aporta la mujer migrante en distintos ámbitos. Siempre son empleadas domésticas, cuidadoras de niños y adultos, enfermeras. Todas aportamos, mujeres migrantes y mujeres de la diversidad que también lo sufren. Por eso es muy importante difundir y sensibilizar a la población”.

Como el Estado nacional discontinuó unidades de producción de información enteras, no contamos con datos oficiales sobre la situación actual de los migrantes, pero considerando los datos publicados por la red de investigadores del CONICET en la Encuesta Nacional Migrante de Argentina (ENMA) en el año 2020, el 65% de los migrantes encuestados ha experimentado al menos una vez una situación de discriminación en el país. Y si se desglosa el número por género, se constata un mayor nivel de padecimiento entre las mujeres, siendo que el 71% de las migrantes señalan haber sufrido actos discriminatorios.

La historia de Reina y su resiliencia tras el asesinato de Marcelina es profundamente inspiradora. Su determinación transformó aquel hecho trágico en un símbolo, convirtiéndola en una referente no solo para la comunidad boliviana en el país, sino también para los activistas comprometidos con la temática migratoria. Reina reconoce que todo este camino fue un proceso que inició hace más de 20 años:

“Mi vida empezó a cambiar, y me volví una activista en derechos humanos desde lo que pasó con Marcelina en 2001. Empecé a prepararme, a estudiar. Terminé la secundaria de grande y después hice la universidad, y me sentí mucho más fortalecida. También me acompañaron personas que me decían: ‘tenés que seguir, tenés que fundar el Centro. Siempre me sentí acompañada por otras organizaciones y por otras mujeres que sufrían violencia de género o trata. Desde ese entonces mi vida comenzó a cambiar”.

En Avellaneda, el lugar donde sucedieron los trágicos hechos, también han cambiado las cosas desde aquel entonces. Alejandra Meza, Directora de Cultos, Políticas Migratorias e Integración Cultural del municipio de Avellaneda destaca los enormes avances que se han logrado en estos años: 

“Las localidades del sur del conurbano están atravesadas por esta historia de dolor, que involucró a Marcelina directamente, pero nos involucra a todas. No es casualidad que las pocas oficinas de migrantes que hay en el país sean llevadas adelante casi todas por mujeres migrantes, o mujeres hijas de migrantes. En nuestro distrito trabajamos articulando con todas las instituciones que están acá. Menciono, por ejemplo, al Hospital Perón porque es ahí a donde se dirigía Marcelina cuando la asesinaron. Hoy tenemos una comunicación fluida con las profesionales del Servicio Social, y cuando surgen casos vinculados con migrantes nos ponemos enseguida en contacto y acompañamos las distintas situaciones”. 

Lo que señala Alejandra Meza respecto del trabajo de las mujeres en la consolidación de áreas específicas que trabajen con migrantes es notable. Aunque ella, que es hija de migrantes, fue la precursora de este tipo de espacios en el ámbito de los gobiernos locales, luego de su empuje inicial se han sucedido distintos espacios en los últimos años con esta característica, el mencionado caso de Reina y la oficina que inauguró Quilmes en el 2023; el de Lanús que creó una oficina el pasado 2024 y tiene como responsable a Lourdes Rivadeneyra, una migrante de origen peruano; Lomas de Zamora, que también consolidó un espacio similar, y también es conducido por una mujer, Cynthia Sosa, quien además, renombró esta semana, un espacio comunitario en la localidad de Budge con el nombre de Marcelina Meneses en homenaje a este día. Lo mismo sucede en otras localidades del conurbano como San Martín, Merlo, Florencio Varela, Beriso y varias más. 

No es casual que haya una mayor concentración de estos espacios en el conurbano bonaerense, por las características poblacionales que concentran mayor número de migrantes. Sin embargo, existen actualmente oficinas de atención a los migrantes en el ámbito de la gestión local en Córdoba, Salta, La Quiaca, Mendoza, y algunas más, con similares características. 

Alejandra Meza, Directora de Cultos, Políticas Migratorias e Integración Cultural del municipio de Avellaneda | Foto: gentileza. 

Otra mujer que trabaja por los derechos de las mujeres migrantes en el conurbano sur es Ángeles Frezza, presidenta del instituto migratorio del Colegio de Abogados de Berazategui-Quilmes. Respecto de la importancia de este día nos señala:

“El aporte de las mujeres migrantes contribuye de manera significativa al bienestar de la comunidad ya sea a través de su participación activa en la economía informal como del cuidado de niños y niñas en hogares y comedores comunitarios, enfrentando diversas formas de violencias y discriminación que limitan su acceso a derechos fundamentales. En el contexto actual, donde los discursos de odio y exclusión se encuentran en aumento, es imprescindible reconocer que la movilidad humana no solo debe ser vista como un fenómeno económico o social, sino como un derecho humano fundamental. Las mujeres migrantes tienen derecho a ser tratadas con respeto, a acceder a servicios de salud, educación y asistencia legal y a participar plenamente en la vida económica, social y política de los países en los que se encuentran”

Ángeles Frezza, presidenta del instituto migratorio del Colegio de Abogados de Berazategui-Quilmes. Foto: gentileza. 

El caso de Marcelina Meneses nos recuerda que no basta con repudiar el racismo, es fundamental construir un tejido social donde ninguna vida sea relegada al olvido. A 24 años de aquel fatídico día se puede afirmar que Marcelina y su bebé no murieron en vano. El hito que marcó el asesinato de Marcelina fue la piedra fundamental para la organización comunitaria de los migrantes en reclamo de sus derechos. Por otro lado, hoy Argentina cuenta con una ley de migraciones distinta a la que tenía en aquel momento, conocida como “Ley Videla”, porque era un decreto-ley promulgado en plena dictadura. La nueva ley de migraciones (25.871), aunque presenta serios inconvenientes en muchos aspectos, es una norma que se ciñe a los estándares internacionales en materia de derechos humanos, y resulta en un mayor número de migrantes regularizados en comparación con la norma anterior. 

A casi un cuarto de siglo de aquel momento, en tiempos donde los discursos de odio parecen ser promovidos nuevamente desde las altas esferas de gobierno, la memoria de Marcelina Meneses es un llamado a la acción para combatir el racismo y la xenofobia, y seguir construyendo una Argentina plural. 

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Trabajador Social, docente universitario e investigador. Nacido y criado en el sur del conurbano bonaerense junto con 4 hermanos, por un padre boliviano y una madre argentina.


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