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Desde que Maher (29) y Tamer Bajjour (31) nacieron, en Siria gobierna un Al-Assad. Pero durante las primeras horas del domingo eso cambió: tropas rebeldes lideradas por el grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS) tomaron Damasco, la capital del país, y Bashar al Assad, que ejercía el poder desde el año 2000, se habría refugiado en Rusia. Los hermanos Bajjour siguen las noticias desde San Luis, Argentina, provincia a la que llegaron en 2017 para evitar el servicio militar obligatorio en un país que estaba en guerra desde 2011.

“Esta semana todo pasó muy rápido, estoy lleno de emociones. Hasta puedo decir que cada día tenía un estado emocional diferente al otro”, explica Tamer, que está constantemente chequeando las noticias y “pegado a las redes sociales” para ver qué está pasando.

“Varias emociones me dominaron. Primero alegría y felicidad: ‘ya está, terminamos una guerra de 13 años. Hasta ahora tengo esa felicidad, pero con un poco de miedo y ansiedad por el futuro”.

“Esta semana todo pasó muy rápido, estoy lleno de emociones. Hasta puedo decir que cada día tenía un estado emocional diferente al otro”

Los hermanos aseguran que en árabe no existe la palabra “proceso”, pero que les preocupa la transición. “Tuvimos 54 años de dictadura militar y ese régimen cayó”, opina Tamer. “Ese gobierno formó todo el país literalmente a su imagen, en su ideología, en su manera de pensar, de actuar. Y no es tan fácil quitar o sacar todo eso y empezar de nuevo. Es el renacimiento de Siria”, agrega. “Espero que sea una Siria democrática, tolerante, libre, y que sea un lugar para todos los sirios sin discriminación”.

El grupo insurgente Hayat Tahrir al Sham se creó en 2012 con el nombre de “Frente al Nusra” y en ese entonces juró lealtad a Al Qaeda, organización con la que rompió relaciones en 2016. Sin embargo, algunos países, entre ellos los Estados Unidos, la siguen considerando una filial de Al Qaeda, y a Abu Mohammed al Jawlani (líder de HTS) como un terrorista global.

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La comunicación con sus padres, que quedaron en el pueblo de Sadad, a 60 kilómetros de Homs, –la tercera ciudad que tomaron los rebeldes el fin de semana– se hace difícil por momentos. “Hablé con la familia en Siria. Están en el pueblo. Las noticias no están llegando muy rápido, pero están tranquilos. El pueblo no tiene nada que ver con la guerra, con el movimiento militar, así que nada pasó allá. Tienen un poco de miedo sobre lo que va a pasar y no quieren dejar su casa”, afirma el mayor de los hermanos.

“Esto tenía que pasar hace años, pero no pasó. Porque una revolución funciona o no: lo que pasó en Siria fue que no funcionó, pero tampoco el gobierno ganó totalmente. Quedamos en un limbo”, agrega Maher. “En este último mes todo pasó muy rápido, y ya nosotros habíamos empezado a sentir que estaba funcionando la revolución”, asegura, al tiempo que expresa lo mucho que le hubiera gustado presenciar ese momento en Siria.

“La guerra es un conflicto en donde la razón no funciona. Ahí sentís la pérdida de razón de toda la vida, del propósito

“Es la primera vez que pasa algo tan grave y no estamos ahí. Porque todos los años que estuvimos allá, del 2011 al 2017 fueron los peores años de la guerra. Después no había guerra, ya no había nada. Había cosas que pasaban cada tanto, pero no había esta guerra densa de todos los días”, sostiene Maher.

Tamer manifiesta la misma necesidad. “Me encantaría estar allá. Cualquier tipo de esfuerzo puede ayudar en este momento. Puede ser esfuerzo humanitario, ayudar en repartir alimentos, llevar o buscar gente. Al mismo tiempo agradezco estar acá, eso me da otra perspectiva, otra mirada de la situación”.

Los Bajjour viven en un barrio tranquilo de la capital puntana. Maher es productor musical –se recibió en la Universidad Nacional de San Luis– y Tamer estudia profesorado de inglés. En el living de esa casa conviven los libros y apuntes con un piano en el que Maher ensaya reversiones de zambas y chacareras argentinas.

Maher y Tamer Bajjour llegaron desde la ciudad de Homs en 2017. Foto: Refugio Latinoamericano.

Una historia familiar migrante

Tamer y Maher tienen un pasado migrante en Argentina. Abdo, el abuelo de su padre, llegó al país para evitar el ejército durante la Primera Guerra Mundial. Viajó solo, logró establecerse, y al tiempo volvió a emprender un viaje en barco para buscar a su esposa.

“Abdo construyó algo acá y regresó a Siria. Luego volvió a Argentina con su esposa, pero dejó a su hija en Siria. En esos tiempos las mujeres se casaban menores, ella tenía 15 años. Como se quedó en Siria sola y eso no era aceptable, la casaron con mi abuelo, que llevaba mi mismo nombre, Tamer”.

En Argentina nacieron otros hijos del abuelo de su padre: uno de ellos es Antonio, con el que hoy tienen contacto y por el cual se enteraron de que San Luis había implementado un Corredor Humanitario para que las personas refugiadas pudieran encontrar un lugar seguro.

No fue hasta que emprendieron su propio proceso migratorio –el segundo en la familia hacia Argentina vinculado a una guerra– que sintieron la necesidad de conocer esa historia.

Los lazos con el país de origen se mantienen, además, a través de la música y la escritura.

“Legalmente soy argentino, pero también quiero mantener esta sangre siria. Es lo que define mi música, cuando hablo, mi acento. Quiero quedarme en esta sociedad como argentino, pero voy a leer en árabe, voy a cantar en árabe, en mi idioma. A eso no lo quiero perder”, afirma Maher.

Maher y Tamer toman mate. Siria es el principal destino de las exportaciones argentinas de yerba: la costumbre se extendió en ese país después de la primera gran migración de sirios hacia la Argentina, en el siglo XIX. Foto: Refugio Latinoamericano.

Los hermanos hablan en español para el afuera, pero puertas adentro se comunican en su lengua materna. En ese idioma escribe Tamer, que además en su teléfono tiene la mitad de los contactos en un idioma y la mitad en otro.

La necesidad de escribir no solamente tiene que ver con mantener el lenguaje. “A veces escribo lo que se me ocurre para dejar que mi mente respire y a las ideas salir”, explica.

“La guerra es un conflicto en donde la razón no funciona. Ahí sentís la pérdida de razón de toda la vida, del propósito. A eso lo sufrí en Siria y acá también. En algún momento perdimos el porqué”, cuenta sobre lo que también significa vivir en guerra. “En un momento puedes salir a la calle, estar en el medio de un bombardeo y listo… este sentido random de la vida lo tuve adentro. Tenemos una doble carga en la vida: tratamos con el mundo en español, pero en casa seguimos hablando árabe, en redes sociales estamos conectados con gente en árabe. Eso te genera conflictos y preguntas internas”, señala.

Hay preguntas que quedan sin respuesta, y otras que no las necesitan, tal vez porque las palabras no lo definen todo. “Cuando llegamos al aeropuerto noté algo: era la primera vez que sentía el olor de un país”, asegura Maher. “En Siria hay una expresión muy conocida que dice que hay un olor en cada país, y por primera vez le encontré sentido”.

Equipo Periodístico |  + notas

Amante del Jazz, el tenis, el yoga y los idiomas.
La temática migrante condensa algunos pilares que, desde mi punto de vista, son de suma importancia en cuanto seres intrínsecamente sociales: la empatía, el diálogo y el intercambio cultural como formas de construir una mundo más justo, sustentado en el amor y la hospitalidad.

Autora |  + notas

Periodista especializada en migraciones y Lic. en Relaciones Internacionales. Trabaja desde hace más de 20 años en diferentes medios de comunicación. Sus raíces migrantes provienen de España, Italia y Escocia.


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