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Era febrero de 2008 y un grupo de haitianos llegaba a Rosario con las ansias de continuar sus estudios superiores. Aquellos jóvenes universitarios se embarcaron en una travesía que pronto los colmaría de frustración. Las promesas de una beca y formación de calidad quedarían truncas. Fueron 26 que debieron reconocerse como estafados y sumirse en la red de contención que debían tejer entre todos. Hoy, 16 años después, la Justicia aún no llega.

Gérard Caymitte llegó a Argentina desde Haití con sus estudios de Trabajo Social bajo el brazo con la intención de continuarlos porque “era un sueño estudiar afuera para obtener un título”. Sin embargo, todo cambió. Tardó diez años en volver a estudiar, cinco en  recibirse. Su historia argentina se resume en 16 años. Ahora, siendo corresponsal de la Voz de América y esperando el resultado de su tesis para convertirse en licenciado en Comunicación y Periodismo busca “dar voz a los que no llegan a gritar”.

Gérard Caymitte es miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Civil Haitiana de Rosario | Foto: gentileza.

A 16 años de la estafa que cambió 26 vidas

“Cuando llegamos acá toda la promesa era totalmente falsa. Desde una pensión empezamos a reconocer nuestra situación como estafados para darle sentido. Hasta hoy estamos aguardando respuesta de la justicia. Hace 16 años”, comenzó su relato Gérard Caymitte en una entrevista para Refugio Latinoamericano. Desde el inicio tuvo una barrera infranqueable. “Yo empecé a ir a la facultad y me desafiaba el idioma, por lo que tuve que abandonar el estudio”.

Según el último censo de población (2022), Haití ocupa la posición 26º dentro de los 30 países con mayor representación inmigrante en Argentina. Hasta aquel momento la comunidad haitiana se contabilizaba en 1524 personas.

Gérard recuerda que “hasta después de 2021, cuando salimos del confinamiento por (COVID-19), había una población de alrededor de 3000 haitianos y luego, con el gobierno de (Joe) Biden, hubo un tipo de ayuda humanitaria donde esa actividad facilitaba a los ciudadanos cubanos, haitianos, venezolanos y hondureños poder postularse para ingresar si tenían familiares o amigos en Estados Unidos. Eso hizo que los haitianos que vinieron a Rosario se fueran”.

El Decreto 62.773 muestra la declaración de interés municipal el Festi-Kreyòl, realizado del 2021 al 2023 en el mes de conmemoración de la lengua kreyòl en Haití | Foto: gentileza

Algunos “optaron por el camino del Darién” más conocido como el tapón, actualmente la ruta más mortífera para las personas en movilidad que une Colombia con Panamá.  “Algunos fueron deportados, otros lograron entrar a través de las ONG que les daban estatus como refugiados o asilados”, recordó el periodista. 

Los estereotipos en el mercado laboral formal y la necesidad de una reforma educativa

Para Caymitte “la barrera que se oponía a nuestro desarrollo y nuestro quehacer era el idioma, por lo que hacía falta dejar pasar el tiempo para asimilar también la cultura. Una cultura nueva siempre cuesta al nuevo ciudadano porque tiene que ver con la idiosincrasia. A muchos nos costó, otros no pudieron aguantar. Siempre está el haitianismo en las venas. Pero para la mayoría fue el factor cultural lo que los dejó ir, que nunca se adaptaron”, concluyó.

Fiel a su profesión no escatima en certeras opiniones y no habla sin datos. Reflexiona sobre el contexto argentino en lo que a él lo atañe. “Dentro de los 16 años en algunos gobiernos hubo un proceso de derechos humanos, políticas públicas y justicia social que fueron decisiones amenas donde el ciudadano extranjero tenía garantías de que podría empezar a reorganizar su vida sin prejuicios, estereotipos o discriminación. Si bien fue muy lento ese proceso… Eso no lo puedo negar. Pero últimamente, hace un año, los que nos quedamos, volvimos a ser vulnerables”. 

“Dentro de los 16 años en algunos gobiernos hubo un proceso de derechos humanos, políticas públicas y justicia social que fueron decisiones amenas donde el ciudadano extranjero tenía garantías de que podría empezar a reorganizar su vida sin prejuicios, estereotipos o discriminación. Si bien fue muy lento ese proceso… Eso no lo puedo negar. Pero últimamente, hace un año, los que nos quedamos, volvimos a ser vulnerables”

“Siempre fue una lucha para insertarnos en el mercado laboral formal. Por más que hubo políticas públicas, siempre había una cuestión de prejuicios. No puedo negar la puerta de las facultades y universidades que estuvieron abiertas; siempre fue democrático y a favor de nosotros”, dijo. 

Sin embargo, después de un año de brindarse al país con su currículum vitae, el trabajo formal sigue siendo un desafío, porque aún rondan “los estereotipos que nos cierran muchas puertas. Yo me formé en Argentina y ya venía con formación académica desde Haití”, pero aún en algunas ocasiones queda oculta la amplia gama de conocimientos que traen consigo quienes han migrado. Gérard reflexiona: “esto me resulta inquietante, aunque es algo común”.

Entrega de certificado del primer taller de Español como Lengua Extranjera que ofrece la Facultad Humanidades y Artes a la comunidad haitiana en el marco del convenio intercultural del proyecto “Lenguas e integración” | Foto: gentileza.

En el devenir de los diferentes discursos y narrativas que circulan, expresa su desahucio. “Me quedo sin recursos cuando tratamos de ayudar y siempre la respuesta más fácil de la mayoría es ‘Argentina es así’. Pero Argentina no tendría que ser así. No vamos a negar que hay una corriente de negacionismo que se planta en la sociedad pero veo que es una cuestión desde la base. Ya desde primaria o secundaria está instalada cierta realidad. Este dilema es más difícil y me ha afectado un poco. Uso herramientas alternativas para poder superarlo, pero habría que trabajar en el diseño curricular en la educación pero lamentablemente hoy no veo a ningún político con esa voluntad”.

Agrega que “cuando hablamos de educación no estamos diciendo que es mala. De hecho, por eso decidí estudiar en una de las universidades más prestigiosas de Latinoamérica, la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Yo aprendo un montón y toda mi formación fue acá”.

“cuando hablamos de educación no estamos diciendo que es mala. De hecho, por eso decidí estudiar en una de las universidades más prestigiosas de Latinoamérica, la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Yo aprendo un montón y toda mi formación fue acá”.

La Asociación Haitiana de Rosario, nacida como puente para la integración a través del idioma

“Desde 2008 cuando empezamos a denunciar lo que nos ocurrió, nos asociamos pero sin estatus legal. Luego nos separamos. Después intentamos formarnos y no dio éxito hasta junio de 2016, que obtuvimos la personería jurídica donde la Asociación Civil Haitiana tenía más peso legal. De allí empezamos a replantearnos las cosas y hacer saber a la sociedad cómo queríamos integrarla”, explicita.Caymitte, miembro de la Comisión Directiva, recuerda que “teníamos una idea de lo que necesitábamos, qué obstáculos estábamos enfrentando para poder superarlos. El mayor problema además de lo laboral a la hora de rendir exámenes, era la falta para asimilar el idioma español lo cual hacía desistir”. Aún recuerda a aquella profesora de Historia que le dijo a su alumno Gérard: ‘quién me llamó a estudiar en Argentina’. Ahí éramos muy bebés en el idioma. No teníamos mucho vocabulario para poder enfrentar y hacer entender que migrar es un derecho. Nos quedamos frustrados en nosotros”. 

En ese momento asegura que los responsables de la casa de altos estudios entraron en contacto con la asociación civil para ver cuál era el problema de aquellos jóvenes. “Lanzaron el proyecto de ‘Lenguas e integración’ donde hubo un intercambio de idiomas, donde ellos nos iban a enseñar el español como lengua extranjera y nosotros íbamos a brindar un taller de creole. Era justo y necesario porque nos ayudaba a integrarnos en la sociedad rosarina. Gracias a ese proyecto nos empezaron a mirar mucho más algunos políticos y algunas instituciones”. Esta iniciativa “la recibo con todo mi corazón, porque no solo defendemos a nuestros conciudadanos haitianos sino que trabajamos en la inclusión”.

Firma del convenio entre la Asociación Civil Haitiana de Rosario y la Facultad Humanidades y Artes de la UNR | Foto: gentileza. 

Vulnerabilidad de los pobres vs. élites con luz verde

Los medios de comunicación rezan sobre la actualidad en la isla caribeña, signada por la violencia, que tiene como rehenes a los más vulnerables a la par de los grupos armados y pandillas que someten en mayor proporción a los niños haitianos. Según Unicef, este accionar ha aumentado en un 70% en el último año. La mitad de los integrantes de los grupos armados del país son niños y niñas.

En base al último informe de Acnur, más de 700 mil personas fueron forzadas a huir de sus hogares debido a la escasez de alimentos, agua, alojamiento y atención médica, además de estar expuestas a graves riesgos de protección. 

Gérard prefiere reflexionar sobre las condiciones de la vida en su país mientras invita a pensar a quien quiera. “En los últimos años fue muy cruel para determinada clase, la más vulnerable, la más empobrecida porque los empresarios siguen estando allá con seguridad para cuidar sus intereses”. 

“A pesar de que reina el caos, siguen estando las embajadas abiertas. Hay muchas preguntas que podemos hacer. Mi familia toma mucha precaución pero están a salvo. No voy a negar que no hay zonas seguras. La clase política sigue ilesa haciendo su vida. Las ONG crecen en número. Es el país con más ONG a nivel mundial. ¿De qué viven?”, se pregunta.

Continúa explicando que “hay que tomar precauciones. No quiero invitar a nadie para hacer turismo. Todo es zona amarilla, salvo la élite que tiene fuerza de seguridad y puede vivir una vida con luz verde. La élite mantiene a los pandilleros para ofrecerlos como seguridad. La clase vulnerable es la que siempre muere y tiene hambre. Sus recursos son muy precarios”.

La situación estructural genera desplazamientos internos e internacionales. Sin embargo, sobre los últimos hechos de público conocimiento en relación a los balseros haitianos y los pagos en miles de dólares a las redes de tráfico humano para llegar a Estados Unidos, Caymitte puede historizar que “es una práctica que empezó en los años 80 con la primera ola de emigración de haitianos hacia Estados Unidos debido a la dictadura que vivía el pueblo durante los mandatos de François Duvalier padre y Jean-Claude Duvalier (hijo). Yo diría que es una práctica muy escasa. En puertos marítimos hay pandilleros que vigilan esas salidas”, finaliza.

Gérard aún no volvió a su país. Allá quedaron sus raíces natales y algunos familiares. “No volví a  Haití. Iba a hacerlo en noviembre de 2023 luego de una misión de Cascos Blancos en Chaco que lo tuvo como intérprete junto a otros dos compañeros cuando una delegación haitiana vino para formarse en Argentina”. Sin embargo, el contexto no lo hizo posible. “Estaba tan ilusionado, tan contento. Me quedé con toda la ilusión”, aseguró, y permaneció haciendo base con familia y amigos en Rosario, la ciudad que lo acobijó hace 16 años.

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Periodista especializada en temáticas sociales y escritora narrativa, con un enfoque en infancia y adolescencia. Además, es Técnica en Política, Gestión y Comunicación, y actualmente estudia Sociología. De ascendencia italiana (Sicilia y Calabria) por parte materna, y vasca y francesa por el lado paterno.


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