Entre viajes, versos y exilios, Alfonsina Storni talló su nombre en la historia con la fuerza de su palabra. Poeta luminosa, feminista decidida y voz indomable, su vida fue un canto que aún resuena entre las olas del Atlántico.
Frente a la playa La Perla, en Mar del Plata, la obra escultórica de Luis Perlotti recuerda a Alfonsina Storni. No fue el lugar exacto desde donde la poeta argentina se lanzó a las aguas para viajar a su último silencio, pero evoca que, aunque la poesía no salva al mundo, deja la herencia de la palabra.
Alfonsina Storni se arrojó al mar desde un espigón, en el balneario del Club Argentino de Mujeres, frente a Plaza España. Su muerte, en su versión más poética, sigue recorriendo América Latina en la canción de Ariel Ramírez y Félix Luna, que tan bien interpretó Mercedes Sosa en “Alfonsina y el mar”.
Pero Storni no fue una poetisa sumisa ni dulce. Fue una poeta en mayúsculas, una intelectual que irrumpió en la literatura con la fuerza de una voz potente que supo hacerse su espacio a pulso.
Los versos de Alfonsina Storni recorren no solo su primer viaje de Suiza a Argentina. Sino que como una madeja invisible une los puntos de la sensibilidad que la llevaron a transcurrir entre San Juan, Rosario y Buenos Aires, delineando un camino de fronteras físicas y sobre todo de las otras, las huellas de una migración que la impulsaron a poner el corazón en la palabra como la raíz más profunda de su identidad.
Primeros pasos: teatro, exilio y maternidad
Los viajes y el exilio transcurren en la vida de Alfonsina Storni. El último, tal vez el más conocido, cuando decidió apagar su vida en las costas de Mar del Plata, ocurrió el 25 de octubre de 1938.
Storni nació el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca, Suiza. Su familia, que ya había estado asentada en la provincia de San Juan, Argentina, retornó en 1896. Apenas unos años más tarde, los aprietos económicos —después de fracasar en una pequeña empresa de cerveza artesanal— marcaron un nuevo rumbo en Rosario, ciudad donde dio sus primeros pasos como actriz y obrera en una fábrica de gorras.
Sobre las tablas, Storni, aún muy joven, recorrió ciudades como Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán, interpretando personajes en obras de Ibsen, Pérez Galdós y Florencio Sánchez. Al regresar a Rosario escribió su primera obra de teatro, de la que no quedaron registros.
Después de su periplo como actriz, estudió en Coronda para graduarse como maestra rural. A la par de destacarse como educadora, pudo vincularse a Mundo Rosarino, y Monos y Monadas, dos revistas literarias de la época donde publicó sus primeros poemas. En esta etapa descubrió la independencia económica, quedó embarazada y decidió afrontar la maternidad sola, abriéndose paso en una época de prejuicios que, sin embargo, no se resistió a la magia de su palabra.
En 1911, un nuevo exilio: esta vez, Buenos Aires. Criar sola a su hijo, que nació en abril de 1912, y abrir espacios para que su trabajo literario encontrara un terreno fértil donde germinar, signaron la búsqueda de estos años. Trabajando en una tienda en el centro porteño, publicó finalmente “La inquietud del rosal”, su primer poemario, en 1916.
A la par de colaboraciones en algunas revistas literarias de la época y en el diario La Nación, la voz profunda de Alfonsina Storni se comprometió con la lucha feminista, siendo una de las impulsoras del voto femenino en Argentina.
“Digo pequeñito porque no me entiendes,
Ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
Ábreme la jaula que quiero escapar;
Hombre pequeñito, te amé media hora,
No me pidas más”.
(Fragmento del poema “Hombre pequeñito”)
En esos tiempos se codeaba con escritores como José Ingenieros, Amado Nervo, Manuel Gálvez y su gran amigo Horacio Quiroga, en las diversas tertulias en las que, si no la única, era de las pocas escritoras invitadas.
“Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero
Viendo en días de otoño tu ciclo prisionero
No me será sorpresa la lápida pesada.
Que entre tus calles rectas, untadas de su río
Apagado, brumoso, desolante y sombrío,
Cuando vagué por ellas, ya estaba yo enterrada”.
(Fragmento de “Versos a la tristeza de Buenos Aires”)
Reconocimiento y legado
Alfonsina tuvo que enfrentar problemas de salud. La depresión hacía estragos, pero jamás abandonó la poesía. Publicó poemas sueltos y libros, dio conferencias, dictó clases en diferentes instituciones educativas. Y, cada tanto, aconsejada por los médicos, hacía altos en la vida porteña para descansar en Mar del Plata y Córdoba.
Fue reconocida como una de las voces jóvenes que marcaron un rumbo en el nuevo panorama literario argentino de los años ’20. Participó activamente en grupos literarios y tertulias que le permitieron forjarse, a fuego con su palabra, un lugar en el ambiente literario de la época. Su hechura literaria la llevó a trascender el tiempo.
La obra de Alfonsina Storni
Entre otras colaboraciones en antologías, Alfonsina Storni publicó: La inquietud del rosal (1916); El dulce daño (1918); Irremediablemente (1919); Languidez (1920); Ocre (1925); Poemas de amor (1926); El amo del mundo: comedia en tres actos (1927); Dos farsas pirotécnicas (1932); Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1938), entre otros.
No solo fue reconocida por sus pares: Alfonsina consiguió que sus versos fueran aceptados, queridos y abrazados por los lectores de su época. La cotidianidad, la franqueza con la que expresaba las emociones, el universo femenino, su sensualidad y el derecho a una vida libre e independiente son el sello de su obra. La muerte, como gran tema, tampoco estuvo ausente.
“Vamos hacia los árboles… el sueño
Se hará en nosotros por virtud celeste.
Vamos hacia los árboles; la noche
Nos será blanda, la tristeza leve.
Vamos hacia los árboles, el alma
Adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
No despiertes los pájaros que duermen”.
(Poema “Paz”)
El último viaje: enfermedad, despedidas y mar
A partir de 1935 la vida de Alfonsina dio un giro amargo. Vino un tiempo de pérdidas y enfermedad que lo oscureció todo a su alrededor. Fue diagnosticada con cáncer de mama y, tras una intervención quirúrgica, tuvo que aprender a reponerse. Apenas dos años después, en 1937, dos de sus grandes amigos, Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones, se quitaron la vida.
El cáncer volvió a su cuerpo y la decisión estaba tomada. Se despidió de su hijo y dejó un último poema para publicar en La Nación. En Mar del Plata encontraron su cuerpo después de arrojarse a las aguas frías del sur. Ni toda la sal del Atlántico borrará nunca su paso por la tierra. La poesía de Alfonsina Storni no duerme ninguno de los sueños del olvido, ni del silencio, ni de la nada.
Voy a dormir
Alfonsina Storni
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias… Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.
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Escritora y periodista. En 2002 publicó “Hojas de Otoño”, y en 2007 “América y otros cafés” fue editado por la Editorial El Perro y La Rana de Venezuela. Participó en las antologías Amanecieron de bala, panorama actual de la joven poesía venezolana, El Corazón de Venezuela, Patria y Poesía, y Antología Poética a Bolívar. “Voces del Sur”, libro que recoge reseñas sobre escritores y libros, fue publicado en 2015 por Fundarte.
Articulista de opinión en medios impresos y digitales venezolanos y latinoamericanos. Colaboró con trabajos periodísticos en Argenpress Cultural, Prensa Latina y el semanario del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Todos Adentro.