Compartir:

Joharys Serrano es una migrante zuliana que dejó su vocación docente en Venezuela para reinventarse en Argentina. Entre arepas, tequeños y sopas, su local se transformó en un punto de encuentro donde argentinos y venezolanos comparten sabores, historias y un puente cultural que crece cada día.

Entré al Rincón de la arepa por casualidad. Descubrí el local cuando me mudé a la zona norte de Buenos Aires y empecé a reconocer el territorio. El nombre hablaba mi idioma: no lo dudé. El bullicio, las risas, la tonada me reconfortaron de inmediato. El pequeño restaurante venezolano está atendido por maracuchos —así se llama a quienes son del estado de Zulia, en el occidente venezolano—. El ambiente es como entrar a la casa de unos vecinos fiesteros que te convidan una buena arepa o una empanada rellena de casi todo lo habitual en Venezuela: queso, carne mechada, jamón y pollo, entre otros sabores.

La dueña es una zuliana de pura cepa. Habla fuerte y se ríe sin dejarse nada por dentro. Si uno tiene la suerte de asomarse a la cocina, se escuchan las voces de varias mujeres que, entre pedidos y órdenes típicas de cualquier cocina, se cuentan la vida, las novedades de la familia que quedó allá y de quienes acaban de llegar.

Los tequeños y las arepas son los platos más solicitados en Rincón de la Arepa, en la calle Belgrano al 2400, pleno corazón de Munro. La dueña es Joharys Serrano, nacida en Machiques, una ciudad a los pies de la Sierra de Perijá, en la frontera con Colombia.

De Machiques a Santa Marta, de Colombia a Argentina

Como muchos venezolanos que emigraron, Joharys llegó a Colombia en 2016. Hizo un poco de todo para ayudar a la familia que se quedó en Machiques. Con dos hijas —Grecia y Greimarys— y su pareja, Josmar, comenzó la primera etapa de una historia que más tarde, en 2018,  desembocaría en Argentina.

Aunque su vocación siempre fue la docencia, terminó en la cocina. Emigrar es empezar de cero: dejar atrás no solo los afectos, sino también lo que uno era. Su sueño estaba claro: ayudar a sus hermanas, darles a sus hijas una vida mejor y mirar hacia adelante con la certeza de que había futuro. Y lo logró.

Su vínculo con la cocina viene de la infancia. Es la mayor de tres hermanas. Cuando perdió a su mamá a los 11 años, ayudó a su padre a mantener la casa. Soy docente de preescolar, en educación no convencional. Para eso nací. La comida fue un golpe de suerte que me dio la vida y ni me lo esperaba. Siempre he cocinado porque en casa me tocó: mi mamá no estaba y mi papá trabajaba”.

En Venezuela convirtió su casa en un salón de clases apenas terminó la secundaria. cAtendía a 60 niños diarios, en tres turnos. Estudiaba los fines de semana porque no tuve otra opción. Nunca tuve una buena situación económica. Crié a Grecia en medio de un salón de clases. Cuando empezó la crisis —que se agudizó después de 2015— los padres ya no podían pagar ni una semana de clases”. Ahí comenzó a cocinarse la idea de emigrar.

Llegó a Colombia creyendo que estaría tres meses, pero se quedó dos años. Lo que ganaba no alcanzaba para ayudar a toda la familia, así que puso la brújula en otra dirección.

Rincón de la Arepa” y un sueño que no termina

Para llegar a Argentina contó con la ayuda de un primo que le ofreció un pasaje sin retorno. Joharys ajustó todas las cuerdas. Juntó a sus dos hermanas, tres sobrinas y sus dos hijas en una misma casa en Cabimas para asegurarse de que no les faltara comida ni abrigo. “Siempre estuvo en mi cabeza traerme a las siete”, asegura esta zuliana que hoy considera a Argentina “su país”.

Durante más de tres años trabajó en un comercio asiático, en una verdulería. En unas habitaciones del fondo se instaló con su esposo y, tiempo después, pudieron traer a las niñas. Esa primera etapa laboral la recuerda con una mezcla de gratitud y pesadumbre. Trabajaba entre 13 y 14 horas al día para ahorrar lo necesario. Ya con sus hijas en el país, se replanteó su vida laboral. Estuvo a punto de regresar a Venezuela. “No había podido mostrarle lo lindo del país a las niñas. El domingo, mi único día libre, tenía que lavar, hacer todo lo que no podía durante la semana. A las 9 de la noche empezaba a cocinar o a hacer lo que ellas habían dejado pendiente”.

Finalmente, Joharys, Josmar y sus dos hijas se mudaron a Villa Ballester. Gracias a los vínculos que se fueron tejiendo, apareció la gran oportunidad: “Rincón de la Arepa”. El negocio pertenecía a otros venezolanos que estaban por emigrar a Estados Unidos. El fondo de comercio valía exactamente lo que Joharys había conseguido ahorrar para volver a Machiques. Se animó. Y menos mal que lo hizo.

Hoy, Joharys Serrano no es solo una venezolana en Argentina. Es una mujer que le tendió la mano a sus hermanas. Como ella misma dice, “tiene puesta la 10” para sostener la esperanza de sus hijas: venezolanas que ya llevan a Argentina en el corazón. Agradecida de todo lo conseguido agrega una consideración final: “Sin creerme que pueda haber logrado tanto. Segura estoy, que sin la ayuda de Dios sería imposible”.

Joharys trabaja y da trabajo. Vende arepas, tequeños y unas sopas increíbles los sábados. Hay muchos venezolanos que van a encontrarse y reencontrarse con los sabores que quedaron lejos, y también muchos argentinos que descubren que la cocina venezolana tiene color, sabor, memoria y futuro. Casi nadie es indiferente a un tequeño en Argentina. La cocina venezolana ha ido entrando en el imaginario gastronómico del sur, tendiendo un puente entre dos pueblos que empiezan a reconocerse. El 70 % de la clientela de “Rincón de la Arepa” es argentina. Un dato poderoso que narra la huella que ha dejado una de las migraciones más importantes de América Latina en los últimos años.

DS/RL


Contenido relacionado:

De Sevilla al Cono Sur: Pablo García de Castro y su experiencia migrante en Latinoamérica

Vivir entre lenguas: el portugués como desafío, el español como oportunidad 

La moda rápida: crisis ambiental y explotación laboral según Nasreen Sheikh

Equipo periodístico |  + notas

Escritora y periodista. En 2002 publicó “Hojas de Otoño”, y en 2007 “América y otros cafés” fue editado por la Editorial El Perro y La Rana de Venezuela. Participó en las antologías Amanecieron de bala, panorama actual de la joven poesía venezolana, El Corazón de Venezuela, Patria y Poesía, y Antología Poética a Bolívar. “Voces del Sur”, libro que recoge reseñas sobre escritores y libros, fue publicado en 2015 por Fundarte.

Articulista de opinión en medios impresos y digitales venezolanos y latinoamericanos. Colaboró con trabajos periodísticos en Argenpress Cultural, Prensa Latina y el semanario del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Todos Adentro.


Compartir:
Mostrar comentariosCerrar comentarios

Deja un comentario