El 3 de junio de 2015, una multitud desbordó la Plaza del Congreso en Buenos Aires con una consigna simple y contundente: Ni Una Menos. Era la respuesta urgente a una larga lista de femicidios que finalmente hizo estallar las voces tras el crimen de Chiara Páez, una adolescente asesinada por su novio. Se trató, además, del inicio de un proceso de transformación política, social y cultural sin precedentes en Argentina y, muy pronto, en buena parte del mundo.
Ni Una Menos nació como una convocatoria impulsada por un grupo de periodistas, escritoras, artistas y activistas feministas. Pronto, ese grito se convirtió en un movimiento y en una plataforma política que articuló demandas históricas de los feminismos populares. Lo que emergió aquel 3 de junio fue una fuerza colectiva que logró trasladar la violencia machista desde el ámbito de lo privado a la escena pública y estatal.
Con el tiempo, Ni Una Menos se consolidó como un espacio plural y transgeneracional que no solo denunció las violencias, sino que también propuso nuevas formas de organización, de lenguaje y de justicia. Fue una de las mayores expresiones del feminismo latinoamericano contemporáneo y un punto de inflexión que marcó el inicio de un nuevo ciclo político y cultural.
El efecto Ni Una Menos: políticas, leyes y disputas de sentido
La irrupción de Ni Una Menos modificó profundamente el paisaje político argentino y puso en tensión sentidos históricamente sedimentados. Por ello desde Refugio Latinoamericano conversamos con Celeste Perosino—integrante de la asamblea de NUM, Movida Ciudad y de la Colectiva de Intervención Ante las Violencias (CIAV)—quien nos comparte este recorrido en el que se fueron resignificando posiciones, conceptos y análisis de las violencias.
“Potenciado por el avance de la cuarta ola feminista y la irrupción de Ni Una Menos, el 3 de junio de 2015 va a ser un año bisagra en la visibilización de las violencias contra las mujeres generando nuevas políticas públicas y una serie de debates y complejización de sus lecturas”, analizó. Además, en sus inicios, ya comenzaba a denunciar las distintas tipologías de la violencia a la que se encuentran expuestas las mujeres: “En el primer manifiesto de NUM, la violencia femicida atraviesa todo el comunicado y la desaparición de mujeres se vincula exclusivamente a la trata de personas. Ya para 2016 empieza a crujir esta vinculación automática entre trata y desaparición dando cuenta en los comunicados que la desaparición también se vincula a las economías ilegales que habilitan nuevas formas de violencias”, agregó. “Vemos que se comienza advertir una simplificación de fenómenos complejos como la desaparición de mujeres o el uso sesgado del delito de trata. Con NUM, esas tensiones, entre otras, estallaron públicamente y obligaron a una revisión del aparato estatal y mediático”.

A su vez, el femicidio de Micaela García en 2017, una joven militante del movimiento, visibilizó con crudeza la responsabilidad institucional en los crímenes por razones de género y reforzó el reclamo de una justicia con perspectiva feminista. Este crimen visibilizó por primera vez y con gran potencia la desaparición por femicidio.
En el primer manifiesto de NUM, la violencia femicida atraviesa todo el comunicado y la desaparición de mujeres se vincula exclusivamente a la trata de personas. Ya para 2016 empieza a crujir esta vinculación automática entre trata y desaparición dando cuenta en los comunicados que la desaparición también se vincula a las economías ilegales que habilitan nuevas formas de violencias
Ya para el 2018, se marca un nuevo hito en esta secuencia: en los comunicados de NUM la desaparición se construye ahora como una consigna independiente al reclamo por trata y explotación sexual. En este mismo año se sanciona la ley de capacitación obligatoria a los tres poderes en género y violencia de género que lleva el nombre de Micaela.s.
Celeste destaca, también, los cambios más significativos que se produjeron a partir de 2015 en Argentina:
- La creación de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM).
- La puesta en funcionamiento del Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina (RNFJN).
- La conformación de la Unidad de Registro y Seguimiento de Femicidios en la Secretaría de Derechos Humanos.
- La sanción de la Ley Micaela, que establece la capacitación obligatoria en género para todos los poderes del Estado.
- La legalización del aborto en 2020, tras años de lucha feminista organizada.
- La aprobación de la Ley de cupo laboral travesti-trans (Ley Diana Sacayán-Lohana Berkins).
Una consigna que traspasó fronteras
Desde 2015, el grito de Ni Una Menos trascendió las fronteras argentinas y se replicó en decenas de países. En Perú, más de 200.000 personas salieron a las calles en 2016 en la marcha “Ni Una Menos Perú”, tras la impunidad en el caso de Arlette Contreras. En México, la consigna se articuló con la lucha contra los feminicidios en Ciudad Juárez y se extendió a todo el país, en el contexto de miles de mujeres desaparecidas y asesinadas. En Chile, se integró a las demandas de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres y al trabajo performático del colectivo Las Tesis, cuya canción “Un violador en tu camino” se convirtió en viral.
En Brasil, el movimiento se encontró con la lucha contra los femicidios de mujeres negras y las múltiples formas de violencia institucional. En Bolivia, se potenció tras el asesinato de varias jóvenes a manos de sus parejas, y se convirtió en un grito también contra la justicia patriarcal. En Colombia, la consigna se articuló con los reclamos de las mujeres víctimas del conflicto armado, así como con el movimiento contra los feminicidios en zonas rurales. En Uruguay, Paraguay y Ecuador, las movilizaciones feministas también adoptaron la consigna, adaptándola a sus contextos y exigiendo marcos normativos que reconozcan y enfrenten la violencia de género.

En Europa, las movilizaciones con pancartas de “Ni Una Menos” se repitieron en Madrid, Roma, Berlín, París y Varsovia. En Italia, el colectivo Non Una Di Meno se inspiró explícitamente en el modelo argentino y organizó masivas protestas contra la violencia machista. En Turquía, colectivos feministas kurdos adoptaron la consigna como herramienta de denuncia ante los femicidios impunes y los crímenes de odio contra mujeres y disidencias.
Uno de los hitos de esta expansión fue la Huelga Internacional Feminista del 8 de marzo de 2017. Coordinada inicialmente entre organizaciones de Argentina, Polonia e Italia, la huelga se replicó en más de 50 países con la consigna “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”. Esa jornada demostró que Ni Una Menos no era solo una consigna, sino un dispositivo político con capacidad de movilización global.
La transnacionalización del NUM no implicó una exportación automática, sino una apropiación situada. Cada territorio resignificó la consigna según sus contextos de violencia, organización y resistencia. Pero el núcleo fue común: denunciar la violencia patriarcal como estructural, exigir políticas públicas y disputar el sentido de la justicia.
Como destaca la socióloga feminista e investigadora Luci Cavallero, el 3 de junio se convirtió en un día de protesta contra el femicidio, pero también contra todas las formas de violencia económica, política, laboral, judicial, mediática. La consigna Ni Una Menos sintetiza un programa político que exige una transformación radical de la vida. Cavallero también advierte que el movimiento planteó una lectura integral de la violencia que la vincula con las políticas económicas, con las condiciones materiales de existencia y con los modelos de endeudamiento que pesan sobre las mujeres y disidencias.
Feminismos en movimiento: Ni una migrante menos y la reforma migratoria
En Buenos Aires, la potencia del NUM fue abrazada también por mujeres migrantes organizadas. Así nació Ni una migrante menos, un colectivo que denuncia la violencia interseccional que viven las migrantes por su género, origen, clase y situación migratoria. Como analiza la investigadora Natalia Gavazzo, estas mujeres se alejaron del lugar de víctimas pasivas para transformarse en actoras políticas fundamentales en los territorios que habitan.
La consigna de Ni una migrante menos denuncia el racismo institucional, la exclusión del sistema de salud, el trabajo no registrado, la falta de acceso a la vivienda y la violencia institucional. Reivindican el derecho a migrar, a ser reconocidas como sujetas de derechos y a construir comunidad desde el feminismo popular. El colectivo ha intervenido en movilizaciones, campañas de sensibilización, acciones legales y redes de apoyo comunitario, demostrando que la migración también es un terreno de lucha feminista.
En países como Chile, México o Colombia, los movimientos feministas también han comenzado a incorporar las voces de mujeres migrantes, en su mayoría provenientes de Venezuela, Haití o Centroamérica, quienes enfrentan obstáculos adicionales para acceder a derechos básicos y denunciar violencias. En muchos casos, la irregularidad migratoria o el racismo institucional las expone al silencio o la expulsión.
En la coyuntura actual, este reclamo adquiere mayor urgencia. La reciente reforma migratoria impulsada por el gobierno argentino endurece las condiciones de regularización y habilita expulsiones sin debido proceso, entre otras medidas que vulneran los derechos humanos más básicos y contradicen tratados internacionales. Esta política no solo criminaliza la migración, sino que expone a las mujeres migrantes a una mayor precarización, desprotección frente a la violencias de género y riesgo de invisibilización.
La lucha es común: la de un feminismo que reconozca todas las opresiones, que desafíe las fronteras y que construya nuevas formas de justicia al grito de “Vivas y libres nos queremos”.
A diez años, el grito sigue vivo
A diez años de su primera convocatoria, el movimiento Ni Una Menos es una práctica colectiva que sigue disputando sentidos, tejiendo redes, exigiendo justicia y resistiendo retrocesos.
Tal como explica Celeste Perosino, el NUM permitió visibilizar que las violencias contra las mujeres y personas LGBTI+ son estructurales. Mostró que la violencia doméstica es la consecuencia de nuestra estructura social, que se conjuga con las violencias económicas, con el endeudamiento y la precarización del trabajo. Expuso que esta violencia no se resuelve solo con políticas específicas sino también con políticas laborales y económicas.
Mientras haya una sola mujer asesinada, desaparecida, violentada, mientras las condiciones estructurales que reproducen esa violencia no se transformen, el grito seguirá resonando. Porque Ni Una Menos no es solo una consigna: es una forma de estar juntas en el mundo.
A diez años del primer 3J, el movimiento continúa escribiendo historia: en cada territorio, en cada organización colectiva y en cada consigna que se vuelve acción.
Imagen de portada y nota: Instagram de Ni Una Menos.
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Antropóloga. Se especializa en el campo de la antropología forense, particularmente en temas como las desapariciones en democracia y la violencia de género. Su familia tiene raíces en Alessandria, Calabria, Cataluña y Roma. Le gusta el mar, escribir, viajar y conocer nuevas historias.