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El informe “Rechazados” (2025) de Médicos Sin Fronteras (MSF) documenta el impacto de las nuevas políticas migratorias en América y sus consecuencias humanitarias. Tras el endurecimiento de las políticas migratorias, miles de personas quedaron atrapadas entre la violencia, las violaciones a los DDHH, la falta de atención médica y el sufrimiento silencioso. En diálogo con Refugio Latinoamericano, Víctor Escobar, responsable de operaciones de MSF para América Latina, detalla las secuelas invisibles que sufren las personas migrantes en este contexto.

“Estuvimos cautivos 60 días. Me golpearon en la cabeza, me sacaron una muela y me metieron una pistola en la boca para llamar a mi hijo en Estados Unidos. Pagaron rescate y nos liberaron, pero ahora no sabemos qué hacer. Mi familia nos espera allí, pero con este Gobierno estadounidense no tenemos salida”.

El testimonio de un migrante venezolano en Ciudad Juárez sintetiza la realidad que describe el más reciente informe de Médicos Sin Fronteras (MSF), publicado en agosto bajo el título Rechazados, disponible en su página oficial.

Médicos Sin Fronteras (MSF) es una organización médico-humanitaria fundada en 1971 en París, Francia, que brinda asistencia de emergencia a poblaciones en crisis (víctimas de conflictos armados, epidemias, desastres naturales o exclusión del sistema sanitario). Su misión es ofrecer atención médica rápida, imparcial e independiente, con el fin de salvar vidas y aliviar el sufrimiento allí donde los sistemas locales no logran responder y los recursos escasean.

El documento realizado en base al impacto de las políticas anti-inmigración encabezada por Donald Trump expone cómo los cambios recientes en la política migratoria de Estados Unidos —y las reacciones en cadena en México y Centroamérica— han dejado a decenas de miles de personas atrapadas, en riesgo y con un futuro incierto.

Un giro político con impacto regional

El 20 de enero de 2025, en su primer día de regreso al poder, Donald Trump firmó una serie de órdenes ejecutivas que cerraron las principales vías de acceso al asilo en la frontera sur. Entre ellas, la suspensión abrupta del programa CBP One, una aplicación móvil de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (ICE, por sus siglas en inglés) que, tras haber sido creada en 2020 para programar inspecciones comerciales, fue utilizada durante la administración Biden para que las personas migrantes solicitaran citas de asilo en los puertos de entrada.

La medida dejó a unas 300 mil personas varadas en México, sin alternativa legal para continuar su trayecto. A esto se sumó una creciente militarización, redadas y detenciones arbitrarias, no solo en Estados Unidos, sino también en México, Guatemala, Honduras y Panamá, donde los gobiernos reforzaron sus propios controles.

Según Médicos Sin Fronteras (MSF), esta política de externalización de fronteras convirtió a México en un embudo migratorio y a Centroamérica en una zona de tránsito bloqueado. Lo que antes era un flujo constante hacia el norte se transformó en rutas clandestinas más peligrosas, retornos forzados y migrantes atrapados sin estatus legal.

Viajes detenidos, rutas más riesgosas

Tapón del Darién, Panamá (Agosto de 2023). Foto de Natalia Romero Peñuela© para el informe Rechazados de MSF

El informe de Médicos Sin Fronteras (MSF) registra una caída drástica en el tránsito migratorio por el Darién, la selva panameña que conecta Sudamérica con Centroamérica. Según el Servicio Nacional de Migración de Panamá, mientras en 2020 ingresaron por esta ruta 8.594 personas, en 2023 se alcanzó un récord histórico de 520.085 cruces. En 2024, 302.203 personas atravesaron la selva, principalmente de origen venezolano (68%), colombiano (8%), ecuatoriano (8%), chino (5%) y haitiano (4%).

Sin embargo, en 2025 la cifra se desplomó un 98%: entre enero y marzo apenas 2.831 personas cruzaron el Darién. Muchas familias, sin recursos ni apoyo, emprendieron el regreso hacia el sur o buscaron rutas alternativas, incluso marítimas, con el consecuente riesgo de naufragios y desapariciones.

En paralelo, MSF documentó separaciones familiares, deportaciones en condiciones degradantes y un aumento de estafas y abusos perpetrados por redes criminales.

“Los traficantes siguen ofreciendo paquetes en redes sociales, pero esas rutas exponen a los migrantes a violencia, explotación y extorsión”, advirtió un médico de la organización en Ciudad Juárez.

México, por su parte, se convirtió en un país de destino forzado. Las solicitudes de asilo —que eran 2.000 en 2014 y llegaron a 140.000 en 2023— volvieron a dispararse este año, con un promedio de 250 nuevas peticiones diarias en 2025. Pero los procedimientos son lentos y arbitrarios: los solicitantes deben desplazarse entre oficinas distantes y zonas inseguras, sobreviviendo en barrios marginales o alquileres precarios controlados por el crimen organizado.

Los albergues, desbordados y con menos recursos tras los recortes internacionales, ya no alcanzan a cubrir la demanda. Muchos migrantes optan por ocultarse, temiendo ser perseguidos o criminalizados, lo que dificulta aún más su acceso a la atención médica y a servicios básicos.

Las cicatrices invisibles

MSF en Ciudad Juárez, México (Marzo de 2025). Foto: Yotibel Moreno© para el informe Rechazados de MSF

Entre enero de 2024 y mayo de 2025, Médicos Sin Fronteras (MSF) atendió a casi 3.000 sobrevivientes de violencia sexual y brindó más de 17.000 consultas de salud mental a personas migrantes que habían sufrido torturas, secuestros, robos, explotación laboral y sexual.

Los equipos médicos alertan sobre un repunte de casos graves de depresión, ansiedad y desesperanza, especialmente en el sur de México y en la Ciudad de México, donde se concentran los principales puntos de retención y espera.

Los testimonios reunidos en el informe Rechazados son desgarradores: madres hondureñas que esperaron durante meses una cita para el asilo y fueron abandonadas tras la suspensión de CBP One; hombres colombianos que huyeron de grupos armados y hoy sobreviven sin rumbo en albergues; familias venezolanas que regresan sin recursos después de ser devueltas desde Estados Unidos.

Voz desde el terreno

Víctor Escobar, responsable de operaciones de MSF para América Latina. Foto: gentileza.

En diálogo con Refugio Latinoamericano, Víctor Escobar responsable de operaciones de Médicos Sin Fronteras (MSF) para América Latina advierte sobre las consecuencias invisibles de las políticas migratorias actuales y la creciente criminalización de las personas migrantes:

—¿Cómo afectan las políticas migratorias actuales a la salud mental de las personas migrantes?

Muchas de las personas que atendemos están atravesando un proceso de duelo. Al principio fue como una negación; ahora aceptan que no podrán llegar a Estados Unidos y enfrentan una nueva realidad. Viven bajo mucha presión, ansiedad extrema y miedo. Muchas veces no tienen ni comida, ni alojamiento, ni medicinas. Los casos severos de salud mental han aumentado y muchos requieren tratamiento farmacológico.

—¿Por qué se ha vuelto más difícil para estas personas recibir atención médica?

La migración se volvió más dispersa e invisible. La gente teme acercarse a pedir ayuda porque teme ser criminalizada. Algunos ni siquiera saben que pueden recibir atención. Esto ha hecho que algunas personas eviten acercarse a entidades públicas y organizaciones para acceder a servicios básicos. También es más difícil para las ONG localizar y atender a estas personas.

—¿Qué consecuencias deja esta situación en el largo plazo?

—Hay una crisis humanitaria silenciosa. Muchas personas quedaron varadas, sin posibilidad de avanzar ni de volver. No tienen recursos, ni seguridad, ni acceso a servicios básicos. Y como están más dispersas y escondidas, cuesta mucho encontrarlas y atenderlas. El sufrimiento es real, aunque no siempre se vea.

—¿Cómo se puede comunicar esta crisis sin caer en la deshumanización o el sensacionalismo?

—Muchos medios replican narrativas que estigmatizan al migrante y lo presentan como una amenaza. Esto es peligroso: justifica la violencia institucional, alimenta el rechazo social y bloquea el acceso a la ayuda. Hay que cambiar el enfoque. No se trata de controlar cuerpos, sino de proteger vidas.

Las organizaciones humanitarias, sin recursos

El cierre de la agencia estadounidense USAID —la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, encargada de promover la asistencia y el desarrollo en contextos de crisis—, junto con el recorte general del financiamiento internacional, obligó a cerrar a muchas organizaciones y entes internacionales, quedando MSF como una de las organizaciones que se mantiene gracias a su financiamiento independiente.

“El sistema humanitario de la región no está preparado para responder a la magnitud del problema”, advierte el informe Rechazados.

En México, algunas de sus clínicas móviles continúan operando, aunque con capacidad limitada para responder a una crisis que no deja de expandirse. La consecuencia es un vacío de protección en el que las organizaciones humanitarias ya no logran cubrir las necesidades más básicas: atención médica, apoyo legal, alojamiento y alimentación.

Un llamamiento urgente

El documento concluye con un mensaje claro: los gobiernos de América deben renunciar a la militarización y la disuasión como ejes de su política migratoria. MSF exige garantizar el acceso al asilo, la atención médica y la protección contra la violencia, desde los abusos institucionales hasta el crimen organizado.

No olvidemos que, en última instancia, todos venimos de otro lugar y que los seres humanos no poseen espacios, y que no valen más por estar en el lugar donde crecieron o donde nacieron. Todos valemos igual, independientemente de dónde hayamos crecido (Miembro de MSF en México).

Mientras los gobiernos levantan muros visibles e invisibles, miles de personas migrantes siguen varadas, heridas y rechazadas. Y aunque las nuevas políticas busquen invisibilizarlas o criminalizarlas, resulta urgente que los gobiernos del mundo reposicionen la vigencia de los derechos humanos en el orden internacional del siglo XXI.

Imagen de portada: Tapón del Darién, Panamá (Octubre de 2023). Foto de Juan Carlos Tomasi© para el informe Rechazados de MSF


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Equipo periodístico |  + notas

Es licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y Locutor Nacional por el ISER. Con amplia experiencia como cronista de exteriores, su interés está centrado en la visibilización de las problemáticas de minorías que suelen quedar fuera de la agenda de los grandes medios.

Su historia familiar está atravesada por la migración: su abuelo llegó desde Grecia escapando de la guerra, y tanto sus padres como él vivieron la experiencia de la migración interna.


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