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Inaugurado en mayo de 2025, en el corazón portuario de Rotterdam (Países Bajos), el Museo FENIX apuesta por una curaduría viva y comprometida con la experiencia migrante. A través del arte, la memoria y el trabajo directo con las comunidades, este espacio propone un encuentro y una relectura del pasado y el presente de quienes cruzan fronteras en busca de un futuro mejor. En tiempos de discursos de odio y políticas anti-migratorias, esta propuesta nos recuerda que migrar también es un acto de creación y narración.

El pasado 16 de mayo, en la ciudad de Rotterdam, abrió sus puertas el Museo Fenix, un espacio con una propuesta estética potente y urgente: abordar la experiencia migrante como un fenómeno universal a través del arte, la memoria y la participación comunitaria. En un contexto atravesado por el avance de discursos xenófobos y políticas antiinmigrantes, FENIX se constituye como un espacio cultural que interpela, escucha y reconstruye relatos silenciados. La inauguración contó con la presencia la reina Máxima de los Países Bajos —ella misma una migrante argentina—, cuya presencia subrayó, simbólicamente, el cruce entre identidades, pertenencias y trayectorias de vida que el museo busca visibilizar.

Desde Refugio Latinoamericano dialogamos con Milou Bollen, responsable de prensa y portavoz del Museo FENIX de Rotterdam. En esta entrevista exploramos cómo una institución cultural puede convertirse en un espacio vivo donde las historias no solo se exhiben, sino que se escuchan, se sienten y se resignifican. Porque un museo puede ser más que un lugar de exhibición, y puede convertirse en un espacio de escucha real.

Aquí, Milou nos cuenta cómo dicho espacio se convirtió en un punto de encuentro entre el diálogo, el arte, la memoria y la experiencia migrante. Un espacio en el corazón de la ciudad de Rotterdam (Países Bajos) que desde hace algunos años viene apostando por una curaduría comprometida con las historias de quienes cruzaron fronteras.

En los últimos años, muchos museos comenzaron a replantearse su rol frente a temas urgentes como los derechos humanos, la memoria y la movilidad humana. Los museos ya no son solo espacios para mirar obras; también pueden ser lugares donde se cuentan historias silenciadas, donde incluso se resignifican las memorias de quienes cruzaron fronteras.

En ese marco, el Museo FENIX asumió el desafío con claridad: se trata de una institución que viene trabajando de forma sostenida el tema de la migración a través del arte. Una institución que ha decidido mirar la migración no como un fenómeno externo, sino como parte viva de nuestra identidad colectiva.

El museo y su identidad

Para empezar, ¿cómo definiría el concepto del museo?

—Fenix no es simplemente un museo; es un viaje al corazón de la experiencia humana, donde el tema universal de la migración se refleja a través del arte. El museo no asume una postura política sobre la migración, pero busca contribuir a una mayor comprensión y conexión en torno a este tema. No ofreciendo respuestas predefinidas, sino planteando preguntas. Estas preguntas las formulan los artistas. Más de cien artistas de todo el mundo permiten a los visitantes observar la migración a través de su obra: lo que significa decir adiós, huir, buscar la felicidad o finalmente volver a casa.

A veces olvidamos que la migración no se trata solo de “los otros”. El deseo de construir una vida mejor, para uno mismo o para los hijos, es universal y humano. Eso es precisamente lo que queremos mostrar: el lado emocional y humano de la migración. Nuestro museo debe estimularte; debe hacer algo por ti. Solo entonces se pone en marcha algo. Queremos que los visitantes se vayan con sus propias preguntas y sentimientos. No con una respuesta fija, sino con su propia perspectiva.

Nuestra ubicación, un almacén histórico transformado con vistas al puerto de Rotterdam, subraya este viaje profundamente humano. Fenix se encuentra en lo que antiguamente formaba parte del almacén de transbordo más grande del mundo, situado en la península de Katendrecht, en el histórico distrito portuario de Rotterdam, en la orilla sur del río Mosa. Se encuentra frente al célebre Hotel New York, un edificio de finales del siglo XIX que albergó la sede de Holland América Line. Fue desde los muelles que rodeaban este almacén desde donde millones de emigrantes europeos embarcaron, con destino a países como Estados Unidos y Canadá desde finales del siglo XIX, incluyendo figuras notables como Albert Einstein, Willem de Kooning y Max Beckmann. La salida y llegada de personas hicieron de Rotterdam la ciudad que es hoy, moldeada por las más de 170 nacionalidades de sus habitantes. Fenix surgió del deseo de destacar este tema central que ha moldeado la ciudad y continúa moldeando el mundo.

El arte como herramienta para hablar de la migración

¿Qué tipos de obras de arte o artistas eligen para explorar este tema?

—Como te comenté anteriormente, Fenix da espacio a más de cien artistas de todos los continentes. Demuestran que la migración es atemporal y universal. Además de la colección de arte internacional, se puede ver el Laberinto de Maletas, compuesto por dos mil maletas donadas por particulares. También está la exposición de fotografía documental The Family of Migrants, con casi 200 fotos sobre el tema de la migración, creadas por 136 fotógrafos en 55 países. En la planta baja se encuentra Plein: una plaza cubierta de la ciudad de 2.000 metros cuadrados que está abierta a las ideas de todos para crear programas junto con Fenix. Varias cocinas en Fenix también cuentan historias sobre la migración: en la cafetería y panadería del museo, la heladería y en Plein. La obra de arte más grande y llamativa de Fenix es el Tornado Metálico de treinta metros de altura, donde dos escaleras entrelazadas se elevan desde el atrio a través del techo de cristal sobre el almacén y se unen de nuevo en la cubierta panorámica.

El “Tornado Métalicoç” en el Museo Fenix. La obra, que celebra la movilidad y la memoria, fue diseñada por el arquitecto chino Ma Yansong, integrante y fundador de MAD Architects (un estudio de arquitectura centrado en diseños futuristas que celebran la interpretación oriental de la naturaleza). Foto: Unsplash.

Participación, comunidad y lugar

¿Cómo se relaciona el museo con las comunidades migrantes o con las personas que han pasado por la migración y cómo responde el público a estas iniciativas?

Fenix colabora activamente con las comunidades de Rotterdam. Muchas obras de arte incluyen contribuciones personales: personas prestan objetos, comparten sus historias o participan en talleres. Plein, nuestra gran plaza pública, tanto interior como exterior, se gestiona en colaboración con los residentes locales y organiza cenas comunitarias, cafés lingüísticos y encuentros culturales, convirtiendo el museo en un lugar de encuentro dinámico.

¿Han incluido las voces de los migrantes directamente en la curaduría o en las propias obras?

—Se ha invitado a miembros de la comunidad local a prestar objetos personales que narran su propia historia de migración, sus raíces culturales o los viajes que emprendieron para llegar a su nuevo hogar en los Países Bajos. Estos objetos se exhiben en la colección de arte internacional.

Planes de futuro y reflexiones personales

¿Qué proyectos o exposiciones futuras relacionadas con la migración tienen en mente?

—Rotaremos regularmente obras de la colección de arte internacional. También estamos trabajando en exposiciones temporales. En cuanto tengamos más información, la compartiremos a través de nuestros canales de difusión, pero estamos trabajando activamente en ello.

Imagen de una persona migrante cargando una maleta de cuero marrón.

Cuando los museos hablan de migración

La migración, más allá de las fronteras, también pasa por la memoria, el cuerpo y el arte. Espacios como este museo nos invitan a pensar y a apreciar, desde un lugar más humano y sensible, las formas de habitar el mundo. El museo, más alláde historizarlas, demuestra que también desde las salas y las paredes se puede acompañar, visibilizar y abrazar a quienes cruzan fronteras buscando una vida digna.

Haciendo un breve paréntesis, no hay que olvidarse que, a comienzos de junio, el dirigente neerlandés Geert Wilders del Partido por la Libertad se retiró de la coalición gubernamental debido a desacuerdos en políticas migratorias. El representante de ultraderecha había pedido que se tenga en cuenta un anexo en donde buscaba agregar algunas medidas como restringir el acceso de refugiados, cerrar las fronteras a los solicitantes de asilo y reforzar la vigilancia fronteriza con participación del Ejército. No es un dato menor teniendo en cuenta que en los Países Bajos, aproximadamente el 13.5% de la población total son inmigrantes, lo que equivale a alrededor de 2.35 millones de personas, según datos de la ONU.

En un tiempo marcado por desplazamientos y exilios, este museo evidencia que la cultura no solo preserva memorias, sino que también puede ser un espacio vivo para narrar las experiencias fundamentales de la movilidad humana. Porque migrar no es solo moverse: es también un acto de creación biográfica, individual y colectiva, que resignifica identidades y territorios. Y que hay espacios —como este— donde esas historias encuentran un lugar donde ser contadas. En tiempos de muros y discursos de odio, el Museo FENIX ofrece otra cosa: un lugar donde las historias migrantes se cuentan desde adentro. Donde el arte no adorna, sino interpela. Donde migrar no es sólo desplazarse, sino existir y ser escuchado. 


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Es periodista, escritor, guionista y ex vicepresidente de la Sociedad Argentina de Escritores. Nació en Rosario y reside en Mar del Plata desde 1984. Actualmente publica artículos de opinión en el diario Nueva Tribuna y en Público, ambos medios gráficos de Madrid, España. Además, colabora con la sección Cultura del diario La Capital de Mar del Plata.


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