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Pablo García de Castro, un sevillano de 36 años, relata que su travesía comenzó en 2012, cuando apenas tenía 22. Lo que inicialmente comenzó como un intercambio estudiantil de seis meses en Uruguay, se transformó en un periplo de más de una década por el Cono Sur, marcado por la búsqueda de empleo, la construcción de una nueva identidad y la formación de una familia bicultural.

El protagonista de esta historia es Pablo García de Castro, un profesor universitario español y padre de familia que está radicado en Argentina desde hace siete años. Sin embargo, su viaje migrante empezó mucho antes, en 2012, cuando decidió salir de la ciudad de Sevilla y trasladarse a Montevideo para terminar sus estudios universitarios en Comunicación.

Lo que en principio fue para él un plan de intercambio estudiantil de seis meses, terminó siendo una determinación de cambio, fuertemente influenciada por el contexto en el que se encontraba España en aquel momento. “En 2012 todavía había cierta inestabilidad económica en mi país, a partir de la crisis iniciada en 2008 con la burbuja inmobiliaria. Había mucho desempleo juvenil”, afirma Pablo.

La vida en el Uruguay

Pablo relata que tenía una curiosidad muy grande por América Latina y que siempre tuvo en mente la posibilidad de buscar trabajo en Uruguay. Desde el momento en que aterrizó en Montevideo, sintió una cálida bienvenida y le gustó la seguridad y la tranquilidad que le transmitía la ciudad. Además, la Rambla y Ciudad Vieja le recordaban mucho a Cádiz, ubicada en la región de Andalucía. En retrospectiva, sin haberlo planificado mucho, se dio cuenta de que instalarse en la capital uruguaya fue una buena decisión. “Los migrantes viajan para buscar un proyecto de vida mejor al que tenían en su tierra de origen. En general, son personas que tratan de aportar valor al país al que llegan”, sostiene el entrevistado.

Además de Montevideo, Buenos Aires también era un destino atractivo para García de Castro, por pertenecer a países con una historia de acogida de inmigrantes. Él sintió que iba a ser más fácil integrarse, al compartir hábitos, idioma, tradición religiosa y cultura similares. “Supongo que, por la distancia cultural, si me hubiese instalado en un país asiático me habría costado mucho más integrarme. Creo que cuando hay lazos comunes es más fácil que se dé esa integración”, señala Pablo.

Se terminó decidiendo por Montevideo, ya que fue una recomendación de los profesores que organizaban el intercambio estudiantil. Gracias a la universidad obtuvo una entrevista en El Espectador, una radio de esa ciudad, y logró conseguir trabajo en el sitio web informativo de dicho medio. Esa experiencia hizo que su estadía trascendiera los meses de intercambio y se asentara más en la cultura uruguaya, teniendo en cuenta que estaba en constante contacto con noticias del país.

En ese momento se hablaba de que España estaba teniendo una “fuga de cerebros”, ya que se estaban yendo muchos jóvenes con estudios universitarios con la idea de buscar empleo. Esto significaba para el país ibérico una doble pérdida: no solo se le escapaba la productividad futura que iban a tener esos jóvenes, sino también toda la inversión que se había hecho en la formación universitaria de ese sector de la población.

Unos meses antes de partir hacia Montevideo, Pablo participó del Movimiento 15-M —o el Movimiento de los Indignados—, una marcha pacífica contra la corrupción y el desempleo juvenil que se realizó el 15 de mayo de 2011, donde los manifestantes acamparon en la Puerta del Sol de Madrid y en distintas plazas de España. A partir de esas protestas hubo un cambio en el sistema político español y surgieron nuevos partidos.

“Posteriormente, se formó un movimiento llamado Marea Granate —por el color del pasaporte—, que convocaba a protestar en las embajadas de España ubicadas en aquellos países donde emigramos los jóvenes que habíamos participado en el 15-M”, relata García de Castro.

Esto hizo que Pablo conociera a otras personas que, además de estar unidas por temas políticos, se juntaban para recordar España, cocinar recetas típicas o escuchar la música de allá. “Hice un grupo de amigos que todavía conservo. Algunos siguen viviendo en Montevideo, otros ahora viven acá en Buenos Aires, otros volvieron a mi país y otros emigraron a diferentes lugares”, cuenta.

Conectando con el terruño desde el paladar: Pablo cocinando Paella en su casa de Buenos Aires. (Foto: Gentileza)

Fue en el departamento uruguayo de Lavalleja donde Pablo dio sus primeros pasos en la docencia, dando clases de fotografía. Durante tres años dictó cursos organizados por la intendencia. “Muchas personas querían aprender lo básico e incluso muchas pudieron evolucionar e ir más allá, llegando a estar en exposiciones”, detalla. Comenta que lo más interesante de las clases era la intergeneracionalidad, ya que había tanto adolescentes de 16 años como adultos ya jubilados. Del lugar le llamaba la atención lo mucho que se parecía a su pequeño pueblo en Sevilla, Gerena ,donde transcurrió toda su niñez y adolescencia.

Antes de irse de España, Pablo había tramitado la visa estudiantil por el intercambio de universidades y luego, cuando El Espectador le ofreció trabajo, pasó a tener la residencia precaria en Uruguay. Con el pasar de los años y sus otros trabajos, llegó a conseguir la residencia permanente en ese país. En un momento, tuvo la posibilidad de pedir la ciudadanía por la cantidad de años que llevaba viviendo y trabajando allí, pero por decisiones personales no llegó a hacerlo. “Me arrepiento de no haberla pedido. Hubiera estado bien ser uruguayo”, cuenta el entrevistado.

Pablo relata que cuando fue al consulado uruguayo en Sevilla a tramitar los papeles, una mujer del país rioplatense que trabajaba allí le recomendó, con insistencia, que tuviera cuidado con los vientos. Pablo no le dio mucha importancia. Sin embargo, uno de sus primeros días en Montevideo, el 19 de septiembre de 2012, hubo alerta roja por un temporal de viento, a tal punto que los bomberos tuvieron que poner cuerdas para poder cruzar la calle. “Yo me acordaba de esa señora y decía: ‘Si esto siempre es así, realmente hay mucho viento. ¿A dónde me mudé?’. Por suerte, solo fue aquella vez”, afirma, entre risas.

De Montevideo a Buenos Aires

Pablo está casado con una mujer argentina, con quien había mantenido una relación a distancia mientras él vivía en Uruguay. Ambos habían acordado viajar a México para empezar a vivir juntos y buscar oportunidades laborales. “Fue interesante a nivel laboral estar en Ciudad de México. La idea era quedarnos allí seis meses, porque es el período que se puede estar sin regularizar los papeles de trabajo y la residencia. Pero llegamos a la conclusión de que lo ideal era vivir en Buenos Aires para formar una familia”, detalla.

Durante la pandemia del COVID-19 estudió una maestría en Economía en la Universidad Di Tella, y eso cambió el rumbo de su carrera profesional, decidiendo volcarse de lleno a la docencia universitaria.

Pablo tiene sentimientos encontrados respecto de volver a su país natal. “Como migrante, uno nunca termina de ser del lugar al que llega, por más que pasen muchos años. Uno puede ir conociendo la cultura local, los famosos que salen en los chimentos, los políticos, las cuestiones de fútbol, etcétera. De todas formas, para los locales uno siempre es ‘de afuera’. En mi caso, llevo 13 años en esta zona y conozco mucho del país; de hecho, he viajado dentro del país, he estudiado su historia… Entonces me parece curioso que, a veces, me hablen como si acabase de llegar”, relata.

No obstante, las veces que volvió a España de vacaciones o por trabajo se dio cuenta de que ya no es el mismo lugar. “Pasan los años y las cosas cambian. Por ejemplo, vuelves a tu pueblo y ves que hay locales o restaurantes que ya no están. La España de 2012, por la que quieres volver o sientes nostalgia, ya no existe”, comenta Pablo, y agrega que mucha gente que conocía en su pueblo natal ya no vive allí; tampoco conoce a los personajes de la televisión de allá. “Yo nunca fui adulto en España. Mis recuerdos son los de la infancia o de la universidad. Entonces, es un país que ya no existe, porque también, hace 13 años, yo tenía otro estilo de vida. Quizás la añoranza por la juventud se mezcla con la añoranza por el país”, reflexiona Pablo.

Pablo dice que actualmente no siente la necesidad de volver a España porque según afirma no sabría muy bien a dónde volver, y sostiene que su lugar está en Argentina, con su familia.

Imagen de portada: Pablo García de Castro de paseo con algunos amigos de España por las calles de San Telmo, en la Ciudad de Buenos Aires. (Foto: gentileza).


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Equipo periodístico |  + notas

Periodista y estudiante de Comunicación, apasionada por investigar y escribir sobre historias vinculadas con las migraciones.


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