El Anush Restaurante combina cocina armenio-libanesa, música y danza para ofrecer una experiencia donde la migración, la memoria y el arte se entrelazan. Su creador, Anush Hrair Agop Boudjikanian, convierte cada cena show en un encuentro cultural que celebra identidades, sabores y tradiciones.
En el barrio porteño de Flores se encuentra ubicado el restaurante armenio-libanés Anush Restaurante (Av. Carabobo 638), donde se preparan comidas típicas de Medio Oriente. Los fines de semana, además, se organiza una cena show con tenedor libre, música en vivo y danza. Pero este es mucho más que un lugar de comidas típicas armenias y libanesas, es un escenario donde la identidad se fusiona con la gastronomía y el arte.
Su dueño, el gastronómico y cantante lírico Anush Hrair Agop Boudjikanian, abre las puertas del restaurante que lleva su nombre, para compartir su experiencia migrante y su vocación. Los fines de semana, la propuesta se transforma en una cena show en la que Anush, como anfitrión y protagonista, ofrece una experiencia completa mezclando música, arte y gastronomía en cada velada.
En cada cena show, Anush recibe a los comensales como si estuvieran en su casa. Entre canción y canción menciona curiosidades sobre la cocina armenia y recuerda el origen de su repertorio musical: “Cuando estoy cantando, hablo de la historia, de los armenios, de esas cosas. Por ejemplo, canto una canción sobre el Lago Sevan, que es el lago más grande de Armenia y está a grandes alturas en las montañas”. Asimismo, presenta al bailarín de origen libanés que escenifica danzas árabes y griegas durante el show, e invita al público a participar.
El entrevistado cuenta que hace años realiza la cena show y disfruta mucho hacerlo, pero su gran vocación es el canto: “Lo que más me gusta es cantar, entonces trato de hacerlo. También he hecho conciertos. Lo que hago es mezclar música y arte con gastronomía”. Tal es su amor por el canto y el compromiso con su cultura que, en una oportunidad, además le sirvió para ayudar a otros: “Canté en Canadá para juntar dinero para los armenios de Alepo, ciudad de Siria, que hace diez años los turcos atacaron y los dejaron sin nada. Había que juntar plata para la gente que tuvo que irse de Alepo sin nada”.

Exilio y reconstrucción: del Líbano a Argentina
La historia de Anush se asemeja a la de muchos otros migrantes. Su familia migró a causa del Genocidio Armenio, el primer genocidio del siglo pasado. El Imperio Otomano (1915-1923) asesinó a más de un millón y medio de personas, provocando el exilio del pueblo armenio que se dispersó por distintos países. Por este motivo, Anush nació en el Líbano, donde luego estudió en escuelas armenias: “Soy de origen armenio, pero sigo siendo libanés. El Líbano recibió muy bien a los armenios”. Sobre su infancia agrega: “Teníamos una fábrica de corbatas y vendíamos a todos los países árabes desde el Líbano. Y yo cortaba las corbatas desde los ocho años, aparte de estudiar”.
Más tarde, en 1963, con tan solo 19 años, viajó por primera vez a Argentina, donde finalmente se estableció, siguiendo a su hermana de entonces 16 años, que había emigrado antes. Al tiempo, su madre también les siguió los pasos, siendo la última en emigrar. La elección de Argentina se debió a que su familia ya contaba con varios parientes en el país.
El legado cultural y migrante de Anush
“Mi padre era músico de música gitana y tango en el Líbano”, así Anush recuerda la génesis de su amor por la música. Él mismo es un artista versátil también, sigue: “yo canto muy bien folclore argentino, ópera, música de cámara, de todo un poco. Hice de todo acá en Argentina, no es fácil”.
Este proyecto gastronómico migrante, iniciado hace 35 años, fue evolucionando y pasando por diferentes espacios de la ciudad. Anush trabajó haciendo grandes fiestas de fin de año con más de 300 personas y cena show en el Hotel Bauen y en el Hotel Lancaster. De hecho, tenía la terraza del Hotel Bauen donde también hacía muchas cenas show. Además, menciona servicios de catering realizados para la embajada francesa en la parte cultural.
En tantos años, Anush también sufrió las crisis argentinas que traen aparejados los cambios políticos, sociales y económicos, y que dificultan sostener un negocio a largo plazo. Sin embargo, él siempre sostuvo su convicción de preservar una propuesta de confianza y accesibilidad con identidad: “La gastronomía que yo hago es de muy buena calidad y nunca aflojamos, haya crisis o no. Importamos especias, hacemos muchas cosas y de muy buena calidad. Eso es lo que hacemos”.
Los secretos de la cocina armenio-libanesa y su combinación con lo argentino
Anush enfatiza sobre los ingredientes y comenta que: “lo que no hay acá, lo traen de afuera”. Nos comenta algunos ejemplos: “La especia de zumaque no se consigue acá, es como la cascarita de una semilla de arbusto, y tiene un gusto excepcional. El sésamo ahora viene de México o Tailandia y la pasta la preparo acá para hacer salsa tarator”. En relación a la incorporación de comidas argentinas confiesa que incorporaron en el menú la ensalada rusa, para el fanático que no quiere comer comida armenia. “Pero por lo general al 99% de los comensales les gusta nuestra comida”, aclara sin necesidad.
Si bien la propuesta es fundamentalmente de cocina arménio-libanesa, Anush reconoce la influencia local y sobre la mixtura de comidas cuenta que: “El locro, el asado, la brochette con chorizo argentino sale riquísimo”. También identifica la conexión con la historia: por ejemplo, la ensalada criolla que se corta chiquitita la verdura viene de los libaneses, que hay muchos en el norte de Argentina. Recuerda también, volviendo a la música, a cantores como Falú o Jorge Cafrune de origen libanés-sirio cuando habla del norte argentino. En el relato de Anush se entrelazan todo el tiempo el arte, los orígenes y la gastronomía.

Actualmente, en su restaurante ofrece comida al mostrador para ir a retirar por el local de Flores. A su vez, organiza eventos privados y principalmente realiza las cenas show. Estas se llevan a cabo los viernes y sábados a un precio módico por persona que incluye bebida, buffet libre —con gran variedad de platos— y postre. Entre los platos más elegidos se destacan el pernil, pollo al tarator, hummus, babagannush , tabulé, ensalada Belén, sarma y lehmeyún. En el postre se sirve café con las deliciosas y tradicionales baklava de masa filo, nueces y miel.
En este restaurante, la gastronomía se enreda con el arte, tanto que el anfitrión destaca el rol de la música en su propuesta: “La música te dice todo. La gastronomía es parte de la cultura de un país, de una etnia. Y lo mismo pasa con la música. En este momento están quedando pocos lugares que dan un show después de la pandemia, pero yo trato siempre que esté la parte musical en la cena show”.
Imagen de portada: Anush Hrair Agop Boudjikanian en su restaurante armenio-libanés. (Foto: Lena Montero Paradzik)
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Docente en Artes Visuales y estudiante de Comunicación Social (UBA). Nació en Capital Federal y se crió en Villa Gesell. Sus raíces familiares son croatas y españolas.
