La gastronomía es un rasgo distintivo y un componente cultural muy importante de cada sociedad, ya que condensa sabores, costumbres y técnicas que esconden años de tradiciones, utensilios, personajes y ambientes que hacen que cada plato sea singular y especial. En la comida subyace un legado cultural que difícilmente se evidencie a simple vista, pero que el gusto se resiste a olvidar.
Así, la comida es quizás uno de los aspectos en los que más se hace presente el choque cultural para cualquier persona que decide asentarse en un lugar distinto al de su origen. La sensación de perturbación o desajuste, propio de entremezclarse en sociedades con conductas desconocidas para el inmigrante, es uno de los primeros acercamientos a la otredad cultural. Tanto los sabores como la variedad de platos y la terminología utilizada, generan ese primer encuentro con lo diferente. En esta nota, los invitamos a conocer la historia de una familia colombiana y sus fuertes raíces culinarias, muchas veces desafiantes a la hora de establecerse en un país extranjero.
Un particular aroma se siente al llegar a la casa de la familia Acosta Restrepo, quienes preparan unos exquisitos buñuelos colombianos para iniciar la charla. Originarios del centro de Colombia, actualmente establecidos en San Luis, Argentina, desde hace más de 10 años, aseguran que las raíces gastronómicas marcaron a fuego su llegada a estas tierras. Geovanny Acosta Restrepo (45) nos comenta que son oriundos de la ciudad de Pereira, capital del departamento de Risaralda, el cual junto con los de Caldas y Quindío conforman el conocido eje cafetero colombiano, “de donde sale el verdadero café”, enfatiza.
En el año 2007, Geovanny junto a su madre Luz Dary Restrepo, su padre Carlos Acosta Barranco y su hermana, Luz Angélica (fallecida en 2021), decidieron dejar su Colombia natal para “ir en busca de mayor tranquilidad, ya que en esos años Colombia era un país violento por el tema del narcotráfico. Si bien esta actividad y la violencia que trae aparejada ha mermado, Colombia sigue siendo un país donde el negocio de la droga no se ha detenido.”
El primer destino fue San José de Costa Rica, donde estuvieron cinco años. Allí “incursionamos en el sector gastronómico, y logramos poner un restaurante colombiano. Nos fue muy bien, pero es un rubro muy exigente en cuanto a tiempo y trabajo. Decidimos venderlo a la vez que nos salió la oportunidad de venirnos a Argentina”, nos cuenta Geovanny. Alentados por los comentarios de que Argentina es “un país grande a nivel latinoamericano y mundial”, decidieron embarcarse a una nueva aventura. Trajeron consigo aquello que difícilmente se deja atrás, como son sus costumbres culinarias.
Con risas propias de vivir una experiencia fuera del cálido ambiente colombiano, Geovanny nos relata que “el frío es el primer recuerdo que tenemos al llegar a la Argentina, porque llegamos en julio a Mendoza y nunca en la vida habíamos sentido tanto frío. Cuando el vuelo iba a aterrizar, el piloto anunció que la temperatura era de -5 grados centígrados. Salimos tan tapados que sólo se veían nuestros ojos”.
Además del shock que genera un cambio de entorno semejante, nos cuentan que “con el día a día, empezamos a chocarnos con la diferencia gastronómica. Nunca se nos va a olvidar que una de las primeras veces que salimos a comer en la provincia Mendoza, mi viejo pidió un lomo y nosotros en Colombia estamos acostumbrados a que el lomo es un pedazo de carne tipo churrasco, con papas y salsa. Él lo pidió creyendo que era eso, y cuando se lo trajeron, era el tradicional lomito argentino. Ya ahí empezamos a notar las grandes diferencias que teníamos con la comida”.
Luego de unos años viviendo en la “provincia del sol y del buen vino” (como le llaman a Mendoza), la experiencia de algunos compatriotas colombianos hizo que conocieran la provincia de San Luis. Así fue como llegaron a tierras puntanas, lugar en el que piensan continuar viviendo. A pesar del cambio de residencia, las diferencias gastronómicas y la escasa accesibilidad a determinados alimentos de consumo diario en la dieta colombiana, ralentizaron el siempre vertiginoso y sorprendente proceso de integración. En San Luis algunas de las comidas que son de ingesta corriente en Colombia, como los porotos rojos, son de difícil acceso. “Nosotros somos de comer mucho poroto, incluso con calor. Otra de las cosas que resulta muy diferente es el acceso a la mandioca, o la variedad de frutas, como el mango o la guayaba, frutas tropicales que en Colombia debido al clima se dan fácilmente y que cuesta mucho conseguirlas aquí en San Luis”.
La condición de provincia mediterránea, alejada de las zonas portuarias y de la gastronomía costera, es otra de las diferencias con las que la familia Acosta Restrepo ha tenido que aprender a lidiar. Al respecto, Carlos nos cuenta que “fui criado por costeños que tenían una cevichería, la variedad de pescados y mariscos es muy consumida en Colombia en general, no sólo en la costa. Allá hay muchas especialidades como la mojarra al horno o el sudado de pescado con papas o yuca, el patacón… Comidas muy típicas que es muy difícil encontrarlas aquí”.
Respecto de la exploración de las comidas típicas locales, para Geovanny dicha experiencia estuvo acompañada de un componente emocional muy importante. “Mi primer amigo, el señor Oscar Irusta, fue quién me invitó a comer el primer asado en Argentina. Fue un fin de semana, nos tocó la puerta y nos invitó a compartir este momento tan especial”. Sin embargo, hubo algo que a la familia le llamó la atención, ya que “nos dijo que lleváramos platos y cubiertos. También nos sirvió pan, algo a lo que no estamos acostumbrados a comer junto con el asado en Colombia. Más allá de eso, el asado estuvo exquisito”.
Luego de varios años viviendo en Argentina, el paladar de Geovanny y su familia se ha acostumbrado a las diferencias gastronómicas locales, tanto así que “la empanada argentina es una, pero aquí en San Luis sabe de una manera distinta a como sabe en Mendoza”.
Para Geovanny, con el correr de los años las diferencias culturales se profundizan y la nostalgia por lo que quedó en su Colombia natal se hace más difícil de sobrellevar. “Primero que todo, lo que más se extraña es la familia, yo tengo una hija en Colombia que ya está grande. Los fines de año son muy duros estando lejos, ya que somos pocos y no tenemos a donde ir o algún familiar que venga a casa. Estamos nosotros solos. En cambio, en Colombia, tenemos un espíritu familiar que se extraña mucho. La comida también se extraña mucho. Yo ahora extraño más la comida que cuando era más jóven”.
“Hay algo que marca mucho al inmigrante, y es que uno nunca termina de ser de ese lugar. Desafortunadamente, hay muchas situaciones, personas e instituciones que te hacen sentir que no sos de acá. Estas actitudes siempre te terminan dando un lineamiento, y limitando en ciertas ocasiones”, remarca Geovanny quién actualmente, junto con su padre se dedican a la carpintería, tanto para comercio como para el hogar. “Mi madre sigue en el rubro de la gastronomía colombiana, que es algo que nos apasiona y queremos expandir”.
Sabores y sinsabores que han marcado la experiencia inmigratoria de la familia Acosta Restrepo. Más allá de las peripecias propias del proceso, la familia continúa apostando en Argentina a un futuro donde la tranquilidad, la seguridad y el acceso a la educación para sus sobrinos e hijos sean aspectos que les permitan tener una buena calidad de vida y mirar el porvenir con esperanza y optimismo.
Amante del Jazz, el tenis, el yoga y los idiomas.
La temática migrante condensa algunos pilares que, desde mi punto de vista, son de suma importancia en cuanto seres intrínsecamente sociales: la empatía, el diálogo y el intercambio cultural como formas de construir una mundo más justo, sustentado en el amor y la hospitalidad.