Florencia del Alba Cruz Valdez nació en República Dominicana, en el municipio de Villa Mella, al norte de Santo Domingo. Cuando tenía 6 años, migró a Argentina con la mamá y su actual pareja —su “papá argentino”—, más precisamente a Pergamino, Provincia de Buenos Aires.
Allí cursó primaria y secundaria, se volvió fanática de River Plate como toda su familia, y pensó que de grande podía estudiar periodismo deportivo, “por el deporte y para conocer distintos lugares”.
Después de varios idas y vueltas, y gracias a la orientación de una profesora del colegio, decidió probar suerte con la carrera de Comunicación Social, en la Universidad de Rosario, de la provincia de Santa Fe. “Me enamoré de la carrera, me enamoré de la facultad, me enamoré de todo. Así que voy a estar eternamente agradecida, con mi mamá por decirme que no había plata para ir al privado, y con mi profe por haberme recomendado la carrera. Siento que la Comunicación es lo primero, lo que realmente nos convierte y nos hace diferentes de otros seres vivos”, contó Flor.
Cuenta que recién en la universidad pública pudo encontrar la diversidad y la inclusión: “cuando llegué a Pergamino, a principio de 2000, no era muy usual ver a migrantes cursando en la escuela. Nunca me sentí excluida, pero sí atravesé muchísimos momentos de discriminación”. Sin embargo, “cuando vine a vivir a Rosario me encontré con otra Argentina, inclusiva y diversa, una ciudad en toda su heterogeneidad. Pasillos de la facultad donde abundaba el cariño, el afecto, y no la discriminación. Y ahí me fui enamorando mucho más. Y, sobre todo, me fui enamorando de la política”.
Fue en ese contexto que pudo empezar a cuestionar los mandatos que traía de su crianza. Cuenta que “en ese momento estaba muy influenciada por la visión que tenía la gente de mi ciudad en torno a diferentes temas. No quiero demonizar a Pergamino, porque puede pasar en muchas ciudades, pero durante mucho tiempo no podía discutirse, por ejemplo, si aborto sí o aborto no, porque era aborto no. Yo pensaba de esa manera, para poder pertenecer obviamente, y también desde la ignorancia, porque la verdad que no tenía ni idea”. Fue por esto que, a los pocos meses de comenzar a cursar, empezó a militar. Y lo hizo desde el feminismo. “El primer recuerdo que tengo de impacto fue el Encuentro Nacional de mujeres que se hizo acá en Rosario, en 2017, donde participé por primera vez llevando la bandera del Centro de Estudiantes. Y desde ese momento, hago el “click” y me pongo a pensar las cosas de otra forma… ¡y no paré!”.
Flor del Alba cuenta que recién en la universidad pública pudo encontrar la diversidad y la inclusión: “cuando llegué a Pergamino, a principio de 2000, no era muy usual ver a migrantes cursando en la escuela. Nunca me sentí excluida, pero sí atravesé muchísimos momentos de discriminación”. Sin embargo, “cuando vine a vivir a Rosario me encontré con otra Argentina, inclusiva y diversa, una ciudad en toda su heterogeneidad. Pasillos de la facultad donde abundaba el cariño, el afecto, y no la discriminación. Y ahí me fui enamorando mucho más. Y, sobre todo, me fui enamorando de la política”.

“Negra de mierda, volvé a tu país”
En el transcurso de su carrera, la militancia desde la agrupación Franja Morada la llevó a ocupar diferentes roles: fue consejera directiva, asesora de la carrera de Comunicación Social, dos veces consecutivas presidenta del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, y por último, cargo que abandonó en agosto del 2024, presidenta de la Federación Universitaria de Rosario – FUR, espacio gremial que nuclea a los centros de estudiantes de todas las facultades de la UNR. Allí estaba, cuando recibió el ataque en redes. Flor lo relata así:
“Con la agrupación decidimos viajar a Buenos Aires para participar de la marcha. Entonces, algunos días antes subo un tweet de invitación, algo super light. Al instante me empiezan a agredir desde cuatro cuentas, pero de poco alcance. En ese momento estaba cansada… y decido responder con un posteo en Instagram para remarcar que eso no me influía. Fue algo chico y la pequeña comunidad de esa red me apoyó, mis amigos y compañeros. Al otro día, un conocido de Capital, que está en un medio de comunicación, me pregunta si quiero hacer alguna declaración. Y le digo no, mirá, no quiero hacer ninguna declaración porque esto va a ser un bucle. Donde yo declare van a haber 70 mil comentarios diciendo ´negros de mierda, hay que arancelar la educación`, entonces no tengo ganas, pero sí entiendo que lo podés publicar, porque es un posteo público. Y eso fue lo que hicieron. A las cuatro horas, entro a Twitter (X) y Santiago Baraldi, un ex periodista de Rosario completamente irrespetuoso y para nada recordado, postea que Flor del Alba es una venezolana mandada desde el régimen chavista a realizar la revolución. Ahí todo era una locura. Empiezan a levantarlo las cuentas grandes de los libertarios, que tienen 300.000 seguidores, y a llegar los comentarios xenófobos: ´negra de mierda, volvé a tu país, hija de puta´. Y digo, ¿qué hago? ¿contesto o no contesto? Contesté. Cité el tweet de Santiago y puse: tengo 25 años, no soy venezolana, soy dominicana, primero informate y, segundo, cuál es el problema de luchar por la universidad pública. Te espero el 23 de abril. Empezaron a llegar los me gusta y compartidos de amigos, y en ese momento dejé el celular.
Al otro día, todos los docentes y la comunidad universitaria me recibe casi al llanto, abrazándome y diciéndome ¡nos solidarizamos con vos, estamos con vos, fuerza”. Yo digo ¿por qué? Hasta mis adversarios estudiantiles me daban fuerzas. Yo estaba asombrada, nunca me había pasado algo así. No pensé que iba a estar viva en democracia para ver esta unidad. Y les digo: chicos, pero me repostearon trece veces, tampoco es tanto. Me dicen amiga, sos tendencia en Twitter. Cuando vuelvo, empiezo a ver mensajes de Malena Galmarini, Carlos Maslatón, Mayra Mendoza, toda la UCR, Martin Lousteau, Facundo Manes. Se estaba dando como una competencia de populares y divinas, de toda la gente que me bancaba”.

El apoyo social y el abrazo colectivo
A partir de este hecho, Flor recuerda que, en estos últimos años, no había vivido momentos tan fuertes de discriminación. Solo en 2017, cuando fue agredida por un opositor en sus primeras elecciones estudiantiles. En ese momento, esa agresión la incentivó a realizar cursos sobre prevención de violencias y a fortalecer los caminos para que su voz sea escuchada: “fui a la Secretaría de Género y Sexualidades, recientemente inaugurada en ese momento, me acerqué a compañeros que estaban ocupando distintos cargos, el decano de la Facultad, hice un quilombo bárbaro. Me peleé con las peronistas, me acuerdo que fue raro todo y, finalmente, me pidieron disculpas y se pusieron a trabajar. Y a medida que pasa el tiempo pienso cómo cambió ese hábitat en donde estoy, que es la ciudad y la Universidad”. Desde entonces hasta el ataque de los trolls, en 2024, no hubo momentos significativos de discriminación, pero sí contextos que habilitaron con mayor intensidad los discursos de odio subyacentes en la sociedad argentina. Y se alegra de no haber “estado sola, siendo simplemente una twittera sin voz pública y sin una comunidad que me respalde”. Por eso, rescata fuertemente el apoyo de la militancia, de sus colectivos universitarios y de su familia, incluido su “papá dominicano”, a quien considera de gran influencia “a pesar de no haber convivido con él” en su interés político: “mi papa fue presidente del Centro de Estudiantes de Derecho, de la Universidad Nacional de Santo Domingo, y militante durante la dictadura de Trujillo, en el Partido para la Liberación dominicana”.
Por otro lado, resalta la importancia de la gratuidad de la educación y la salud en Argentina, y cómo eso determina las posibilidades de la sociedad para crecer y mejorar su calidad de vida, junto con el esfuerzo que suelen realizar las familias migrantes para estabilizarse y salir adelante en contextos diferentes: “La mayoría de las mujeres que recuerdo de mi infancia en República Dominicana son madres, que obviamente no hay nada malo con eso, pero todos esos sueños y objetivos que teníamos de niñas nos resultan imposibles de cumplir, debido a situaciones socioeconómicas muy difíciles. Muchos de mis amigos están muertos, por ataques brutales de la policía, otros involucrados con el narcotráfico. Hay realidades sociales imposibles de negar, que hacen que uno pueda ser una cosa u otra. Yo agradezco haber vivido en Argentina y el esfuerzo de mis padres, sobre todo el de mi mamá, limpiando casas. Hoy vivo en un departamento en el centro de Rosario, hermoso, pero no me olvido de cuando mi mamá estaba limpiando casas, y que solo teníamos para comer yogurt a la noche”.
Un país enriquecido por la migración
En cuanto a la militancia como migrante, cuenta que hay mucha participación de extranjeros y extranjeras en las agrupaciones estudiantiles universitarias, y fundamentalmente en el reformismo: “Tenemos una gran comunidad de extranjeros. Estoy yo, dominicana, aunque ya a mí no me dicen mucho que soy extranjera, porque ya estoy argentinizada, ya estoy como un poco robando (risas). En la Facultad de Psicología tenemos gente de Colombia, en Arquitectura tenemos de Perú. Bueno, en Medicina tenemos la mayoría de comunidad migrante: Colombia, Chile, de todo”. Y enfatiza en la necesidad de los jóvenes, migrantes, residentes o no residentes, de involucrarse y participar: “Sí creo que nosotros tenemos que ir como comunidad migrante, como progresistas, como ciudadanos que creen en otros principios, hacia un modelo que empiece a discutir, no solamente la importancia de la diversidad, sino también entender que Argentina es un país fundado desde las migraciones. Algunos diarios eran escritos por migrantes y muchas de las costumbres fueron impulsadas por migrantes, no solamente de Italia o de Europa, sino también de la esclavitud proveniente de África”.
“Argentina tiene un gran sentido de la pertenencia”
En relación a los discursos actuales del gobierno, Flor sostiene que es notoria la búsqueda para instalar una “agenda ideológica” y, en este punto, hace referencia al arancelamiento para extranjeros no residentes en las universidades públicas: “De alguna manera intentan instalar una agenda con sujetos y ciudadanos que no existen, por lo menos en la universidad. Porque no hay estudiantes no residentes extranjeros que hoy se encuentren cursando una carrera universitaria con continuidad. No existe. En total son 900 personas en el país, un volumen mínimo que ni siquiera está en la universidad”. Y agrega que “quieren instalar una agenda yanki, un modelo yanki, en un país donde no hay una crisis migratoria, como puede pasar en los países de Europa. También quisieron instalar un modelo yanki de la universidad y les salió mal. Realmente pensaron que la ciudadanía argentina iba aceptar el modelo universitario de Estados Unidos, como el tema del voucher, y la verdad es que no. Argentina tiene un gran sentido de pertenencia: no mira con ojos maravillados los modelos extranjeros, porque ha construido una idiosincrasia propia que le permite, en esa diversidad, contar con un sistema excepcional”.
Flor del Alba señala que desde el gobierno de Milei “quieren instalar una agenda yanki, un modelo yanki, en un país donde no hay una crisis migratoria, como puede pasar en los países de Europa. También quisieron instalar un modelo yanki de la universidad y les salió mal. Realmente pensaron que la ciudadanía argentina iba aceptar el modelo universitario de Estados Unidos, como el tema del voucher, y la verdad es que no. Argentina tiene un gran sentido de pertenencia: no mira con ojos maravillados los modelos extranjeros, porque ha construido una idiosincrasia propia que le permite, en esa diversidad, contar con un sistema excepcional.”
Flor del alba Cruz Valdez se siente orgullosa de su origen dominicano, de sus raíces, pero también de su argentinidad y su vocación comunicacional y política: “Yo sin mi formación política no soy nada, sin la formación universitaria tampoco, y mucho menos sin mis viejos. Es todo un componente integral y soy parte de eso”. A pesar de la necesidad de autocrítica, no es posible pensar un futuro sin la política como herramienta de cambio: “como persona que participa en política, creo que ahora hay que agachar y pedir disculpas, para que las cosas sean distintas. Pero me parece que hay una nueva generación incipiente, que viene a poner en duda esas cosas. Y me parece que hay mucho para ganar en la juventud, porque la política es disputa, es tensión”.
Es comunicadora social y periodista, especializada en comunicación política. Sus raíces migratorias provienen de Italia y Francia, de donde sus antepasados arribaron a Argentina a principios del siglo XX.