La valija de Smil Eddyson Damas (29) está intacta desde hace 8 años. Llegó a la Argentina desde Los Cayos, al sur de Haití, en 2016. “Sigo teniendo mi maleta armada, nunca la desarmé. Saco ropa y pongo ropa en la maleta. Tengo un placard en el departamento, tengo percheros y todo, pero sigo teniendo la maleta armada”, cuenta. Algunas de esas prendas están todavía sin usar, con el último doblez que Eddyson les hizo antes de emprender los más de 6.000 kilómetros que lo traerían a estudiar ingeniería civil a la provincia de Córdoba. “Tal vez no he terminado el duelo”, comenta como al pasar.
Es en esa valija donde cada migrante transporta sus pertenencias: las materiales y las inmateriales, como los recuerdos, los aromas, el aire, la tierra, los sabores, las costumbres y los dobleces típicos de un lugar. Las de Eddyson además llegaron con el impulso de salir de un país en el que su vida corría peligro y en el que no podía satisfacer sus derechos fundamentales.
Eddyson es, según el último censo de población, una de las 1524 personas provenientes de Haití que viven en el país.
Leé la nota completa completa acá: Entre el mate, Mercedes Sosa, y la militancia por los derechos de los migrantes haitianos: la historia de Eddyson Damas
Las valijas de Johanna Margarita Riveros Arroyo (39) llegaron con aroma a café, en un viaje que la llevó desde Colombia a Olavarría, una ciudad argentina de la provincia de Buenos Aires, el 20 de enero de 2017.
“Nací en Barranquillas y viví en Bogotá desde los 11 años. Colombia es un país bastante alegre, diverso, porque encuentras de todo”, recuerda. “Empezamos con el sol arriba, hay música. Lo primero que hacemos es prepararnos café, allá le decimos ‘un tinto’”.
Es en esos aromas, en ese sol y en esa alegría que Johanna se siente profundamente bogotana. “Pero desde que está el nuevo gobierno me siento más nacional. Veo cómo el ciudadano de a pie es el que más sufre. Eso me llega demasiado”, cuenta. La colombiana es la décima nacionalidad migrante en importancia en Argentina, y representa un 2,4% del total.
Leé la historia completa acá: Migración con aroma a café colombiano: la historia de Johanna Margarita Riveros Arroyo
Las valijas de Hilda Yolanda Vera (62) llegaron con un papel en el que tenía anotado el teléfono de la persona que sería su salvación. Viajó a la Argentina desde San Antonio, Chile, en 1986. Con su hijo de un año intentó escapar de una relación conflictiva y refugiarse en compañía de su mamá, que había emigrado antes. “Me casé a los 18 años y me separé porque tenía muy mala relación con mi exesposo. De ese matrimonio tuve un hijo. Me vine a buscar a mi mamá”, afirma.
Fue una argentina y su novio, a quienes conoció en la aduana, los que la ayudaron a encontrar a su familia.
Su primera amiga también fue argentina. Si hay algo que no viene en la valija, pero la completa, son las nuevas relaciones, los lazos que se forjan después de la migración.
La chilena es la quinta nacionalidad en importancia como total de la población migrante en la Argentina, y representa el 7,7%.
Leé la nota completa completa acá: La travesía de Hilda para ser madre en Argentina: generaciones chilenas que se afincaron en el país
El equipaje de Benjamin Claus (37) no era pesado. Llegó al país desde Zúrich, Suiza, lugar al que había emigrado desde la ciudad austríaca de Villach en la que nació. Decidió quedarse en la Argentina porque de casualidad encontró a dos personas que le ofrecieron ser socio de un negocio. Hoy tiene su propio bar en la ciudad de Buenos Aires. Su tránsito migratorio es liviano, como su valija. “Suena raro, pero no extraño ni extrañé nada de Austria. La familia y los mejores amigos al inicio, pero sabiendo que están bien, eso ayuda mucho”.
En Argentina no tiene demasiado contacto con la comunidad austríaca, a la que define como “cerrada”. En cambio, tiene muchos amigos argentinos de los que destaca su calidez.
No hay datos en el último censo sobre la población austríaca, pero Claus comenta que son pocos y que en su mayoría viven en San Isidro.
Leé la nota completa completa acá: Un austríaco argentino: la historia de Benjamin Claus
Las maletas de María Elena Soria Albernaz (65) y Claudia Lorena Sarraguía Osorio (48) llegaron juntas. Madre e hija salieron desde Montevideo, Uruguay, hace 45 años. A Claudia, que tenía tres años por entonces, lo que más le costó fue la lejanía de sus abuelos. “Se sentía ‘raro’ que, cuando estaba en primaria, mis compañeras decían que se iban a merendar a la casa de la abuela o que tenían planes con sus tías y primos, y yo acá no tenía ningún familiar, más allá de mis padres y hermanos”, asegura. Por lo demás, no tuvo problemas en desarmar el equipaje: “mis amigos de acá son mi familia por elección”. De todas esas personas recuerda especialmente a María Pía, su amiga desde primer a quinto grado de primaria. Para María Elena, como adulta que había migrado dos veces (la primera, a Brasil) el proceso se hizo menos pesado. “No tuve ninguna tristeza por migrar ni nada por el estilo, me adapto a toda circunstancia”, comenta.
La uruguaya es la sexta nacionalidad en importancia en Argentina: son más de 95 mil personas las nacidas en el país vecino.
Alejandra Soto Cantero tiene 30 años y nació en Asunción, Paraguay. Sus valijas también llegaron acompañadas. Tenía 13 años cuando parte de su familia decidió viajar a la Argentina, país del que era oriunda su mamá. “Me generó tristeza porque era muy pequeña y tuve que dejar todo lo que tenía, sobre todo lo relacionado con mis vínculos. No sé si hubo algo que me ayudara, fue pasando con el tiempo”.
La comunidad paraguaya es la más numerosa en Argentina: representa el 27% del total de los inmigrantes del país.
Leé la nota completa completa acá: De una vida en Paraguay a un hogar en Argentina: la historia de Alejandra Soto Cantero
Belén Sandoval (34) llegó desde Santiago de Chile hace 14 años. Sus valijas traían un conocimiento que buscaba ampliar. “En este tiempo di clases ad honorem en la facultad, y también algunas pasantías en el instituto donde trabajo, el Instituto de Geocronología y Geología Isotópica (INGEIS-CONICET/UBA). Fui aportando los conocimientos adquiridos durante todos estos años”.
Las valijas de Luimar Zabala (37) arribaron llenas de agradecimiento desde Carora, Venezuela, hace siete años. “En mi caso particular, si bien hubo una añoranza, yo estaba muy contenta de haberme ido. Entonces yo agradecí mucho desde el principio, desde que llegué aquí. Yo era: ‘gracias por esto, gracias por conseguir comida, gracias por conseguir pañales, gracias por conseguir leche, gracias por muchísimas cosas’”. Algo que no entra en una valija es el sol, que Luimar dice celebrar todos los días. “Extraño un montón, pero me gusta vivir el presente”.
La población venezolana creció considerablemente como porcentaje del total en los últimos ocho años. Hoy, es la tercera nacionalidad en importancia en Argentina (el 8,5% del total).
Leé la nota completa completa acá: Sanas costumbres compartidas entre Venezuela y Argentina: la historia de Luimar Zabala
Laura Belloni (55) también celebra los paisajes. Llegó en 2010 desde San Filippo de Contigliano, provincia de Rieti, Italia, con un equipaje compartido: conoció a su esposo argentino en su país natal y decidió emigrar. De la población europea que llegó a la Argentina, la italiana es la más numerosa: representan el 3,4% del total los inmigrantes si se cuentan todas las nacionalidades. “Una de las cosas que más me impactó fue la luz del día, que es distinta”. Su migración fue voluntaria y por amor. Tal vez por eso, una vez disueltas las maletas, lo simple se revela con más facilidad. A Laura le sorprenden cosas como “poder ver un árbol en el horizonte”.
Y el horizonte es infinito, como todo lo que se puede –o no se puede– cargar en una valija.
Leé la nota completa completa acá: De San Filippo a Ringuelet o cuando migrar es un acto de amor
Periodista especializada en migraciones y Lic. en Relaciones Internacionales. Trabaja desde hace más de 20 años en diferentes medios de comunicación. Sus raíces migrantes provienen de España, Italia y Escocia.
1 Comentar
Hilda
A todos nos conmueve la historia de los migrantes Pero los que alguna vez lo fuimos en otro país sabemos lo duro que es encontrarte con otra cultura que aunque tiene el mismo idioma hablan diferente piensan y viven diferentes
Gracias Agustina por contar estas historias