Desde talleres clandestinos hasta la creación de una red de empoderamiento femenino, la historia de Nasreen Sheikh pone rostro a las consecuencias de la moda rápida y evidencia cómo la resistencia puede transformar dolor en justicia social y ambiental.
La industria de la moda, impulsada por dinámicas de consumo acelerado, sostiene una cadena global de producción que muchas veces se apoya en la explotación laboral y el daño ambiental. Lo que comenzó como una necesidad básica —vestirse— se ha transformado en un mecanismo de consumo que moldea identidades y refuerza desigualdades. En este contexto, la moda se convierte en un agente tanto de inclusión como de exclusión social. Frente a ello, el mundo se enfrenta a desafíos urgentes en términos de sostenibilidad ambiental y justicia social.
El costo ambiental del consumo rápido
La industria de la moda rápida, o lo que se denomina fast fashion, refleja la producción y el consumo rápido, lo instantáneo y a su vez descartable. De acuerdo a la ONU: “Esta situación afecta de manera desproporcionada a los países del Sur Global, donde toneladas de ropa desechada terminan acumulándose en microbasurales o siendo incineradas a cielo abierto”. La gestión de este tipo de residuos es un desafío global, se estima que el 4.39% de los residuos urbanos de la región provienen de desechos textiles.
El modelo dominante de fast fashion impulsa una producción masiva y un consumo desenfrenado, generando una crisis ambiental y social. El Global Estimates of Modern Slavery (2022) estimó que aproximadamente 50 millones de personas están viviendo en esclavitud moderna y destacó que más del 12 % son menores de edad.

Moda, migración y esclavitud moderna
El Fondo para la Libertad aborda cómo las personas indocumentadas son más propensas a la esclavitud moderna; destacando que los grupos desfavorecidos —mujeres, jóvenes, personas con menor nivel educativo, habitantes rurales, migrantes, refugiados y personas en situación de pobreza— tienen mayor vulnerabilidad a la trata y la explotación, ya que se reducen las oportunidades de trabajo y el acceso a la protección gubernamental.
El informe publicado por la Comisión Global sobre la Esclavitud Moderna y la Trata de Personas, también explora los vínculos entre la migración y la esclavitud moderna. Este identifica el desplazamiento forzado como un factor clave de la esclavitud moderna. A mediados de 2024, había 122,6 millones de personas desplazadas. Las políticas fronterizas restrictivas pueden agravar la situación al obligar a los migrantes a utilizar rutas inseguras e irregulares para llegar a sus destinos, lo que aumenta su probabilidad de encontrarse con traficantes y ser víctimas de ellos.
A pesar de este panorama, surgen iniciativas que buscan transformar la industria de la moda. En América Latina, por ejemplo, el diseñador venezolano Alejandro Crocker trabaja con comunidades vulnerabilizadas en Colombia para transformar desperdicio textil en nuevas creaciones, promoviendo el empoderamiento comunitario y la sostenibilidad. En Perú, la cooperativa Warmichic reinventa la tradicional pollera peruana con técnicas artísticas contemporáneas. Desierto Vestido en Chile recoge los desechos de la industria textil depositados en Atacama y les devuelve su utilidad.
Hoy elegimos contar el caso de Nasreen Sheikh, nuestra entrevistada. Una mujer, sobreviviente, activista y artista nacida en Asia, que usó su poder de resiliencia.

La historia de Nasreen comienza en una aldea rural llamada Rajura, en la frontera entre India y Nepal. No se sabe su fecha de nacimiento porque allí no se registran los nacimientos, ni las muertes. “Ser indocumentada significa no tener voz, no tener derechos” cuenta la activista.
“Nacida como mujer, Nasreen enfrentó muchos estigmas y desafíos relacionados con el género desde muy joven. Aprendió que hablar abiertamente significaba sufrir daño físico, y presenció cómo mujeres se prendían fuego, eran asesinadas y cómo niñas se casaban a la fuerza” relata. De hecho vio como su hermana fue obligada a contraer matrimonio a los 12 años, un suceso que marcó su vida, ya que para no correr con el mismo destino a sus 9 o 10 años decidió marcharse de su casa para no volver.
Al llegar a Katmandú, Nasreen terminó directamente en los talleres clandestinos, donde trabajó para empresas exportadoras, siendo una niña explotada por la industria. “Nasreen y otras trabajadoras dormían en una habitación de 3×3 metros sin cama, baño ni agua potable. Les pagaban menos de 2 dólares al día y las obligaban a trabajar de 12 a 15 horas diarias”. La propia protagonista relata los hechos, como si no fuese ella quién vivió esta historia, como un relato ajeno y al mismo tiempo profundamente íntimo. Nasreen comenta que “no tenía tiempo para una infancia de sueños, juegos, sentimientos o alegría. Día y noche, estaba rodeada de ropa tejida con la energía de su sufrimiento” un arrebato a los Derechos de las Infancias.
Al cerrar el taller, un suceso habitual dentro de la industria, Nasreen se convirtió en una niña de la calle, mientras que otros con los que había trabajado acabaron en otro taller clandestino. Su anhelo estaba puesto en la educación, “un día un perro se acercó y le olió la mano. Levantó la vista y vio a un hombre blanco muy amable sonriéndole. Le dijo: «No te preocupes, el perro es como mi hijo». Sorprendida al oír a un hombre blanco hablar el idioma local, Nasreen le preguntó si podía enseñarle. Leslie John se convirtió en su maestro y en una figura paterna, ampliando su mundo a través de la educación, la música, los libros, el arte, los viajes y mucho más”, relata Sheikh.
Cuando Nasreen tenía entre 15 y 16 años, Leslie la ayudó a conseguir un préstamo y fundó su primer negocio social en la misma ciudad donde era una niña trabajadora. Este negocio social, Local Women’s Handicrafts y posteriormente Empowerment Collective, una organización que ha crecido exponencialmente, impactando la vida de miles de mujeres y construyendo redes de relaciones duraderas que fortalecen la resiliencia comunitaria contra la opresión y la explotación. Un proyecto que nació del sentido de pertenencia, del sentimiento de que el “yo” eran “todas” o incluso “ninguna”, de esa necesidad de narrar la propia historia en tercera persona para sobrevivir.
Cuando se lee en su página “Nasreen Sheikh, Sobreviviente, Artista, Activista”, surge la necesidad de preguntarle:
¿A qué sobreviviste? “Nasreen es una sobreviviente del matrimonio forzado, el trabajo infantil y, en general, de los sistemas que oprimen, explotan y deshumanizan a las mujeres, privándolas de oportunidades y, a menudo, manteniéndolas atrapadas en ciclos de pobreza y abuso. No solo es una sobreviviente de estas experiencias y sistemas deshumanizantes, sino también una creadora de cambios, activa y exitosa, que trabaja incansablemente para lograr justicia. Sí, hubo muchas veces que Nasreen pensó que no podría sobrevivir”.
Sheikh cuenta que “el arte tiene un poder único: sana al artista del daño sufrido y ayuda a sanar los sistemas y condiciones que lo propiciaron. A través de la creación de obras de arte, Nasreen puede procesar las experiencias dolorosas que ha vivido a lo largo de su vida, a la vez que educa sobre estas realidades ocultas, aboga por soluciones basadas en la supervivencia y construye una cultura de paz, humanidad y consumo consciente”.

Respecto a la región latinoamericana, Nasreen relata “escuché a expertos analizar ejemplos de cómo esto se manifiesta en Brasil. Descubrieron que los desafíos asociados con la falta de documentación en Brasil afectan particularmente a los migrantes (asiáticos, bolivianos, venezolanos, haitianos, etc.). Para obtener documentación en Brasil, los migrantes necesitan documentos de su país de origen. Sin documentos, no tienen acceso a políticas, ni servicios públicos y tienen dificultades para acceder al mercado laboral”.
En estas condiciones “los empleos a los que sí tienen acceso son mucho más precarios, y los migrantes indocumentados son mucho más vulnerables a la esclavitud moderna. Los empleadores explotadores utilizan la situación migratoria, para mantenerlos atrapados en condiciones laborales inhumanas”.
Resistencia, organización y transformación
Con el desafío planteado llega la necesidad de revertir esta situación y es donde Nasreen a través de su organización brinda oportunidades transformadoras para las mujeres de su región. “Tenemos esperanza porque vemos el progreso, los resultados directos de nuestros incansables esfuerzos. Vemos a hombres que antes consideraban un pecado que las mujeres se educaran y dirigieran negocios, ahora envían a sus hijas a la escuela. Vemos a mujeres que vivían en la pobreza y en hogares abusivos, increíblemente vulnerables a la explotación, ahora expertas en artesanías tradicionales, trabajando en condiciones laborales felices y saludables o incluso dirigiendo sus propios negocios. Vemos a mujeres que pueden enviar a sus hijos a la escuela por primera vez con nuestro apoyo”.
Para concluir el “Empowerment Collective reconoce la interconexión entre la esclavitud moderna y la crisis climática. Por ello, nuestra empresa social, Local Women’s Handicrafts, se centra en la fabricación de textiles con materiales sostenibles de cultivo local, que teñimos con tintes naturales no tóxicos, o materiales reciclados. También utilizamos telares centenarios sin electricidad para tejer nuestros textiles, preservando así la energía y las artes culturales tradicionales nepalesas. Estas piezas están hechas a mano con materiales de calidad y técnicas más lentas que garantizan su durabilidad y evitan que terminen en vertederos poco después de su compra”.
El mundo está cargado de procesos que involucran lo económico, político, cultural y social, a veces la reflexión y la resiliencia son respuestas a fenómenos que vulneran diariamente los Derechos Humanos. Nasreen Sheikh concluye en que “lo que ella experimentó, y lo que presenció en su comunidad, está diseñado para despojar a las personas de sus libertades y derechos humanos fundamentales. Su deseo de poseer su propia vida, de tener acceso a sus derechos y de que todos en su comunidad tengan este acceso y oportunidad, no solo para sobrevivir, sino para prosperar, es la fuente de su valentía”.
Foto de portada: foto de Nasreen Sheikh en el evento Design for Freedom Summit at Grace Farms. Foto: Blog de Nasreen Sheikh
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Ethar El-Katatney, editora de Documented, el diario de las comunidades migrantes de Nueva York
Periodista, fotógrafa y viajera, mi vida es una hoja con palabras por escribir y una galería de imágenes que está tejiendo relatos que conectan vivencias, saberes y personas. Mis raíces son migrantes, mis abuelos maternos llegaron de Italia y mi abuela paterna de España, mientras que mi abuelo paterno tiene raices criollas. Nací en Argentina pero viví en España y en Australia. Soy una profesional comprometida que siempre va en busca de nuevas historias.