Compartir:

Tras empacar su vida adolescente en “dos valijas”, Ayelén Toledo dejó el ritmo constante de Lima por La Plata para perseguir su sueño universitario. Diez años después, la migrante peruana relata cómo el choque cultural, la independencia forzada y su emprendimiento de cocina (La Causa Loca) la transformaron en trabajadora y comunicadora con voz propia, demostrando que el esfuerzo por alcanzar la educación valió la pena.

La Plata fue para Ayelén Toledo primero un punto en el mapa, una posibilidad remota, un plan decidido por otros. Pero con el tiempo se volvió un escenario íntimo, la ciudad donde entró a la adultez a golpes. Tiene memorias de risas, miedos y mates compartidos. Llegó a los 18 con “toda una vida empacada en dos valijas”, dice, después de un enero de despedidas que fue “el mes más emotivo” de su vida. Hoy, diez años después, habla de ese viaje con una mezcla de nostalgia, humor y una certeza que la atraviesa: migrar la transformó para siempre. “Yo tuve que empacar en dos valijas mi vida de 18 años”, recuerda. “Sabía que no venía por un mes o un año. Venía mínimo por cinco. Y bueno… ya son diez. Pasaron cosas”.

La decisión

Ayelén nació y creció en Lima, en el ruido constante de una capital que late a toda hora.Allá hay quilombo, hay ruido, todo está abierto hasta tarde. Su vida estaba hecha de esa velocidad: la casa de sus padres, sus amistades, una rutina adolescente que giraba entre cursos, idiomas y planes para el futuro.

Su deseo era estudiar periodismo, pero en Perú la universidad es un privilegio difícil de alcanzar. Las privadas son carísimas y las públicas tienen cupos mínimos. De mil entran diez, explica. Su papá —argentino, platense, migrante también— fue quien abrió la puerta, la convenció de estudiar en Argentina. Viajó antes, hizo los trámites y la inscribió en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). “Mi mamá se re enojó, no quería que yo viaje. Pero mi papá pasó por encima de todo eso. A ella le costó un montón aceptarlo, soy hija única, era totalmente dependiente, no sabía hacer nada, y bueno, al día de hoy, mi mamá supo que todo ese esfuerzo, esa tristeza, valió la pena, y ahora, claramente, lo ve con otros ojos. Pero sí, costó un montón”. Para Ayelén tampoco fue fácil: sabía que dejaría su casa, su ciudad, su seguridad cotidiana. “Fue una decisión muy costosa emocionalmente”, admite. Su vida allá, fuera de los obstáculos educativos, era buena: vivía con sus padres, salía con amigas, tenía un ritmo estable. “Mi vida en Perú estaba bien ”, rememora.

Ayelén Toledo junto a sus padres. Partir de Perú hacia Argentina tuvo sus costos, pero valió la pena | Foto: gentileza

Aun así, la convicción pesó más que el miedo. “Yo quería estudiar, quería avanzar”. El viaje llegó: dejó afectos, rutinas y certezas por un proyecto que sentía necesario. El 31 de enero de 2015 llegó a La Plata por primera vez acompañada de su papá que la ayudó a instalarse.

También te puede interesar: Luis Rodríguez y “Primavera Trujillana 2”: 25 años trayendo los sabores de Perú a Argentina

Una ciudad silenciosa

La sorpresa fue inmediata. “La Plata es muy pueblo. A las nueve de la noche no camina ni el gato”, cuenta riéndose. Acostumbrada a la capital peruana, donde la vida no se detiene, ese silencio le pareció extraño y hasta inquietante.

Pero lo que más la sorprendió fue la gente. O mejor dicho, la soltura de la gente. “Acá todos son re confianzudos”, dice. “Entre profesores y alumnos se putean, toman mate en el aula… Yo no podía creerlo”.

Ayelén venía de un sistema educativo rígido, distante, formal. En su curso de ingreso a la Facultad de Periodismo descubrió algo inesperado: no era la única extranjera. Pensé que iba a ser un bicho raro. Pero había de todo: colombianos, chilenos, bolivianos. Una banda de estudiantes de otros países”. Ese descubrimiento la alivió. No estaba sola.

Las primeras redes

Su papá volvió a Perú enseguida. Su mamá estaba lejos. Su familia argentina —más fragmentada y distante— no era un sostén. Siempre me sentí sola acá. Mis amigos fueron mi familia, comparte.

Vivió un tiempo con una abuela con la que fue difícil convivir. Luego vino el salto, la adultez, la independencia forzada. De ser una nena de casa, pasé a manejarme sola en un país diferente”. Aprendió a cocinar, a hacer trámites. Creció de golpe.

Con el tiempo, el desarraigo se hizo más leve. Las caminatas por las diagonales, las ferias, las plazas, las juntadas, los vínculos le dieron a La Plata un aire propio. La persona que llegó en 2015 fue una, y la que soy hoy es otra, resume.

El oficio y la voz

Ayelén estudió Comunicación, se recibió en 2020, aunque formalizó el título en 2024. En el medio, trabajó en medios locales, en marketing, en radio. Su acento se mezcló con el local; su carácter se volvió más frontal. Llegué tímida. Ahora ando puteando a todo el mundo, reconoce entre risas. “Me adapté muchísimo y rapidísimo”.

Ayelén Toledo se graduó como licenciada en Comunicación en la Universidad Nacional de La Plata (Argentina) | Foto: gentileza

Después vino la locución, un deseo que arrastraba. Hoy busca un espacio estable donde ejercer lo que ama. Su futuro profesional se teje entre micrófonos, palabras y una voluntad persistente. “Siempre dije: un día voy a salir en la televisión. De chiquita lo repetía. Era un sueño de nena.”

También te puede interesar: José Vilcarromero, el maestro peruano que sembró Shaolin en Argentina

La Causa Loca: la cocina como puente

Su emprendimiento nació de una necesidad muy concreta: ver a su mamá después de cinco años sin abrazarla. El pasaje estaba imposible; el sueldo no alcanzaba. Entonces se animó a algo que jamás había intentado: vender comida peruana.

“Nunca tuve un emprendimiento propio”, cuenta. “Pero pensé: si cocino para mí, puedo cocinar para otros.” Así nació La Causa Loca: causa limeña, papa a la huancaína y arroz chaufa, las recetas que le saben a hogar. “Todo casero, todo fresco. La comida entra por los ojos.”

La comunidad peruana en La Plata la apoyó. También sus amigos. Comenzó a cocinar los fines de semana, a repartir en bicicleta, a recibir mensajes de desconocidos que le decían: “¡qué rico todo!”. El primer pasaje que pudo pagarse sola fue un triunfo íntimo. Lo pagué hasta el último centavo con mi plata. Fue un gran logro”. Hoy, Ayelén continúa con su emprendimiento, aunque de manera más flexible. Cocina por encargos y planea retomarlo con fuerza para fin de año, cuando vuelven a aumentar los pedidos y baja la carga horaria de sus estudios. “Tengo que meterle a las redes, moverlo más, armar mi clientela”, comenta.

Lo que queda por delante

Ayelén piensa mucho en el futuro, aunque le genera ansiedad. Es la primera de su familia materna en graduarse, la que rompió ese techo que parecía infranqueable. “Quiero seguir logrando cosas, darle ese honor a mi familia”, afirma y está convencida que “no fue en vano venir acá”.

¿Volver a Perú? No ahora. “Tampoco me voy a quedar siempre, no creo”, aclara. Su padre está solo allá y es grande, su mamá, peruana, hoy vive en Panamá adonde tuvo que viajar por un tema familiar, y sabe que en algún momento su camino la empujará de regreso. Pero hoy, todavía, siente que La Plata tiene algo más para mostrarle.

Su identidad está partida en dos, pero lejos de ser un conflicto, es un puente. Me acoplé mucho a la cultura de acá. Mi papá me había criado muy argentino. Cuando vine, no me costó tanto. Él toma mate, vino, hace asados, pero Ayelén reconoce que, allá hay mucha mente cerrada, mucho machismo”. “Yo antes era tímida. Ahora no me callo más”. En diez años, La Plata la transformó: en mujer, en trabajadora, en comunicadora, en migrante con voz propia. Y cuando piensa en esa chica de 18 que cerró las dos valijas una mañana de enero, no duda: Todo este esfuerzo, todas las tristezas, valieron la pena.”


Contenido relacionado:

Brune A. Comas: “Migrar me enseñó que el derecho más básico es poder ser en paz”

Wilson Pinto: siete países en dos meses, una migración marcada por la resistencia y esperanza

Del viaje en ‘La Bestia’ a las ‘hieleras’: el calvario migrante de Nelson Ardila hacia los Estados Unidos

Autora |  + notas

Constanza Zelaya es licenciada en Comunicación Social y estudiante de Locución. Busca desarrollarse y potenciar sus habilidades en comunicación, producción y gestión, contribuyendo a proyectos que articulen creatividad, compromiso social y construcción de nuevas narrativas, aplicando su experiencia en escritura, producción, gestión y estrategias comunicacionales para proyectos públicos, sociales y culturales.


Compartir:
Mostrar comentariosCerrar comentarios

Deja un comentario