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“Tenemos una historia en parte épica, migrantes que llegaron y construyeron sus familias. Y tenemos toda la parte de la violencia, del colonialismo y del esclavismo, que es constitutiva de nuestra cultura. Es algo mucho más profundo que poner en un billete a una afrodescendiente o reponer el carácter mulato de Bernardino Rivadavia”, comenta a este medio Horacio Tarcus, historiador e investigador argentino, quien actualmente está a cargo del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI).

El Centro se inició a fines de la década del noventa a partir del material de archivo del propio Tarcus, y fue creciendo con los diferentes aportes y donaciones, además de la incorporación de bibliotecas personales de intelectuales argentinos. Entre las múltiples colecciones que preserva y difunde el CeDInCI, tanto en su repositorio físico como en la iniciativa digital América Lee (un portal del centro de investigación donde pueden encontrarse digitalizadas las principales revistas políticas y culturales de América Latina), se encuentran los ejemplares de La Protesta, la única experiencia en el mundo de un periódico anarquista que logró publicarse con frecuencia diaria, y además sostenerse en el tiempo, porque su circulación -con interrupciones y censuras- se mantuvo hasta 2015, según cuenta el historiador.

Ideas traídas en barco: la llegada del anarquismo

Tarcus caracteriza a Buenos Aires de fines del siglo XIX y principios del siglo XX como “una Gran Babel”. Al igual que Rosario o Bahía Blanca, experimentó mayor crecimiento poblacional tras la llegada de las migraciones europeas. “Se hablaban diversos idiomas porque había migrantes españoles, italianos, turcos, franceses, alemanes, judíos que venían escapando de los pogrom en el Imperio ruso. Había toda una cantidad de comunidades idiomáticas que se constituyeron en las grandes ciudades, con epicentro en Buenos Aires”, agrega el investigador.

“El anarquismo fue un fenómeno de importación. En gran medida fueron los migrantes europeos, a veces exiliados, quienes trajeron las ideas anarquistas”, dice Tarcus, y aclara que vinieron en los barcos con sus folletos o con los periódicos en italiano, en catalán, en español, en francés, y crearon acá sus asociaciones específicas. Fue una migración anarquista y socialista. Los socialistas eran principalmente alemanes, mientras que los anarquistas eran españoles e italianos.

Tarcus asegura que en las décadas de 1870, 1880 y 1890 había una gran cantidad de periódicos en francés, en italiano, en alemán, en ídish, que sorpresivamente eran semanarios o inclusive diarios que competían con la prensa nacional. Para fines del siglo XIX, había múltiples publicaciones obreras con sus respectivas ideologías que precedieron a La Protesta Humana -nombre inicial del periódico mencionado-, fundada por el periodista español Gregorio Inglán Lafarga el 13 de junio de 1897.

El equipo de redacción de La Protesta contaba con trabajadores italianos y franceses. Y durante la primera década del siglo XX se empezó a publicar, de modo irregular, una página en italiano. No era una traducción de la página anterior o de la siguiente que venía en español, sino que estaba dirigida a la comunidad anarquista italiana, que fue muy fuerte. En la siguiente década surgió una página en ídish, que se publicó durante muchos años. “Por supuesto, el que no sabía ídish seguramente la salteaba. Pero un periódico que tenía pocas páginas, que costaba mucho esfuerzo imprimirlo, distribuirlo, publicarlo, conseguir publicidad, dedicaba una página completa en ídish. Eso quiere decir que la migración ruso-judía, ucraniano-judía, era lo suficientemente significativa para que justificara tener una página en ese idioma”, detalla el investigador sobre el diario anarquista.

“El anarquismo fue un fenómeno de importación. En gran medida fueron los migrantes europeos, a veces exiliados, quienes trajeron las ideas anarquistas”, dice Tarcus, y aclara que vinieron en los barcos con sus folletos o con los periódicos en italiano, en catalán, en español, en francés, y crearon acá sus asociaciones específicas.

Esta marca de diversidad cultural es también característica del inicio del proceso de formación del proletariado argentino. En ese momento no había una clase obrera como tal, sino que eran pequeños gremios clasificados por oficios. “En mayor medida, los que adherían al anarquismo eran artesanos: a veces eran dueños de su propio taller y trabajaban con sus hijos o con su compañera, a veces trabajaban para otro artesano, a veces empleaban a un tercero”, relata Tarcus. El historiador agrega que compartían dicha ideología los peones que cargaban bolsas en el puerto y los trabajadores de los ferrocarriles, que iban desde los maquinistas —a quienes denomina “élite proletaria”— hasta los obreros mecánicos de los talleres ferroviarios.

El historiador nos recibió en las instalaciones del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI).

La Ley de Residencia y persecución a los trabajadores migrantes

Desde La Protesta, estos obreros anarquistas buscaban interpelar al “trabajador ilustrado” e incentivar cierto pensamiento crítico en sus lectores. Asimismo, fueron impulsores de las grandes huelgas, se abocaban a la cobertura de eventos culturales que tuvieran elementos “aleccionadores”, hacían publicidad pero también boicots cuando había un perjuicio contra los trabajadores, y también fueron fuertes opositores a la Ley de Residencia. Normativa sancionada en tiempo récord, a fines de 1902, después de una huelga general. “Fue votada por diputados y senadores, cada cámara con una diferencia de horas, y habilitaba al Poder Ejecutivo a expulsar del territorio nacional a todo extranjero que se considerase peligroso para el orden y la armonía social”, explica el historiador, y detalla que “era una violación a la Constitución porque pasaba por encima del juicio”.

Tarcus sostiene que la Ley de Residencia otorgaba un poder excepcional a la fuerza policial: esta tenía la facultad de enviar al Poder Ejecutivo el listado de los anarquistas a expulsar. “El Poder Ejecutivo repetía textualmente lo que el jefe de policía le decía, emitía un decreto, le avisaba a la policía nuevamente, y esta los iba a buscar. La policía decidía quién se quedaba o quién se iba. Entraron en la volteada algunos socialistas y, en la década del 30, se empezaron a deportar algunos comunistas”, relata. El investigador agrega que hubo “sucesivas oleadas como verdaderas levas”, que ante cada acontecimiento huelguístico detenían y deportaban decenas o centenares de militantes, sobre todo anarquistas.

El historiador califica a las deportaciones de trabajadores como “destructivas del tejido social y de las familias”. “Fue una historia penosa que empañó la historia liberal de Argentina, nuestro constitucionalismo”, afirma. Además, sostiene que no existe al día de hoy un número exacto de deportados, solo estimaciones para la primera gran deportación de 1902, otras para las de 1909 y 1910. “Vengo haciendo una investigación con documentos que están en el Archivo General de la Nación y otros en el CeDInCI. Creo que voy a poder documentar, en poco tiempo, un listado de alrededor de 1000 deportados. Cada día aparecen más, poniendo la lupa en la prensa de la época, en documentos diplomáticos, en testimonios de militantes, en historias de bisnietos o tataranietos que estoy consultando”, asegura el historiador.

Este contexto hostil contra migrantes y trabajadores ocasionó la aparición de bandas parapoliciales que atacaban las redacciones y perseguían a los periodistas anarquistas, por lo que las publicaciones, incluida La Protesta, sufrieron estos embates y censuras. Este enfrentamiento, sumado a la defensa de sus derechos, era lo que hacía al anarquismo mucho más atractivo que, por ejemplo, el socialismo. “Toda esta clase obrera en formación aparece permeada por dos discursos políticos fuertes. Por supuesto, había otros, como los discursos católicos y los liberales, pero acá fueron muy fuertes el anarquista y el socialista. El anarquista todavía con mayor pregnancia que el socialista en la década de 1890 y en la primera década del siglo XX, y el que más resistió las represiones y persecuciones”, cuenta Tarcus.

En el marco de la Ley de Residencia, “el extranjero era peligroso para el orden y la armonía social”, destaca Tarcus.

Tarcus afirma que no existe al día de hoy un número exacto de deportados respecto a este periodo; solo estimaciones para la primera gran deportación de 1902, otras para las de 1909 y 1910. “Vengo haciendo una investigación con documentos que están en el Archivo General de la Nación y otros en el CeDInCI. Creo que voy a poder documentar, en poco tiempo, un listado de alrededor de 1000 deportados”, señaló.

El migrante es “malo” cuando reclama sus derechos

Para Tarcus, esta mayor pregnancia del anarquismo respondía, en gran medida, a la falta de atención a los reclamos de la clase trabajadora y migrante por parte de aquel Estado argentino. Los anarquistas, que se componían mayormente de españoles e italianos, eran fundamentalmente anti-Estado. Mientras que los socialistas, con mayor intervención de alemanes, interpelaban a la comunidad a obtener conciliaciones con el gobierno, “ciudadanizarse” y reclamar por sus derechos. Lo hacían con mayor incidencia desde su periódico La Vanguardia. “Los socialistas decían ‘queremos ciudadanía’, ‘nos tenemos que nacionalizar’, ‘te invitamos a que te ciudadanices, no necesariamente tenés que perder tu identidad, tu idioma y tu cultura, pero seamos paralelamente argentinos’, ‘trabajemos en modificar y ampliar el régimen político, romper el régimen oligárquico y conquistar leyes’”, dice el investigador.

Como estas leyes tardaban mucho, el discurso anarquista, anti-Estado y anti-político lograba una gran eficacia. Mientras el Estado era un ente que hacía oídos sordos a los reclamos de los trabajadores y respondía con represión, era más atractivo el eslogan “con la politiquería no vamos a hacer nada, no vayamos al Parlamento”. “Los anarquistas decían ‘no le pidamos al gobierno, conquistemos nuestros derechos en la calle por acción directa, ignoremos al Estado’, ‘creemos una sociedad que de algún modo se autoorganice’, ‘pensemos en una suerte de insurrección proletaria’. Y este discurso fue muy importante en toda la década de 1890 como organizador de la huelga general, luego a comienzos del siglo XX vinculado a la Federación Obrera Argentina (FORA), que movilizaba centenares de trabajadores”, detalla Tarcus.

“Desde ese momento empezó a gestarse una narrativa que caracterizaba al migrante como ‘malo’, sobre todo a los anarquistas como ‘los de las bombas’, ‘los que vienen al país solamente para llevar a cabo una militancia y no con reclamos legítimos’, entonces como hay un fin político, no es un ‘verdadero trabajador’”, explica Tarcus, y argumenta que las sociedades reaccionarias quieren encontrar un culpable para cualquier crisis y ese culpable se busca, generalmente, en las poblaciones migrantes. El historiador sostiene que existe un paralelismo con lo que hoy se concibe sobre las migraciones y las percepciones contradictorias en torno a la libertad: “Las mercancías están circulando cada vez más. El problema es la circulación de las personas. Para esas personas no hay libertad, y las personas que quieren circular pasan a ser sospechosas”.

En aquella época, desde el Estado se intentó una política de integración cultural a través de los ritos que no resultó eficaz. “La respuesta que dio el Estado argentino fue una integración a través de la escuela y a través de los ritos patrióticos, en vez de una respuesta de integración a través de una legislación obrera o de un reconocimiento de derechos”, asegura Tarcus, y dice que el proyecto de José Ramos Mejía, desde el Consejo Nacional de Educación, buscó ampliar el régimen de escolaridad obligatoria para los inmigrantes, sobre todo para sus hijos, educarlos en el culto de la bandera, de los ritos y fechas patrias. Un elemento integrador, pero que no bastaba porque no alcanzaba a los padres.

“Las mercancías están circulando cada vez más. El problema es la circulación de las personas. Para esas personas no hay libertad, y las personas que quieren circular pasan a ser sospechosas” (Horacio Tarcus)

Esta falta de solución y atención estatal fortaleció la circulación del discurso estigmatizante. “El inmigrante pasó de ser el trabajador que venía a ‘hacerse la América’ a ser la figura que atentaba contra las tradiciones hispánicas y criollas de nuestra patria”, relata Tarcus. En relación con esta narrativa, el historiador afirma que el discurso que sostiene que los migrantes tienen mayores derechos que los nativos es “un veneno” que viene “de muy lejos”.

Tarcus considera que actualmente nos encontramos en una lucha cuerpo a cuerpo para “descolonizar la memoria” y concebirnos en una identidad “más rica y plural”. Además, sostiene que estamos en proceso de “descolonizar nuestra historia” y que se trata de un proceso físico que excede lo simbólico. “La transmisión memorística está muy bien, pero es algo mucho más profundo, y yo creo que en Argentina ya está sucediendo. Pero, justamente, estas cuestiones son las que están bajo amenaza. A los que planteamos estas cosas se nos desfinancian las instituciones, por ejemplo, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)”, enfatiza el historiador.

“El inmigrante pasó de ser el trabajador que venía a ‘hacerse la América’ a ser la figura que atentaba contra las tradiciones hispánicas y criollas de nuestra patria”, relata Tarcus

La Protesta cambió innumerables veces de sede y llegó a tener una guardia armada, que muchas veces quedaba desbordada por la irrupción de las bandas parapoliciales o de la policía misma. Incluso un tiempo se publicó desde Montevideo, Uruguay. A 128 años de su nacimiento, es fundamental recordar y reivindicar nuestros orígenes en tanto culturas diversas. “La riqueza de nuestros países, particularmente de América Latina, tiene que ver con estas fusiones. Hay una riqueza en la diversidad de culturas, en la diversidad de idiomas, en la diversidad de elecciones sexuales. A todos nos hace más ricos vivir en una sociedad donde escuchamos opciones distintas de las que quizás nos tocaron o elegimos”, concluye Tarcus.


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Equipo Periodístico |  + notas

Es comunicadora social y periodista, especializada en comunicación política. Sus raíces migratorias provienen de Italia y Francia, de donde sus antepasados arribaron a Argentina a principios del siglo XX.


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