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María, Carmen y Judith llegaron a la Argentina con la intención de construir: una casa, una carrera o un futuro mejor para sus hijos. Las tres están terminando la secundaria como parte del plan “FinEs” para migrantes, que se puso en marcha en 2022 en el partido de Pilar, provincia de Buenos Aires. Se trata de un programa que les permite cursar, de manera semipresencial y acompañadas de docentes tutores, el trayecto escolar que les falta. 

El partido fue el primero en adaptar esa iniciativa específicamente para la población migrante, entendiendo que existen dificultades burocráticas o requerimientos que muchas personas, por el solo hecho de no haber nacido en Argentina, no pueden cumplir. “FinEs es un programa nacional que se creó para dar respuesta a sectores sociales que habían quedado por fuera del sistema educativo”, comenta Gonzalo Lantarón, director General de Migrantes y Pluralismo Cultural del municipio entre 2019 y 2024. 

Pero existían trabas burocráticas específicas para la población migrante, que en muchas ocasiones se veía imposibilitada de conseguir la legalización de todos los documentos necesarios para inscribirse. “Si bien la ley de migraciones 25.871 garantiza el derecho a la educación, la justicia, y al desarrollo integral de la persona, nosotros avanzamos en ese desafío que estaba inconcluso: era letra escrita, pero no se llevaba a la práctica”. Para poder cursar tanto primario como secundario del programa FinEs migrante basta con el documento nacional de identidad, y –en el segundo caso– la constancia de los estudios primarios finalizados. 

La constancia es algo que no falta en las aulas de Manzanares, una localidad ubicada en ese partido. Carmen Rodas (48) viaja seis horas por día para llegar a su empleo en una casa particular, en La Plata. A veces, cuando no tiene que cursar, se queda a dormir en el lugar de trabajo. Pero cuando tiene que ir a estudiar se preocupa por volver y por avisar cuando llega un poco demorada. “Todos me preguntan si me canso de salir todos los días a las 4 de la mañana, pero yo no me canso, tengo que terminar de construir mi casa”, cuenta. Desde que llegó al país, en 2013, empezó a trabajar con ese fin. Ahora sólo le resta el techo. 

Costó. No solamente por el esfuerzo que implica ahorrar, sino también porque, cuando salió de Santa Cruz, Bolivia, tuvo que dejar a sus hijos para escapar de un hogar en el que era violentada. Ladrillo a ladrillo, logró formar otro en el que pudo reencontrarse con ellos. 

Con el primer objetivo prácticamente cumplido le resulta más fácil pensar en el próximo paso. “Lo que me gusta mucho es cuidar personas. Me gustaría capacitarme, aunque sea hacer un curso corto”, asegura. 

“Cuando termine quiero estudiar enfermería”, explica María Cañete (38) que llegó de Villa Rica, Paraguay, en 2004. “Apenas llegué a Argentina yo dije ‘voy a seguir estudiando’”. Pero su mamá formó pareja y sintió la necesidad de mudarse sola. Trabajó unos años en un régimen “cama adentro” hasta que tuvo a su hija, que ahora tiene tres años. Después empezó a desempeñarse como niñera, lo que le dio la flexibilidad horaria suficiente para poder cursar. 

Judith Fernández tiene 25 años. Llegó desde Eusebio Ayala, Paraguay, en 2014. Los primeros años vivió en Derqui, también dentro del partido de Pilar. Pero al tiempo se mudó a Manzanares. En su primera casa, cuenta, sufrieron varios hechos de xenofobia. 

En Manzanares, tanto Judith como sus hijas se dedican a estudiar. Las más pequeñas de la casa, en jardín y primaria. 

En Pilar los servicios que estas mujeres brindan son muy requeridos. Si bien el sector de tareas de cuidado es cubierto en su mayoría por mujeres argentinas, las migrantes representan el 9,1% de la fuerza de trabajo en casas particulares, y apenas el 3,9% en el resto de los empleos.

En 2013, cuando Carmen llegó a la Argentina, se promulgó la ley 26.844. Establece el Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares, lo que implicó un avance y un reconocimiento a estas tareas que, remuneradas o no, son poco valoradas.

Los trayectos de María, Carmen y Judith no escapan a una realidad mucho más generalizada. Pero cada una de sus historias es única, así como el proceso que las llevó a construir el futuro que piensan en Argentina. 

El programa

FinEs migrante está basado en el modelo de educación para la empleabilidad de Toyota que, según consta en la página web de esta empresa, busca “una formación tanto para la empleabilidad como para el desarrollo actitudinal y motivacional a jóvenes que necesitan ser empoderados, generando mejores oportunidades para su inserción en el mundo del trabajo”.

La cursada dentro de este plan es por módulos y cantidad de materias, y no está dividida en años como en el sistema tradicional. “Arrancamos con 500 alumnos. El egreso es lindo, porque además terminan con la inercia de seguir estudiando”, explica Lantarón. “Todos quieren seguir una carrera con una mirada de lo común, de contribuir a la sociedad, de pensar siempre su futuro para colaborar con una sociedad mejor. Ya sea en el cuidado de las personas o en alguna tarea con vocación de servicio”.

Directora ejecutiva | + notas

Docente en Historia. Nacida y criada en el norte del conurbano bonaerense. De raíces familiares francesas e italianas.


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