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Migrar. Migración, teatro y arte. Vivir del arte. Estos han sido –hasta ahora– los temas de conversación de las entrevistas que he venido adelantando para Refugio Latinoamericano. Lo de la migración, es una cosa obvia. Lo del teatro, el arte y vivir de ello, es algo más circunstancial.

Y así llegamos a mi tercer entrevistado: Oswaldo Utreras, un joven artista ecuatoriano, llegado a Buenos Aires siguiendo su sueño de hacer cine. Un “chamo” de 33 años, como diríamos en Venezuela, o un “pibe”, como dicen en Argentina, que, al igual que Lautaro Asteguiano, se trasladó hasta la ciudad porteña buscándose a sí mismo y esperando encontrarse en el arte.

“Wuao… es (una pregunta) realmente profunda”, responde, con algo de sorpresa, a la primera de mis interrogantes: ¿quién es Oswaldo? “Aún está por descubrirse, está en proceso de saber quién es, adónde va, adónde se direcciona”, señala. “Es una persona a la que le gusta ser persona, que se interesa mucho por la gente, que a veces peca por pensar más en el resto que en sí mismo”. 

Oswaldo es alguien a quien “siempre le ha gustado lo artístico, desde pequeño. Siempre le llamó la atención. A los seis o siete años, hacía monólogos en las reuniones familiares, representando las rutinas que tenía mi papá antes de irse para su trabajo. Era gracioso para toda mi familia”.

Sus parientes también tenían claro lo que sería parte de su destino, incluso mucho antes que él mismo. “Él va a ser artista”, vaticinó uno de sus tíos, luego de uno de sus espectáculos en el prime time familiar. Varios años después, sonríe al darse cuenta que su tío tenía razón.

Migrar por convicción

Oswaldo llegó a Buenos Aires el 23 de febrero de 2020. Apenas unas semanas antes de que el planeta entrara en crisis total a causa de la pandemia por Covid-19. Reconoce que los primeros meses fueron complicados. Permanecer año y medio encerrado, en una ciudad por descubrir, lejos de casa, de sus familiares y amigos, fue un periodo difícil. Tanto que se llegó a plantear el claudicar y regresar a Ecuador.

Cuando parecía que el retorno era inevitable, decidió esperar. “Me dije: no. Me costó mucho venir. Una inversión en pasajes, una inversión en conseguir un departamento, en conseguir universidad. Entonces dije no, regresar sería un retroceso”.

Esa misma convicción ya lo había traído a la costa argentina del Río de La Plata, con el propósito de formarse en Comunicación Audiovisual. Una carrera dentro de un campo de conocimientos y de trabajo, bastante alejado de lo que había sido su preparación previa: la gastronomía. “No es que no me guste cocinar”, aclara, “es que no me gusta cocinar para grandes masas”.

Teatrero por ¿accidente?

Superada la pandemia y el primer año y medio de materias que debió cursar de manera online, el trabajo de campo dentro del mundo audiovisual lo llevó por un camino que, hasta ese momento, no había siquiera imaginado: el del teatro.

“Empecé a actuar en cortometrajes. Actuar gratis. Me di cuenta de que ninguno de mis compañeros de facultad quería actuar, por lo que decidí hacerlo yo”. 

Este ejercicio de relaciones públicas dio resultado. Después de publicar en sus redes sociales todo lo que venía haciendo frente a las cámaras, un conocido de Instagram le dijo “che, veo que te gusta actuar y unos amigos están haciendo la producción de un musical. ¿Por qué no haces el casting?”

La producción en cuestión era una adaptación de Teen Beach Movie, una serie juvenil de Disney. “Hice el casting, no obtuve el papel, pero sí quedé como bailarín”. Su debut sobre las tablas fue en la Calle Corrientes, algo de lo que pocos pueden presumir, sobre todo tratándose de un migrante.

Luego de esta experiencia, el germen del teatro había sido inoculado. Decidió continuar con su formación de la mano de Pablo Ocanto y tomar el teatro y la actuación, como otra de las manifestaciones artísticas que puede explorar, junto con el cine.

Como parte de esta preparación, formó parte del elenco de Desconfigurados, un drama escrito y dirigido por el propio Ocanto, que estuvo en la cartelera del Teatro Multiescena hasta mediados de febrero.

Vivir del arte: la búsqueda constante

En medio de nuestra conversación, admito que conozco poco o nada del teatro ecuatoriano. Oswaldo reconoce, por su parte, y no sin pesar, que el mundo de las Artes Escénicas en su país es bastante reducido. 

Señala que en Quito, su ciudad natal, se hace mucho teatro independiente, aunque con muy poca difusión. “Hay un teatro más ‘bonaerense’, al ‘estilo’ de la Calle Corrientes o ‘a lo Broadway’ en Guayaquil”.

Ante mi pregunta directa de si se puede vivir del arte en Ecuador, señala que “es un poco complicado, casi imposible”. Añade, con resignación, que este es un fenómeno que, aunque quizá con menos drama, también está presente en Argentina. “Hay que tener un laburo aparte (fuera del arte) para poder sobrevivir y subsistir. Hay que pagar cuentas”.

La política presente

Si bien se dice “apolítico”, no duda en tomar partido en ciertos temas de actualidad. Y es que nuestra conversación tuvo lugar apenas unos días después de la intervención del presidente Javier Milei en el Foro de Davos. Militante activo del colectivo LGTBQ+, considera que los dichos del mandatario se pueden considerar como “un acto de guerra”.

“Ni de aquí, ni de allá”. “Todos los migrantes tenemos un punto en común: extrañamos mucho nuestra cultura, nuestra familia, nuestros amigos, nuestras raíces”. También admite que “por más que extrañes, sabes que no perteneces más a ese lugar. Migrar te hace sentir que no eres de aquí ni de allá, perteneces a ambos mundos, y a la vez, no”.

Después de reírse de su propia paradoja, admite otra vez que si bien le gustaría estar en Ecuador con sus amigos, también extrañaría a Buenos Aires si llegase a marcharse. “Comencé una nueva vida, conocí gente hermosa.”

Fan del mate

Oswaldo, aunque planea seguir en el mundo del teatro, no quiere olvidarse de la razón por la que decidió migrar: el cine. Con un par de cortometrajes en su haber, actualmente aprovecha la pausa lejos de las tablas para dedicarse a otra de sus pasiones: la escritura de guiones. “Estoy trabajando en el guion de una serie”, señala, con emoción evidente.

Para finalizar la entrevista, le pregunto si le gusta el mate, de lo que se declara “fan”. Dice que gracias a esta infusión, ahora le gustan los sabores amargos. “Una vez me hicieron probar mate con azúcar y no me gustó. Lo prefiero amargo, es más rico”. Después de cinco años en Argentina, da la impresión que sólo le falta acudir a los ensayos con un termo de agua caliente en la mano.

+ notas

Estudió cine y posee una amplia trayectoria en periodismo, marketing digital, actuación y dramaturgia. Nacido en Venezuela, vivió en países como México y Costa Rica. Actualmente reside en Argentina, en lo que constituye su tercera experiencia migratoria.


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