Los aniversarios, sin importar si son dichosos o luctuosos, siempre sirven para examinar y repasar el legado de todos aquellos que dejaron huella en la historia. Hombres y mujeres que impulsaron cambios, que hicieron la diferencia. Personajes que marcaron un antes y un después. Ejemplos de que las luchas por los ideales nunca son sencillas. Este es el caso de Luisa Cáceres de Arismendi, una de las muchas mujeres de América Latina y del mundo cuyo nombre es sinónimo de los tres adjetivos utilizados en el título de este artículo.
La heroína
Su vida nunca fue sencilla. Desde muy pequeña tuvo que enfrentar las adversidades de nacer en una tierra privilegiada, pero acosada por intereses hegemónicos e imperiales, con una sed de riqueza y poder insaciable.
Luisa Cáceres nació en Caracas, el 25 de septiembre de 1799, tiempos en que la hoy capital de la República Bolivariana de Venezuela era una ciudad provincial, epicentro político y económico de la antigua Capitanía General de Venezuela, uno de los muchos territorios administrados y abusados por el Imperio Español de la época. También fueron tiempos de movimientos emancipadores que ya germinaban en el extremo más al norte de lo que hoy se conoce como América Latina.
Cuando tenía 15 años, su padre y su hermano murieron a manos del Ejército Realista, víctimas de la represión con la que el Reino de España se negaba a renunciar a sus posesiones trasatlánticas. Al poco tiempo, contrajo nupcias con Juan Bautista Arismendi, prócer de la independencia venezolana, y con quien compartió, además de una familia numerosa (llegaron a tener 11 hijos), los ideales de libertad e independencia que, a la postre, terminarían imponiéndose. Eso sí, luego de muchas luchas y sacrificios.
Mártir
Repasar la historia de América Latina siempre implica, de alguna manera, hablar de mártires. De nuevo, Luisa Cáceres de Arismendi es ejemplo de ello.
Luego de la muerte de su padre y hermano, así como de convertirse en la compañera de lucha y de vida de Juan Bautista Arismendi, huyó desde Caracas en la “Emigración al Oriente”, ordenada por Simón Bolívar. José Tomás Boves y su “legión infernal” ya habían recuperado para la corona el control de las principales plazas del occidente venezolano y avanzaban sin piedad no solo hacia la capital, sino también hacia los extremos este y sur de este territorio. La familia Arismendi fue de las pocas que logró escapar a salvo hasta la Isla de Margarita, hoy Estado Nueva Esparta. Sin embargo, al poco tiempo, Luisa fue apresada por las tropas que, bajo el mando de Pablo Morillo, arribaron desde España para terminar de apaciguar los intentos proindependentistas de la región.
Los realistas intentaron utilizar a Luisa Cáceres como moneda de cambio frente a su esposo, pero Juan Bautista Arismendi nunca consideró la propuesta. En medio de esta coyuntura, el general pronunció la más célebre de sus frases: “Diga al jefe español que sin patria no quiero esposa”. Al mismo tiempo, ella sufrió vejámenes y torturas continuas durante su presidio, lo que la llevó a perder a la niña que esperaba al momento de su captura. Por mucho que lo intentaron, sus captores nunca consiguieron doblegar su temple y coraje.
Guerrera
Después de casi dos años prisionera, y de ser trasladada desde los territorios insulares hasta Caracas, Luisa Cáceres de Arismendi fue enviada a España. Una expedición que también tuvo su cuota de tortuosidad, ya que la fragata en la que viajaba fue atacada y asaltada en alta mar, por lo que ella y parte de la tripulación terminaron abandonados en la Isla de Santa María de las Azores.
A su posterior llegada a Cádiz, recibió la carta de libertad, aunque se le seguía exigiendo que renunciara a sus ideales emancipadores, algo que nunca ocurrió. Otro largo periplo, que incluyó una travesía hasta Filadelfia, le permitió finalmente regresar a Venezuela en 1818, lo que le permitió atestiguar cómo el tricolor patrio empezó a ondear definitivamente, una vez consumada la Independencia tras la Batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821.

Primera mujer en ingresar al Panteón Nacional de Venezuela
Luisa Cáceres de Arismendi murió en Caracas, el 2 de junio de 1866. Tenía 66 años. Toda una proeza para la época, considerando que tuvo 11 hijos, sin olvidar todo lo que sufrió durante las luchas por la independencia.
En 1877, sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional de Venezuela. Se convirtió en la primera mujer en recibir tal distinción, un reconocimiento digno de una figura que personifica como pocas lo que significa ser una guerrera.
Héroes, mártires, guerreros
No deja de resultar irónico que, al repasar el legado de figuras emblemáticas de la historia, personajes a quienes los adjetivos del título (y otros más) los definen muy bien, esos mismos términos sigan calzando en hombres y mujeres de la actualidad. Y es que, al menos en América Latina, las luchas por los ideales de libertad e igualdad parecen estar lejos de terminar.
Imagen de portada: fragmento del retrato póstumo de Luisa Cáceres de Arismendi, por Emilio Jacinto Mauri (1858-1908). Foto: Wikimedia Commons.
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Estudió cine y posee una amplia trayectoria en periodismo, marketing digital, actuación y dramaturgia. Nacido en Venezuela, vivió en países como México y Costa Rica. Actualmente reside en Argentina, en lo que constituye su tercera experiencia migratoria.