Compartir:

La migración en América Latina atraviesa un punto de inflexión: a diferencia de años anteriores, crecen los desplazamientos intrarregionales, se reducen de forma drástica los flujos hacia el norte del continente y se profundiza la subordinación de las políticas migratorias a las agendas políticas de los países centrales. Este informe recorre diez claves urgentes para comprender el presente y el futuro inmediato de la movilidad humana en la región.

Durante 2025, la migración en América Latina se consolidó como uno de los principales ejes de la agenda pública por distintos motivos que, lejos de expresar un fenómeno coyuntural o excepcional, dan cuenta de un agravamiento de aspectos estructurales profundos: crisis sistémicas persistentes, violencias de carácter estructural, expansión de políticas securitarias, los impactos del cambio climático y una gobernanza migratoria crecientemente atravesada por lógicas de subordinación al Norte Global.

De esta manera, América Latina reproduce cada vez más patrones globales de gestión migratoria centrados en la seguridad, la externalización de fronteras y la delegación de responsabilidades en actores humanitarios. Sin embargo, lo hace en un contexto particular: una migración mayoritariamente intrarregional y capacidades estatales limitadas para garantizar derechos, integración e inclusión social.

Este informe identifica y analiza las diez claves urgentes de la movilidad humana en América Latina en 2025, combinando datos actualizados con una lectura crítica de las tendencias estructurales que los explican. Se trata de un panorama para comprender y anticipar las dinámicas en materia de movilidad humana en la región.

Migrantes indígenas viajan en barco en la provincia de Darién, Panamá | Imagen: IStock gonzalobellphoto.com

1. Persistencia y agravamiento de los desplazamientos forzados

América Latina continúa siendo una de las regiones con mayor crecimiento de desplazamientos forzados a nivel global. Las crisis sistémicas prolongadas, la violencia estructural, el crimen organizado y los impactos del cambio climático empujan a millones de personas a migrar.

A diferencia de años anteriores, estos desplazamientos se producen mayoritariamente dentro de la propia región, desbordando las capacidades de los países de acogida y favoreciendo, en muchos casos, la adopción de políticas migratorias cada vez más restrictivas.

2. Mayor securitización de las políticas migratorias

Uno de los rasgos más preocupantes de 2025 es la consolidación del enfoque securitista en las políticas migratorias. Bajo esta lógica, la migración es asociada a la delincuencia y a la inseguridad, legitimando respuestas de carácter punitivo.

Así, gobiernos de distintos signos políticos (incluso progresistas) han priorizado el control, la militarización y la externalización de fronteras, así como el endurecimiento de los requisitos migratorios y la deportación de migrantes en situación irregular, en detrimento de enfoques centrados en los Derechos Humanos.

3. Externalización de fronteras y subordinación al Norte Global

La externalización del control migratorio se profundizó en 2025. De esta manera, varios países de tránsito hacia el norte del continente actúan como contenedores migratorios, reforzando controles fronterizos a pedido de Estados Unidos.

El caso del Tapón del Darién ilustra con crudeza esta dinámica: el cierre selectivo de rutas no detuvo la migración, sino que trasladó los costos humanos y políticos del control migratorio hacia países con menores capacidades estatales.

4. Drástica caída del flujo migratorio hacia el norte

Durante 2025 se registró una caída histórica de los flujos migratorios hacia Estados Unidos. Según datos del Departamento de Seguridad Interna (DHS), en junio los cruces por la frontera México–EE.UU. cayeron un 92 % interanual, alcanzando su nivel más bajo en más de dos décadas.

En el Tapón del Darién, apenas 73 personas cruzaron en abril de 2025, frente a casi 30.000 en el mismo mes de 2024. Esta reducción no responde a mejoras estructurales en los países de origen, sino al endurecimiento de las políticas migratorias y a la ausencia de vías legales, que empujan la movilidad hacia rutas más largas, riesgosas y opacas.

5. Aumento de la migración inversa y retornos forzados

Además de las personas migrantes que deben asentarse de manera forzada en los países de tránsito hacia el norte, el endurecimiento de fronteras también impulsó un aumento de la migración inversa: miles de personas comenzaron a regresar a sus países de origen ante la imposibilidad de avanzar o regularizar su situación.

Estos retornos, muchas veces forzados o condicionados, se producen sin garantías ni políticas públicas de reintegración.

Migrantes indígenas viajan en embarcación hacia sus comunidades en la provincia de Darién, Panamá | Imagen: IStock gonzalobellphoto.com

6. Insuficiencia de políticas de integración

Incluso en países con marcos normativos progresistas, las políticas de integración siguen siendo insuficientes. El acceso efectivo al empleo formal, la vivienda, la salud y la educación continúa siendo limitado para las personas migrantes.

Por otro lado, América Latina carece de una gobernanza migratoria regional coherente. Esta debilidad se traduce en cambios normativos abruptos, condicionados por agendas del Norte Global, y en elevados niveles de inseguridad jurídica para las personas migrantes.

También te puede interesar: Récord de muertes de migrantes en 2024: la crisis humanitaria se agrava en el mundo y en América Latina

7. Creciente dependencia de organismos internacionales y ONG’s

Ante la falta de políticas públicas coherentes en materia migratoria, la respuesta a la movilidad humana recae de manera desproporcionada en organismos internacionales como ACNUR y la OIM, así como en organizaciones de la sociedad civil, en un contexto marcado por el recorte de la ayuda humanitaria a nivel global.

Si bien el rol de estos actores es fundamental para garantizar la asistencia inmediata, la creciente “humanitarización” de la gestión migratoria conlleva el riesgo de sustituir al Estado, normalizando respuestas de carácter temporal frente a problemáticas estructurales.

8. Aumento de la xenofobia y de la instrumentalización política de la migración

Durante 2025 se intensificó la circulación de discursos xenófobos y antimigrantes en redes sociales, medios de comunicación e incluso en campañas electorales. En todos los casos, la migración fue invocada como el chivo expiatorio para explicar crisis económicas, problemas de seguridad y malestares sociales.

Esta instrumentalización política de la movilidad humana no solo alimenta la estigmatización de los migrantes, sino que también busca legitimar enfoques securitistas y debilitar los consensos regionales en materia de Derechos Humanos.

9. Vulneración específica de mujeres, disidencias e infancias

Las políticas migratorias restrictivas afectaron de manera desproporcionada a mujeres migrantes, infancias y disidencias sexuales. El cierre de rutas seguras incrementó su exposición a la violencia sexual, la trata, la explotación laboral y la separación familiar.

En particular, las mujeres migrantes enfrentan riesgos diferenciados vinculados a la violencia de género, la sobrecarga de tareas de cuidado y la precarización del trabajo. Sin embargo, las políticas migratorias de la región continúan careciendo de enfoques de género, niñez e interseccionalidad.

10. Ausencia de protección frente al Cambio Climático

El cambio climático —sequías, inundaciones, huracanes y pérdida de tierras fértiles— está reconfigurando los patrones migratorios en América Latina, especialmente en América Central, el Caribe y zonas rurales de Sudamérica.

En este sentido, la gobernanza migratoria a nivel regional aún no incorpora de manera efectiva esta dimensión, dejando a estas poblaciones en un persistente vacío jurídico, aún cuando para 2050 se proyecta un aumento significativo de la migración vinculada a factores ambientales.

Un panorama que exige transformaciones profundas

Más allá del detalle de los flujos, las cifras o las políticas puntuales, la movilidad humana en América Latina funciona hoy como un espejo de las transformaciones más profundas de la región. Las migraciones revelan hasta qué punto los modelos de desarrollo vigentes resultan incapaces de garantizar condiciones de vida dignas, arraigo territorial y horizontes de futuro para amplios sectores de la población. En ese sentido, migrar no es una anomalía: es una respuesta racional —y muchas veces forzada— frente a escenarios de exclusión persistente.

El giro restrictivo que atraviesa a buena parte de los países latinoamericanos no puede leerse únicamente como un enfoque agresivo de las políticas migratorias, sino como un síntoma de un clima político y social más amplio, donde el miedo, el punitivismo y la securitización ganan terreno frente a la cooperación, la solidaridad y la integración regional. La subordinación de las agendas migratorias a intereses extra-regionales no solo debilita la autonomía política de la región, sino que erosiona su histórica tradición de asilo, refugio y hospitalidad.

Pensar la movilidad humana hacia adelante exige, entonces, desplazar el foco del “control” al “proyecto”. Esto implica interrogar qué tipo de sociedades están produciendo expulsión y cómo podemos cambiarlas; qué papel juega la región en un mundo atravesado por crisis múltiples y qué marcos institucionales son capaces de sostener la convivencia en contextos de creciente exclusión. El modo en que América Latina aborde la migración en los próximos años no definirá solo el destino de millones de personas, sino también el tipo de democracia, integración y justicia social que la región está dispuesta —o no— a construir.


Contenidos relacionados:

Mapa de la migración actual en Argentina: un país que siempre se construyó en movimiento

‘Rechazados’: Médicos Sin Fronteras alerta sobre la crisis humanitaria de las nuevas políticas migratorias en las Américas

La externalización del control migratorio: una industria global al servicio de la deshumanización

+ notas

Compartir:
Mostrar comentariosCerrar comentarios

Deja un comentario