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María Claudia y Adrián, una pareja de voluntarios argentinos en España, dedican su tiempo a la capacitación e integración de personas migrantes de distintas partes del mundo que arriban a la península ibérica. Su labor cotidiana, lejos de los reflectores, muestra la solidaridad entre pares que surge en contextos de movilidad humana. En esta entrevista, ambos nos cuentan las historias, emociones y aprendizajes que surgen al acompañarse como migrantes desde la presencia y el compromiso social.

En medio de las dificultades que atraviesan las personas migrantes en España, una pareja de voluntarios en el Centro de Creatividad por la Integración (CCI) ha hecho de la presencia y el acompañamiento una forma concreta de compromiso social. Su trabajo, invisible para muchos, es una red de contención que transforma vidas.

En los márgenes de las grandes ciudades, donde las estadísticas migratorias se transforman en rostros concretos y las fronteras ya no son líneas en un mapa, sino heridas abiertas en la vida de las personas, hay quienes deciden estar presentes. No desde el discurso, sino desde la acción diaria.

No son funcionarios ni aparecen en titulares, pero su labor cotidiana hecha de acompañamiento, escucha, ayuda concreta y compromiso, es una de las formas más poderosas de resistencia frente a la indiferencia. A través de su mirada, se abre una ventana a una realidad compleja, dolorosa y profundamente humana.

María Claudia y Adrián son migrantes argentinos en España y trabajan asistiendo a personas en contextos de movilidad (Foto: gentileza).

El origen de su camino

¿Podrían contarnos brevemente quiénes son y cómo llegaron a España?
—Somos María Claudia y Adrián Cedermaz, nacidos en Argentina hace poco más de 50 años. Llegamos a España por curiosidad. En 2018 vinimos de turistas por 40 días, en 2019 nos quedamos 90 días, los permitidos por nuestro pasaporte argentino y el romance siguió creciendo. Volvimos a Argentina en noviembre de 2019 y en diciembre de ese mismo año ya teníamos nuestros tickets para regresar en marzo 2020 a quedarnos por un año para conocer un poco más.

El vuelo estaba fechado para el 22 de marzo de 2020, y el 19 de marzo Argentina cerró sus puertas luego de España por la pandemia. Fueron dos años de espera hasta marzo de 2022, cuando finalmente arribamos a España luego de un breve paso por Turquía. La espera no fue desfavorable, porque en esos dos años mi esposo obtuvo su ciudadanía polaca, la cual hizo que nuestra entrada a Europa fuera más segura.

¿Qué los llevó a involucrarse con personas migrantes?
—Podemos decir que convivimos en una comunidad de migrantes porque todos nuestros amigos y conocidos en España, sino la mayoría de ellos, provienen de Argentina. Pasado algún tiempo, la relación con los migrantes se amplió cuando comenzamos a relacionarnos con personas del resto de Europa, del norte de África, Estados Unidos, Asia y también de otros lugares de América Latina.

¿Fue una decisión planificada o algo que surgió en el camino?
—Un ofrecimiento de voluntariado abrió el abanico hacia la población proveniente de Marruecos. Todos conocen la situación que diariamente se vive en el Estrecho de Gibraltar con el cruce de hombres y mujeres hacia Europa, en sus diversas formas. Podríamos decir que apenas llegan son marginados por un sistema que pareciera mantenerlos alejados de toda oportunidad laboral debido a las irregularidades que presentan en sus papeles. Justamente esto es una de las misiones que llevamos adelante, tratar de acompañarlos en la regularización de su documentación.

Mi tarea es la de enseñar la lengua española a todo aquel que se acerca al Centro de Creatividad e Integración en Torremolinos-Málaga. Aprender español es una de las necesidades básicas de la vida cotidiana y también es una de las cláusulas fundamentales para todo inmigrante de lengua extranjera a la hora de solicitar la ciudadanía española, ya que deben presentarse a un examen de carácter obligatorio. Tal es así que en la clase hay personas de Marruecos, Brasil, India, Irán, Pakistán, Camboya, etc.

Y, por otro lado, también está la comunidad de Latinoamérica que necesita el idioma inglés como herramienta de trabajo en esta zona de playas cuya principal fuente económica es el turismo internacional. Así que, entre ambos idiomas reparto mi tiempo de voluntariado.

En el caso de mi esposo, él comparte tiempo con muchachos de la zona que se acercan al CCI, también de distintos países. Esas charlas se basan en valores sociales, testimonios de vida y ricas comidas típicas que cada uno lleva cada semana.

No fue algo que planeamos, pero sí algo que sabíamos que sucedería. No vinimos a Europa por mejoras económicas, vinimos a conocer el continente y a conocer su gente también, entendiendo que detrás de todo siempre hay un propósito superior que el de ser sólo viajeros o visitantes.

María Claudia durante las clases de español impartidas a mujeres musulmanas (Foto: gentileza).

¿Cuál fue su primera impresión al encontrarse con la realidad migrante en España?
—Creemos que depende del lado del que se lo mire. Si nos ponemos del lado del inmigrante, predomina la necesidad de un cambio de vida y cada uno busca la manera de alcanzarlo. En casos específicos, los cambios que se buscan son de carácter económico, pero no siempre es por este motivo. Hay gente que emigra para estudiar, porque le gusta el clima o porque simplemente así lo desea. Para focalizar en los factores que llevan a las personas a emigrar, creemos que deberíamos analizarlos de acuerdo al país de procedencia, aunque sabemos que las economías latinas y africanas son las más sensibles hoy día.

Por otro lado, si nos paramos en la vereda del local, del ciudadano español, la percepción sobre la migración puede variar dependiendo de la región. En algunas zonas, puede llegar a verse como una invasión que, si no está regularizada, puede ocasionar problemas en la sociedad, sobre todo en el área edilicia.

Este es un tema muy sensible a nuestro entender. En zonas de cultivos, como lo es Almería, la presencia de inmigrantes marroquíes se identifica como una herramienta esencial a la hora de la producción de frutas y verduras. No se ven españoles trabajando en los invernaderos. Pero insistimos en esto, el fenómeno cambia dependiendo de la zona del país a donde quienes emigran encuentran un lugar donde vivir.

El día a día del acompañamiento

¿En qué consisten concretamente las actividades que realizan con personas migrantes?
—En mi caso, la relación que tengo con la comunidad marroquí, como dije antes, consiste en enseñarles un idioma nuevo, compartir la cultura occidental. Yo no soy española, pero mis raíces sí lo son y puedo compartir con ellos mi identidad cultural. A esto sumo la esencia latina, las costumbres y la historia entre España y América. Les gusta mucho que les cuente historias, que son ni más ni menos que la historia misma de los pueblos.

Es muy curioso compartir con ellos el “Descubrimiento de América” por ejemplo. Muchos ni han escuchado acerca de esto. Tampoco saben que, durante muchos siglos, Europa desconoció la mitad del mapa del mundo actual.

¿Trabajan desde alguna organización, red o comunidad? ¿Colaboran con otras entidades?
—Actualmente colaboramos con el Centro de Creatividad e Integración que se sitúa en la ciudad de Torremolinos. Este ha sido el lugar donde dimos nuestros primeros pasos. Estamos expectantes a nuevas puertas que se abran. Hay mucho por hacer en este lado del mundo.

¿Qué necesidades suelen presentar con más urgencia las personas a las que acompañan?
—Una de las necesidades más importantes es la relacional. A pesar que en la ciudad son distinguidos por su vestimenta, esa misma diferenciación muchas veces los segrega del resto de la comuna. En el caso de las mujeres musulmanas, por ejemplo, no tienen mucha relación entre las distintas familias. La mayoría de los estudiantes en mis clases son mujeres y puedo ver su interés no sólo por aprender el español, sino también por relacionarse y conocer cosas nuevas, aunque en lo pragmático, esto cuesta mucho al principio. Eso sí, son muy amables. En el caso de los hombres, sucede algo parecido, quieren integrarse rápidamente pero lo externo hace que esa adecuación sea más gradual. Ellos, en sus reuniones comparten experiencias de vida, gustos, tareas, hablan de trabajo y muchos detalles personales que hacen fortalecer al grupo. Esto funciona como un cimiento fuerte para encarar luego la tan ansiada integración a la sociedad. Es un proceso del cual somos parte.

Rostros y realidades de la migración

¿Qué historias les han impactado especialmente en este recorrido?
—Lo que más impacta y se ve en los ojos, es la añoranza por la tierra que se deja. La distancia con la familia y los amigos. En cualquier conversación que tenemos, es inevitable nombrar a los que están del otro lado del mar en el caso de los latinoamericanos o del estrecho en el caso de los marroquíes. Estos dos grupos son la mayoría de las personas que asisten al CCI. Siempre se menciona una fecha recordatoria, una comida, una especia, una ciudad, una tradición. Las clases son enriquecedoras, primeramente, para nosotros.

¿Cómo describirían la situación emocional de las personas que migran?
—En mi experiencia con mujeres marroquíes, la situación emocional es muy sensible, extrañan mucho, el cambio es muy brusco para muchas. A pesar de que la mayoría ya son madres y están todo el tiempo ocupadas con sus hijos y los afanes del hogar a tiempo completo, sus miradas son muy sentidas. Ellas no trabajan fuera de su casa, son muy responsables en el cuidado del hogar y la familia.

Esta misma sensibilidad la vemos extendida también entre colombianos, venezolanos, brasileños, argentinos, etc. Emigrar no es olvidarse de todo lo vivido del otro lado, la distancia agudiza el sentimiento por lo que se ha dejado.

¿Cómo perciben la reacción de la sociedad local ante la presencia migrante?
—El español es muy respetuoso en cuanto a demostrar con palabras o gestos lo que un inmigrante significa en su país. Mi esposo y yo, como argentinos, somos los primeros en dar testimonio veraz de esto; nos hemos sentido muy bienvenidos desde el primer día que llegamos. Los españoles han sido muy amigables con nosotros. 

Barreras y luchas cotidianas

¿Qué obstáculos enfrentan ustedes al realizar este trabajo?
—En ocasiones, el obstáculo es la confianza. Ellos pasan tiempo para dar su confianza a alguien que no es de su país o comunidad. Pero una vez que perciben que sólo queremos ayudarlos, la actitud cambia y se tornan un poco más amigables. Aunque esto varía según el país, los primeros encuentros suelen ser distantes.

¿Cuál es el mayor desafío para una persona migrante recién llegada a España?
—En primer lugar, debemos mencionar lo que tiene que ver con las condiciones migratorias. Tener papeles garantiza un mayor bienestar en todo sentido. Y luego, creemos que mantenerse firme en sus convicciones de por qué llegan a este país o a cualquier país que uno quiera ir. El motivo personal de cada uno puede volverse borroso si no se está seguro y si no se alienta a permanecer.

¿Creen que las políticas migratorias actuales ayudan o dificultan la integración?
—De acuerdo a lo que conocemos, las políticas migratorias actuales pueden ayudar a la integración, pero dependerá de la actitud de quienes llegan. No siempre se cumplen las expectativas que se planearon en el país de origen. Las situaciones son distintas. No todos los países tienen las mismas posibilidades ni los mismos beneficios.

Aprendizajes y transformación social

¿Qué aprendizajes les ha dejado esta experiencia?
—Muchos aprendizajes. Si bien en Argentina trabajábamos con etnias en el norte chaqueño donde hay una diferencia muy marcada entre el “aborigen y el hombre blanco”, podemos ver que las diferencias siempre se dejan ver de una manera u otra: vestimentas, saludos, palabras, gestos, etc. Cada quien tiene sus características distintivas y convivir con tanta diversidad en este lado del planeta, es una riqueza incalculable. 

¿Han visto procesos de transformación o integración que les hayan dado esperanza?
—Somos nuevos en esta tarea, estamos experimentando el trato cercano con sociedades muy distintas a la nuestra, son nuestros primeros pasos. Pero sí podemos decir que nosotros hemos sido los primeros transformados, hemos ampliado nuestras fronteras internas, las del conocimiento, las mentales y también las emocionales. 

Aprendimos que sentimos de igual manera, todos extrañamos de igual manera, todos sufrimos la distancia de igual manera. Ellos, nosotros, los de África, los de Europa, los de América, amamos y sentimos de igual manera. El amor es igual en todos. Y las despedidas nos duelen a todos.

¿Qué lugar ocupa el trabajo comunitario en su labor?
—En mi caso, por enseñar idiomas, ocupa un lugar muy importante. No es sólo enseñar, sino transmitir confianza, ayudar a visualizarse capaz de aprender. Tratar con mujeres musulmanas me lleva a conocer un mundo nuevo, lento y silencioso. Acompañar en el aprendizaje es un privilegio del que siempre he disfrutado.

Un llamado a involucrarse

¿Qué pueden hacer las personas que quieren ayudar, pero no saben por dónde empezar?
—Primeramente, reconocer en sí mismos las herramientas con las que cuentan. Saber de antemano qué podemos hacer nos hace efectivos y nos da seguridad para comenzar. Después vendrán nuevas experiencias y nuevas tareas, pero comenzar con alguna tarea en la que cada uno se sienta cómodo es una ventaja.

¿Qué mensaje les gustaría dejar a quienes están atravesando un proceso migratorio en este momento?
—Que tengan paciencia, que sepan que se van a encontrar con otra persona dentro de sí, porque es una experiencia transformadora donde se encontrarán con nuevas fuerzas, nuevas ideas, y talentos a descubrir. Que vayan con calma, que no se aíslen, que se informen en el lugar correcto, que se mantengan firmes en sus convicciones. Que permanezcan erguidos en sus sueños, que se den la oportunidad de fallar y comenzar otra vez. Que no hay reglas que nos atañen a todos, porque todos somos diferentes y nos pasan cosas diferentes. Mi experiencia no es igual a la de otro.

Detrás de cada persona migrante hay una historia de coraje, ruptura y búsqueda. Y detrás de cada red de contención, como la que sostiene esta pareja, hay también un compromiso radical con la dignidad humana.

En un tiempo donde la migración se sigue discutiendo en términos de cifras, fronteras y “problemas”, esta entrevista nos recuerda que se trata, sobre todo, de personas. Y que a veces, una mano extendida o una escucha atenta pueden significar la diferencia entre el abandono y la esperanza.




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Es periodista, escritor, guionista y ex vicepresidente de la Sociedad Argentina de Escritores. Nació en Rosario y reside en Mar del Plata desde 1984. Actualmente publica artículos de opinión en el diario Nueva Tribuna y en Público, ambos medios gráficos de Madrid, España. Además, colabora con la sección Cultura del diario La Capital de Mar del Plata.


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