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Cuando su ilusión de estudiar danzas en Argentina se vio frustrada, Keila Verastegui inició una búsqueda interior que resignificó no solo el motivo por el cual migró de Bolivia, sino también el motivo por el cual baila. Desde 2022 dirige Pachakuti, un grupo de danzas folclóricas bolivianas, conformado por Andrea Bosco (42), Miriam Ruetalo (55) y Melissa Domínguez (37).

Sus distintas trayectorias profesionales, han confluido en un proyecto experimental que fusiona la idiosincrasia tradicional de este pueblo con elementos propios del jazz o la danza contemporánea.
Su apuesta es ambiciosa: difundir el legado de las culturas originarias, movilizar las conciencias de quienes observan sus coreografías y construir un presente descolonizado.

Cada sábado se reúnen en el espacio ArteMovimiento, en el barrio de San Cristóbal, en la Ciudad de Buenos Aires (de 18 a 21 hs, con invitación abierta para quien quiera sumarse y participar de esta experiencia).

Keila, ¿Cuándo y por qué motivo viniste a Argentina? ¿Qué nos podés contar sobre tu hogar en Bolivia?

—A veces pienso que estoy hace muy poco tiempo aquí, y otras parece que pasó mucho; resido ya hace 8 años en Argentina.
Soy de La Paz, Bolivia, aunque mi certificado de nacimiento dice Beni (un departamento al norte de la región centro del dicho país). Mi mamá se mudó durante su embarazo y vivimos allí hasta mis 10 años, pero mis rasgos son más bien de La Paz. Llegué a la Argentina con el propósito de estudiar danza —en ese momento en Bolivia no había lugar donde estudiarlas, después abrieron muchos—, aunque “pasaron cosas” (ríe) que me obligaron a redescubrirme y reencontrarme con las danzas bolivianas.

¿Querés contarnos algunas de esas “cosas”? ¿Te dedicabas a la enseñanza de estas danzas antes de migrar a Argentina?

—Por el contrario al resto de las integrantes del grupo (Andrea, Miriam y Melissa), yo no practico danza desde pequeña. Inicié en un grupo a los 19 años. Si bien siempre escuché música folclórica, por mi mamá y mi papá, y por la escuela donde es habitual bailar para las fechas cívicas, la danza en sí es una pasión que descubrí justo antes de llegar aquí.
Intenté ingresar a la UNA (Universidad Nacional de Artes), pero no superé el ingreso. Como alternativa, me inscribí en el profesorado, pero por motivos económicos al tiempo tuve que dejarlo.
Me enfoqué en trabajar sin dejar de lado las ganas de experimentar con las danzas. Me hacía muchas preguntas, para con la cultura, la política, la historia. Sentía la necesidad de movilizarme pero no entendía bien por qué, necesitaba reencontrarme con el motivo. La búsqueda por las respuestas a esos interrogantes hizo que nazca Pachakuti, que significa “volver a la raíz”.

¿Todas las integrantes actuales acompañan el proyecto desde el principio?

—Sí, de hecho Andrea y Miriam son las primeras personas que conocí en Argentina. Llegué, busqué un grupo para continuar danzas bolivianas y allí coincidimos. Bailábamos todas en la compañía de Óscar Rea, nuestro profesor y mentor. Él también es de origen boliviano y migró por el mismo motivo que yo. Y cuando se regresó quedamos como huérfanas.
Quisimos probar a otra persona a cargo e incluso formar un grupo de estructura más horizontal, pero las cosas no progresaban y necesitábamos alguien que tome decisiones. Entonces yo comencé a moverme con este impulso de querer hacer cosas, y quedé a cargo. Fue mi primera experiencia al frente de un grupo.

Keila es la cabeza de un grupo que danza como un solo cuerpo. Durante su ensayo, seducidos por su espíritu asambleario, consultamos al resto de las integrantes por su trayectoria…

Y ustedes Andrea, Miriam y Melisa, ¿cómo llegaron a las danzas bolivianas?

—Melisa: Yo bailo hace más de 20 años, mi recorrido empezó con clásico, contemporáneo; me pasé al folklore argentino y, cuando conocí de pura casualidad las danzas bolivianas, ya no me moví de acá.
—Miriam: En mi caso empecé con el folklore argentino hasta que me sentí encerrada. De hecho, a mí corporalmente me costó mucho salir de la idiosincrasia argentina para entrar en la boliviana.
—Andrea: Llega un punto en que en el folklore argentino una se siente muy atada al movimiento; resulta un poco estático. Mi paso intermedio fueron las danzas del noroeste; ellas me hicieron seguir viajando hasta llegar a las danzas bolivianas.
—Miriam: El folklore argentino no llega a representar la historia de los pueblos originarios. Creo que políticamente esa parte nos une a todas: estábamos muy preocupadas por sentir algo que no negara nuestro mestizaje. Yo personalmente quería una experiencia verdaderamente revolucionaria y Pachakuti me la dio. Y a esta edad, cuando se supone que una ya no entabla amistades, una hace amigas nuevas, Keyla nos abrió la puerta pero además nos mostró que esa puerta era gigante.

¿Qué bailes se agrupan bajo el mote de “danzas bolivianas”? ¿Qué los caracteriza? 


—Keila: Por dónde empiezo… es que hay un montón: choena, carnavalito, takirari, ponchosiada, huayno, cueca, salay, morenada, saya, caporales, tobas, chutas, llamerada, kusillos. La diversidad de danzas es enorme y, en su mayoría, está atravesada por la región a la que pertenecen, ya sean cálidas, llanas u occidentales, también conocidas como andinas.
Por ejemplo, en la parte oriental amazónica, donde yo nací, por las influencias africanas que dejó el esclavismo se escuchan muchos más instrumentos de percusión que en el resto de Bolivia.

Si bien las danzas folclóricas bolivianas provienen de los pueblos originarios, hoy en día muchas están atravesadas por la evangelización colonial y se practican en contextos religiosos. Bolivia es un país muy católico; las danzas que se ven en festivales y se bailan en las calles, en muchos casos, finalizan en Iglesias. La famosa Diablada, que es una danza típica de carnaval realizada en Oruro, finaliza a los pies de la Virgen del Socavón, y fue readaptada según las creencias católicas para representar la lucha entre el bien y el mal, que es algo más bien de la cosmovisión occidental-cristiana. Además, se pueden ver personajes como el arcángel Gabriel.

Anteriormente no era así. Estaban directamente relacionados con la Madre Tierra; muchos rituales con el tiempo han sido llevados a la danza. En el Amazonas, antes de cazar un animal se realiza un ritual pidiendo permiso. Los rituales nos hablan de otra sociedad posible, una sin explotación, entre otras cosas. Lo que nosotras buscamos como grupo es descolonizarnos.

¿Qué valores transmiten las danzas bolivianas?
—Andrea: Yo diría que es lo comunitario. 

—Miriam: Y los pueblos originarios tienen un sentido de comunidad más amplio, que incluso desafía los roles de género.

Su descripción en Instagram dice “Bailando también se lucha” ¿A qué se refieren con esto? ¿De qué manera se plasma la lucha en sus bailes?
—Keila: No es banal; tratamos de hacer una danza representativa que exprese en movimiento lo que palabras de resistencia cantan. Intentamos que en su cabecita cada cual se cuestione al momento de vernos, ¡que encienda algo!, que interpele, que sirva para repreguntar. Las coreografías para nosotras no son fáciles, pero no por el esfuerzo físico que llevan sino por todo lo que tratamos de decir en un simple movimiento. Generalmente viene de las tripas, nunca hacemos un paso porque queda lindo.
La danza es la herramienta que tenemos. Con ella acompañamos reclamos como los del Malón de la Paz. Otras veces nos invitaron a escuelas públicas, lo que nos encanta porque la educación pública es una causa en la que creemos y porque nos parece un espacio donde se puede despertar conciencias.

Realizaron una presentación en el Senado de la Nación. ¿Cuándo y cómo las convocaron?
—Andrea: La convocatoria formal fue para Micaela Chauque, una de las mejores intérpretes y compositoras de origen andino, y junto con ella la agrupación de Pacha Runa, que a su vez convocaron a Keila para armar la coreografía de dos de sus temas y a nosotras para interpretarlas. Fue emocionante porque nos presentamos por primera vez como grupo, ¡y además un 12 de octubre! Con lo que eso significa.
Ese día en el Congreso, se dijeron un montón de verdades acerca de las injusticias que sufren los pueblos originarios. Nosotras las dijimos con baile y en un lugar que es la cara del Estado argentino.

¿Cómo coexisten las danzas folclóricas tradicionales con un contexto de auge de la música urbana que desde sus letras enaltece el capitalismo y el consumo?
—Melisa: Nosotras vemos mucha fusión. Hay chicos que en sus presentaciones en vivo utilizan música folclórica como base para rapear.
—Miriam: O al revés: que sobre ritmos más urbanos utilizan el idioma, cantan en quechua, por ejemplo. Que además suena genial porque fonéticamente los sonidos tienen una duración ideal para las barras.
—Keila: Para nosotras está bien recibir nuevas influencias porque es parte de este mestizaje. La música sigue avanzando; si las nuevas generaciones empiezan a usar otros elementos en la búsqueda de lo que los representa, en eso que te gusta también está tu identidad. No podemos cerrarnos a algo y decir “Esto es lo que es, hasta acá y no podemos mezclarlo”. Al contrario, el mundo sigue avanzando y nosotros queremos seguir con este ciclo pero acompañado de nuestras raíces.
Andrea: No es excluyente volver a las raíces e incorporar nuevos elementos. Lo importante es no vaciar este proceso de significado.
—Keila: Y preguntarnos también hacia dónde queremos ir. Porque a veces, en el camino de la fusión, es fácil perdernos y terminamos buscando entrar en la estética y cultura occidental. Lo ideal sería seguir avanzando, pero para formar un presente propio.

¿Las danzas son para vos una forma de estar en contacto con tu origen?
—Keila: Sí, me conecta mucho con la música que oí de niña. Personalmente me transporta: cuando escucho los vientos, el charango, a veces como que me voy. Tal vez por eso cuando llegué acá busqué el espacio para poder seguir bailando. Y, a su vez, Pachakuti ha sido la forma de seguir en contacto con las danzas.

Equipo periodístico |  + notas

Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Quilmes. Especializada en prensa escrita, con experiencia en cobertura periodística de consumos culturales, géneros y políticas urbanas.


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1 Comentar

  • Cecilia
    Posted abril 30, 2025 at 7:51 pm 0Likes

    Que valioso hablar de comunidad cuando reina el individualismo!
    Muy buena entrevista. Felicidades Agustina, por muchas más!

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