Inspirado por la vocación solidaria de su padre, Marlon Oliveira llegó hace 7 años desde San Sebastián, Brasil, a Rosario. Y al ver que el contraste de clases era tan marcado como en su Porto Alegre natal, decidió actuar.Así nació Corazón Solidario: una red que comenzó con voluntarios brasileños, principalmente estudiantes de medicina, y que hoy reúne a más de 70 personas de distintas nacionalidades (Brasil, Venezuela, Colombia, Cuba, Haití, Paraguay y Argentina).
Marlon Oliveira llegó a Rosario en 2018 desde San Gabriel, Porto Alegre (Brasil), con 23 años y un profundo deseo de construir un nuevo comienzo. No solo cruzó fronteras con expectativas y proyectos, sino también con un fuerte legado familiar: la vocación de tender una mano al que lo necesita.
Hoy, Marlon tiene 30 años, es Licenciado en Educación Física, docente universitario, músico y habla español con total fluidez. Pero, por encima de todo, es el fundador y coordinador general de Corazón Solidario, una iniciativa nacida hace más de diez años en su ciudad natal, San Gabriel (Brasil), y que llegó a Rosario junto a él en 2018. En la actualidad, la red solidaria está conformada por más de 70 voluntarios migrantes de diversas nacionalidades: Brasil, Venezuela, Colombia, Cuba, Haití, Paraguay y Argentina.

“Quien comenzó con la actividad solidaria fue mi padre. Yo nací en 1994 y hasta los 10 años, mi rutina consistía en ir a la escuela, jugar a la pelota por la tarde y, al final del día, siempre estaba ayudando en los voluntariados”, cuenta Marlon. Además, señala, que en su región, la de Porto Alegre, hay un contraste de clases sociales bien marcado.
“En aquel momento, la enfermedad que acá conocemos como la de la vinchuca, allá era muy común. Muchas personas no tenían acceso a una vivienda digna y vivían en casas de barro. Mi viejo que trabajaba en la construcción, empezó a recorrer los comercios del centro para recolectar materiales: cemento, arena, lo que hiciera falta para construir casas para quienes no podían hacerlo por sus propios medios. Y fue allí donde comenzó todo el trabajo con la misión de construir viviendas y conseguir alimentos para los chicos que no podían comer ni siquiera en la escuela”.
Pero todo cambió en 2012, cuando su padre enfermó de Chagas (vinchuca) y tuvo que alejarse de la actividad. Marlon, que recién comenzaba sus estudios para ser Licenciado en Educación Física, asumió el compromiso de continuar con la causa solidaria que su padre había liderado, aportándole su propia impronta. “En 2012, cuando empecé la carrera, cursé una asignatura llamada Educación Física Social, que consistía en llevar actividades físicas a escuelas rurales. Yo elegí la escuela de mi ciudad y convoqué a mis compañeros para sumarse. A partir de ahí, el proyecto empezó a crecer con más fuerza”, explica.
En ese entonces, la iniciativa se llamaba Invierno Solidario, ya que se centraba en la construcción de viviendas durante los meses más duros del año, julio y agosto, cuando el frío y las intensas lluvias agravaban la situación de las familias que vivían en casas de barro.
Pero en febrero de 2018 una vez que finaliza sus estudios, decide venir a Rosario a estudiar la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de Rosario. Durante sus primeros meses en la ciudad vivió en zona sur, luego de alquilar por internet un lugar cercano a la universidad que, al llegar, descubrió que no existía. “Yo vivía en una pensión con cinco chicos más: dos brasileros, un argentino y un cubano. Luego, todos por motivos personales se terminan yendo, y me quedo solo, sin dinero y sin hablar una palabra de español”.
Allí vivió una situación que lo marcó y que de alguna manera terminó definiendo su labor solidaria hoy. “Empecé a notar que cada vez más personas se acercaban a la casa de enfrente a pedir comida. Entonces, recordando lo que habíamos hecho en San Gabriel, pensé: si hablo de esto con mis compañeros brasileños de la Facultad de Medicina de la UNR, podemos ayudar”. Así hicieron la primera colecta, y juntaron 50 kilos de pastas.
Con el tiempo, la iniciativa fue ganando fuerza, especialmente cuando un docente se enteró de lo que estaban haciendo. Eso le dio impulso dentro del ámbito académico. Luego, se sumó un jefe de cátedra, y con su apoyo, más personas comenzaron a colaborar. Por su parte, la música también fue un motor de impulso importante. “Siempre participé en las colectividades representando a Brasil, gracias a eso, pasé por cuatro o cinco programas de televisión. Un día me hice una remera con el nombre del proyecto, y la gente empezó a enviar mensajes al número que figuraba. Ahí me di cuenta de que tenía una oportunidad para generar un vínculo real”, cuenta Marlon.
En 2022, ya con 17 voluntarios, se realizó una acción solidaria en Villa de los Pescadores, un barrio ubicado en la zona norte de la ciudad, a orillas del Río Paraná, y frente al balneario de la Florida. “La primera pregunta que nos hicimos antes de llegar al lugar fue: ¿Cómo explicarles a quienes no tienen contacto con personas migrantes que nuestro objetivo no es quitar espacio, sino ayudarlos? Por suerte entendieron nuestra problemática y nos abrieron las puertas al lugar. Hicimos una movida tan grande, que juntamos 1300 prendas de ropa y cocinamos para 400 personas”, recuerda.
Más allá de brindar comida y ropa, el equipo entendió que en ese lugar existía una problemática de salud mucho más profunda. Notaron que muchas personas no asistían a sanatorios ni hospitales; los adultos mayores no realizaban controles médicos y los carnets de vacunación de los niños no estaban al día. Además, muchas familias vivían sin acceso a servicios básicos como luz y agua. A través del proyecto y de una encuesta poblacional, lograron detectar estas carencias y presentaron los datos a la Secretaría de Salud de la Municipalidad de Rosario.
Ese diagnóstico marcó un punto de inflexión y se convirtió en parte del ADN de su trabajo. Desde entonces, comenzaron a realizar intervenciones sociales con foco en la atención primaria de la salud y en la comprensión de las problemáticas que atraviesa cada barrio. Con este nuevo ADN llegó también un cambio de identidad. Como las acciones solidarias ya no se limitaban al invierno, sino que se sostenían durante todo el año, surgió entonces la necesidad de renovar el nombre. Al finalizar las actividades, los vecinos solían decir que los voluntarios “tenían el corazón en las manos”. Esa frase, que reflejaba profundamente el espíritu del proyecto, inspiró el nuevo nombre: de Invierno Solidario pasaron a llamarse Corazón Solidario.
Con el crecimiento constante de voluntarios dentro de la red y la incorporación de nuevas actividades (como recreación, deporte y nutrición), surgió la necesidad de organizar el trabajo de manera más ordenada. Lo que había comenzado como una iniciativa espontánea fue tomando cada vez mayor dimensión, y para sostener ese impulso fue clave estructurar el proyecto en distintas áreas. Así se conformó un equipo de coordinadores, encargados de planificar, acompañar y articular las acciones en el territorio.
El equipo de coordinadores está conformado por Marlon Oliveira, fundador y responsable de la coordinación general. Marlos Coutinho está a cargo del área de Alimentos, Guillermina Mastricola lidera Comunicación, y Ritho Aceus coordina el área de Salud. Robenson Glésilé está al frente de Cultura y Recursos Humanos, mientras que Luis Otávio Gomes se encarga de Donaciones. Por su parte, Amanda Canton es la responsable de Logística.
Para participar como voluntario en Corazón Solidario, Marlon subraya que no es necesario ser migrante: basta con tener empatía y actuar con respeto. “Nuestra bandera es devolverle a la Argentina todo lo que nos dio. Cuando escuchamos que dicen que venimos, estudiamos gratis y que por eso deberíamos irnos del país, nos duele. Nosotros, como migrantes, también somos parte de esta realidad. Porque donde no llega la política, llega la participación ciudadana”, explica.
Marlon también reconoce lo difícil que puede ser vivir en un lugar que te gusta, pero que constantemente parece querer expulsarte: “Hay una ideología arcaica que sostiene que para estar en Argentina hay que ser argentino, o que en Rosario solo pueden estar los rosarinos”. Y si bien destacan que en los barrios donde trabajan se sienten profundamente abrazados por la comunidad, no ocurre lo mismo en otros espacios. “En redes sociales, muchas veces la gente opina sin conocer, y crítica por el simple hecho de criticar. Eso nos entristece, porque todo lo que hacemos en Corazón Solidario es completamente filantrópico”, concluye su fundador.
La próxima gran acción de esta red solidaria será el Día del Niño, en el comedor Los Conejitos. Con el objetivo de recaudar fondos para sostener las distintas actividades se realizará un festival con la participación de alrededor de 15 músicos que ofrecen hasta siete horas de música en vivo, cada uno con su estilo: ritmos argentinos, brasileños, peruanos y más. Será un evento abierto y gratuito, donde las personas pueden colaborar con lo que deseen, ya sea ropa o alimentos.
En definitiva, Corazón Solidario es el ejemplo de cómo una historia personal puede convertirse en una causa colectiva. Lo que comenzó como una iniciativa familiar en Brasil, creció, cruzó fronteras y hoy es un lugar de pertenencia para los migrantes que como trabajadores sociales en silencio buscan construir desde su lugar una Rosario mejor.En un contexto donde la migración a veces se mira con prejuicio, esta red demuestra que la solidaridad no entiende de nacionalidades, y que el compromiso ciudadano puede abrir caminos donde antes solo había barreras.
Foto de portada: voluntarios de la Fundación Corazón Solidario. Foto: Cortesía de la Fundación Corazón Solidario.
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Licenciada en Comunicación Periodística por la Universidad Católica Argentina. De raíces familiares italianas y españolas, se especializa en estudios culturales vinculados a comunidades migrantes, con un enfoque particular en la ciudad de Rosario (Santa Fe, Argentina).