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Más allá del ícono revolucionario, en esta nota revisitamos la dimensión humana de Ernesto Guevara a través del testimonio de su hermano Juan Martín. Desde su formación intelectual y política hasta su influencia a nivel internacional, en esta conversación abordamos algunas de las facetas del Che en clave biográfica y familiar.

A veces, la historia se condensa en una imagen. Aquella fotografía inmortal de Alberto Korda, acaso la más célebre del siglo XX, que muestra a un joven con boina, una estrella y la mirada firme hacia el horizonte. La imagen se convirtió en un ícono de la historia mundial. Pero Ernesto Guevara de la Serna no fue solo un ícono impreso en remeras o un mito revolucionario: fue un viajero incansable, un testigo del dolor y un convencido de que la dignidad humana debía estar por encima de cualquier frontera, pasaporte o sistema.

Nacido en Rosario, Argentina, en 1928, fue cordobés de crianza pero también un “ciudadano del mundo”. Su asma no le impidió recorrer América Latina: atravesó montañas, desiertos y pueblos olvidados. No fueron viajes turísticos, fueron viajes iniciáticos. Vio la pobreza, la explotación laboral, la desigualdad y eso marcó su espíritu. Como él mismo escribió en su diario: “Ya no soy yo, al menos no el yo que era antes. Algo ha cambiado para siempre”.

Aquella transformación no fue solamente personal, fue el germen de una visión política que lo acompañaría hasta su muerte: la idea de que los derechos humanos no deben ser un lujo, ni un privilegio, sino que son una necesidad urgente en los sitios donde la injusticia es norma. La figura de Guevara es compleja, dicotómica, amada por unos, odiada por otros. Más allá de los fusiles, existió un Ernesto que escribió poesías a sus pacientes, cartas de amor a sus padres y a su patria; que cuidó enfermos, salvó vidas y arriesgó la propia.

Celia de la Serna —madre del Che— junto a Ernesto y Juan Martín Guevara en Cuba, 1959. “Ese fue mi primer traje”, recuerda Juan Martín. Foto: álbum familiar de Juan Martín Guevara

Un Che con la capacidad de sentirse parte de cada tierra que habitó, desarraigado físicamente por elección e identitariamente argentino, cuya idea de patria era la humanidad toda. Ese espíritu lo llevó a África y luego a Bolivia, donde fue ejecutado en 1967 por el ejército boliviano con respaldo de la CIA. Tenía 39 años, su cuerpo fue enterrado y permaneció en secreto durante décadas, hasta que fue exhumado en 1997 y luego trasladado al Mausoleo de Santa Clara en Cuba.

En un mundo de desigualdades, las preguntas que el Che se hacía siguen vigentes. Ernesto Guevara de la Serna no era un santo, ni un demonio. Era un hombre que eligió andar, ver y sentir con sus convicciones a flor de piel. Que convirtió su viaje en una causa, y su causa en una historia de vida. Su imagen sigue despierta porque no fue domesticable. Porque, con todas sus contradicciones, encarnó una búsqueda: la de un mundo más justo, aunque el camino hacia esa luz estuviera lleno de sombras.

Ese “Che” fue hijo, hermano, amigo, esposo y padre. Argentino hasta la médula, fue primero “Ernestito”, luego Ernesto y finalmente el Che. Desde Villa Nydia —Museo Casa del Che, en Alta Gracia, Córdoba— su hermano Juan Martín Guevara reconstruye la historia del hombre detrás del mito.

Juan Martín Guevara en Villa Nydia, XXII Semana del Che en Alta Gracia. Foto: Sofía Jaimez Bertazzo.

Hay muchos relatos del Che, los que se conocen públicamente. Pero ¿cómo elegís vos, siendo su hermano, relatarlo?

—Mira, yo no puedo dejar de verlo como persona, no puedo dejar de verlo como Ernesto, no puedo dejar de verlo como un tipo que se ha educado de una manera, que ha incorporado una serie de cosas y que un día salió a mostrar lo que creía. Cree en la lucha armada como única manera de que los pueblos puedan liberarse, lo está diciendo. Si se lo dice a los padres en una carta, es porque le sale del corazón, de los riñones y de todos lados, ¿no? Entonces, es eso lo que él quería y lo que pensaba. 

¿De dónde viene eso que cree, piensa y siente?

—Bueno, de su educación, de su experiencia en la vida, de su experiencia política, de su experiencia militar incluso. Cuando él dice, “Ser médico ya no me interesa, y como soldado tan malo no soy” evidentemente entre una cosa y la otra, él decide dejar de ser ese médico para ser combatiente. Cuando su compañero muere y él no puede hacer nada con su botiquín, entonces toma las municiones y en ese momento le pegan un balazo en el pecho que impacta en esa caja. Si hubiera tenido la mochila, le pasa el balazo de punta a punta, pero tenía una caja de municiones. Tiene que ver también con la decisión que él ya debía tener en la cabeza de participar más activamente que el hecho de cuando alguien estuviera herido o enfermo. Él se debía considerar a sí mismo y había una valoración de él en la cual no era lo mismo hacer una cosa que la otra. Era fiel a sus ideas políticas y su lucha.

Te escuchaba recién cuando decías que una nena vino y te preguntó qué habías sentido con la noticia de la muerte de Ernesto. Y vos dijiste que eran dos sentimientos diferentes, uno sobre el Che como compañero de ideas y uno de Ernesto como hermano. ¿Cuáles fueron el reflejo de esos sentimientos?

—El reflejo que tiene que ver con el sentimiento de la muerte de un compañero, es complejo. Por quién era el compañero y en qué condiciones estaba, qué es lo que estaba queriendo hacer en Bolivia. Porque la idea no era la liberación de Bolivia, la idea era la liberación de Latinoamérica. La idea era enfrentar a los poderes concentrados en América, que están en todos lados y que todos vienen del norte. 

Entonces, aunque todas las vidas valen, esa tenía un valor fundamental. Es difícil de explicar porque seguimos estando en una situación en la cual se necesitan otros Che. No hay ninguna duda de que los cambios que van a venir y que tienen que venir, deben estar dirigidos por hombres y mujeres que tengan ideas, acción y que realmente conduzcan o que realmente atraigan a que la gente lo haga. Las cosas no cambian solas y porque sí; este era un tipo que creía en eso. 

Y como hermano no hay forma de explicarla, es la muerte de un hermano. Y es un hermano querido además.

Quiero preguntarte por dos frases de la carta que escribe su compañera tras la muerte del Che. Que dicen: “desde aquel 2 de enero del 59 su vida dejó de ser privada y pasó a pertenecer a la historia” y la otra “Ernesto Guevara, argentino como el que más, fue quizás el más auténtico ciudadano del mundo”

—Bueno, esto para mí es uno de los escritos que describen al Che, hecho por alguien que lo conoció como Ernesto. Y que no convivió la vida de Che, como Che, sino como Ernesto. Pero que de alguna manera trasladó las cosas que conocía de él como Ernesto hacia lo que él estaba haciendo como Che, ella lo apoyaba y le respondía. 

Ahora, ¿por qué es ciudadano del mundo? Tenía la virtud o la cualidad, de que lo que pensaba lo hacía. Yo creo que vuelve a nacer por la necesidad de la gente de que haya alguien que dirija y cambie esto. Por eso el Che sigue siendo Che.

¿Cómo crees que logró este sentido de pertenencia en cada una de sus nuevas tierras sin perder el original? En méxico, en Guatemala, en Cuba

—Evidentemente debe haber habido esté circunstancias particulares que hicieron que cada lugar de esos pudiera sentirse de esa manera. También cada uno de esos lugares fueron en épocas distintas y no estaban en la misma situación. En Congo por ejemplo él escribe que fue un fracaso. Había un desconocimiento real de cuál era el pensamiento y la forma de vivir de la gente en cada lugar. Una cosa es decir en términos generales son personas que se quieren liberar y otra cosa es decir cómo pensaba esa gente, cómo era. Creo que él era un tipo muy pensante, organizado y muy consciente de que las acciones tienen que estar de acuerdo, no solamente lo que vos pensás y querés, sino a lo que vos podés tener como resultado. 

Yo creo que sus viajes no fueron de migrante; fueron viajes en los cuales fue incorporando las cuestiones de cada uno de los lugares en los que se encontraba, que tenían que ver con la situación social y de la gente en forma individual, pero siempre fue argentino, lo dice: “no me puedo olvidar el mate y el asado”.

Juan Martín Guevara en Villa Nydia, XXII Semana del Che en Alta Gracia. Foto: Sofía Jaimez Bertazzo.

Hablabas de la militancia de tu mamá y de la complicidad de tu mamá con Ernesto. Me gustaría preguntarte o pedirte que me profundices en ese ejemplo de mamá militante y de mamá intelectual en la crianza de ustedes

—Y yo creo que ella se convirtió en militante una vez que fue a Cuba y vivió lo que era Cuba, el 9 de enero del 59 llegamos. Se contactó con todas las compañeras de lo que era la Federación de Mujeres, que fue y sigue siendo el organismo más sólido de la revolución. Además, porque en un país caribeño machista, pelear por los derechos de la mujer no era fácil. Entonces, congregar a las mujeres para luchar por eso era aún más revolucionario. Y bueno, después se metió en una organización que se llamaba Malena. Ella fue educada en un colegio de raíz francesa, siempre nos dijo que escuchemos pero luego nos teníamos que sentar a leer, a pensar. Ernesto fue la combinación del viejo y la vieja, de esa crianza y de sus vivencias.

¿Y los hermanos, que pensaban de ese Ernesto que se convirtió en el Che? ¿De su militancia?

—El mayor estuvo preso, Roberto también estuvo preso, la vieja estuvo presa, yo también —del 75 al 83—. Evidentemente todos estuvimos presos porque le incomodamos a alguien. Celia fue una gran defensora de los presos, de los derechos humanos en el extranjero, denunciando lo que estaba pasando en la Argentina. Ana María con un marido que era militante, que estuvo preso también, todos sus hijos fueron a vivir a Cuba. Entonces, creo que cada uno en lo suyo, siempre estuvimos de acuerdo a veces en todo, a veces en parte, pero con la necesidad de los cambios que Ernesto planteó en su vida y que los llevó adelante con su acción y con sus escritos; trascienden. Éramos muy críticos y eso era muy de nosotros, de la vieja, del viejo.

“El Che era el argentino”, dice, para cerrar, Juan Martín Guevara. El más chico de los hermanos. 

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Equipo periodístico |  + notas

Periodista, fotógrafa y viajera, mi vida es una hoja con palabras por escribir y una galería de imágenes que está tejiendo relatos que conectan vivencias, saberes y personas. Mis raíces son migrantes, mis abuelos maternos llegaron de Italia y mi abuela paterna de España, mientras que mi abuelo paterno tiene raices criollas. Nací en Argentina pero viví en España y en Australia. Soy una profesional comprometida que siempre va en busca de nuevas historias.


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