Con más de 40 mil visitantes, el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires se transformó en un vibrante tapiz de colores, ritmos autóctonos y llamados comunitarios a la memoria, para conmemorar el Día de los Muertos. Apoyada por la Embajada de México, la celebración erigió altares adornados con flores frescas, tapetes tradicionales de Tlaxcala y contó con la musicalización alegre de los mariachis. Así, la comunidad mexicana en la capital argentina vivió esta festividad ancestral, un puente entre los vivos y los difuntos.
El pasado 1 y 2 de noviembre el Centro Cultural Recoleta recibió cerca de 40 mil visitantes para celebrar el Día de los Muertos en coordinación con la Embajada de México. En palabras del agregado cultural de dicha entidad, Héctor O. Aguilar, el evento tuvo una repercusión insospechada, ya que lo que en un principio era una celebración destinada a la comunidad mexicana en Argentina se convirtió en un evento masivo. El Día de los Muertos tiene también una dimensión social. Para Valeria Rocha, psicóloga y terapeuta, esta tradición puede ser también “un espacio para habitar la pérdida” y un ritual que permite conectar con el presente y las personas que aún están vivas.
Desde que uno entraba por el pasillo, las guirnaldas de colores (papel picado) ya daban fe de estar introduciéndose en territorio mexicano. Ahí estaban los primeros puestos: uno de maquillaje para los chicos que querían pintarse de calaveritas y otro de tatuajes temporales con motivos de Día de los Muertos. Los fans de la película Coco —chicos y grandes— no faltaron, había peluchitos de Dante, el perro xoloitzcuintle que acompaña al protagonista y niños con el buzo rojo de Miguel.

Al entrar al patio principal, un altar recordaba a difuntos mexicanos y argentinos, desde la actriz Silvia Pinal y la escritora Beatriz Sarlo hasta el Papa Francisco. Más allá, una serie de montículos de tierra con flores y cruces decoradas representaban las tumbas que se visitarían en un cementerio, emperifolladas para celebrar la llegada de los difuntos. Al otro lado, un cráneo con una vincha de flores y un letrero de “México” esperaban a los visitantes para tomarse una foto.
Una de las protagonistas de este evento fue la alfombra central, diseñada por artesanos de la provincia mexicana de Tlaxcala y montada con la participación de estudiantes del Programa de Movilidad de la Universidad Nacional de las Artes. La tradición de los tapetes de Huamantla, Tlaxcala, se remonta a las procesiones religiosas en honor a la virgen de la Caridad en la noche de cada 14 de agosto. Para la ocasión, las artesanas y artesanos de la localidad elaboran alfombrados monumentales de hasta 100 metros de longitud con aserrín, arena, semillas y flores pintadas de colores. La virgen pasa en un carruaje mientras las alfombras se desdibujan: arte efímero, le llaman. De vuelta en Recoleta, los visitantes miraban de cerca con una pregunta recurrente: “¿Cuánto tiempo demoraron en hacer esto?” Una semana. Los materiales: porotos y semillas de maíz pintadas de colores para dar forma a calaveritas y flores.
En México, las festividades comienzan la noche del 27 de octubre para recordar a los animales de compañía y mascotas fallecidas. El 28 se dedica a las personas que murieron de forma trágica o violenta. El 29 es para quienes murieron ahogados. El 30 es para las almas olvidadas o solitarias, aquellas que no tienen a nadie quien las recuerde. El 31 es para las almas en el limbo. El 1 es para las infancias y el 2 para todos los muertos. Los conmemoramos con un altar lleno de colores, flores y símbolos, pero sobre todo, la comida que les gustaba en vida, porque como se suele decir, si la comida mexicana no es la mejor del mundo, ¿por qué regresan los muertos cada 2 de noviembre sólo para volver a saborearla una vez más?

Según datos del gobierno de México, somos 7.828 mexicanos en Argentina. Sara, por ejemplo, tiene 55 años y 19 viviendo en Buenos Aires. Creció con la tradición de montar un altar en el Día de los Muertos, pero no lo pone desde que llegó a Argentina. Sin embargo, siempre lleva a sus hijos a las celebraciones. Este año la motivó a ir al Recoleta la presencia de los artesanos tlaxcaltecas. En esta ocasión, se ajuareó con una blusa bordada mexicana para dar un mensaje, “yo soy mexicana, orgullosamente mexicana”. Entre sus amistades, las festividades del Día de los Muertos y la Navidad son las que despiertan mayor interés. Al salir del Recoleta, Sara, su familia y amigos caminaron hacia el Obelisco y se instalaron en Sazón Mexica, el nuevo restaurante de la chef mexicana Elizabeth Ortiz. Ahí también, como en cada espacio de la mexicanidad, había un altar.
Virginia es originaria de Monterrey, Nuevo León, y hace 11 años vive en Buenos Aires. El año pasado no pudo ir a la celebración que tuvo lugar en la Embajada de México, había filas de tres horas para poder entrar. Esta vez en el Recoleta pudo aprovechar para contarles más a sus hijos de 7 y 3 años sobre esta festividad. “Estuvo muy lindo, estuvo muy cercano a México, mi hija ya está aprendiendo lo que es México y lo que es Argentina”.
La música tampoco faltó. En el escenario participaron la Orquesta de Instrumentos Autóctonos de la UNTREF, el Mariachi Gigante de La Plata y el trío argenmex Las Adelas formado por tres hijas de argentinos exiliados en México durante la dictadura. El Día de los Muertos también supone recordar la música que escuchábamos con nuestros muertos, la que cantábamos juntos, la que vivimos en su compañía.
De acuerdo con el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 2022, la comunidad mexicana en Argentina ocupa el lugar 15 entre los extranjeros viviendo en el país. Entre las remeras de los visitantes del Recoleta se pudieron recolectar guiños a la cultura mexicana: el Chavo del 8, la virgen de Guadalupe, Frida Kahlo y por supuesto, la blusa bordada de Sara para decir: “yo soy mexicana, orgullosamente mexicana”.
Imagen de portada: La protagonista, una alfombra de Huamantla hecha por artesanos tlaxcaltecas (Foto: María Huesca)
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Nació en el entonces Distrito Federal, esa ciudad donde —como escribió Monsiváis— “lo invivible tiene sus compensaciones, la primera de ellas el nuevo estatus de la sobrevivencia”. Creció bajo el cuidado de sus abuelos maternos: con su abuelo descubrió a Juan Rulfo y las canciones de Chava Flores, Los Panchos y Pedro Infante; con su abuela aprendió los secretos de la cocina y las artesanías. Desde 2020 vive en Buenos Aires, Argentina, donde continúa su historia como migrante.
