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“Alguna vez me dijeron que Buenos Aires nos hace a todos poetas”, resalta la escritora brasileña Isadora Barcelos. A ella y a otros escritores migrantes la cultura porteña los conquistó por sus librerías cada pocas cuadras, por sus reiterados eventos de poesía y por los cursos con destacados escritores como Leila Guerriero y Mariana Enríquez.

Dejar el hogar

Marcial Gala nació en La Habana en 1965, creció en la ciudad de Cienfuegos y vive en Buenos Aires desde 2016. Es narrador, poeta y arquitecto, autor de La Catedral de los Negros y Sentada en su verde limón. Él encontró en Argentina mucha libertad artística. “La libertad es importante”, afirma.

Para Gala muchos argentinos veían a Cuba como “el país de la utopía” y “llegaron a creer que al ser mayor de edad te regalaban un auto, cosas que en realidad no eran así”, afirma. “Es un país con un régimen dictatorial y con una policía bastante pesada”. Para él, “Argentina tiene sus problemas, pero es una democracia”. A pesar de una libertad que considera ganada, Gala tiene dos hijas que viven en Cuba y confiesa: “El sentimiento de la otredad a veces es más suave y a veces más fuerte, pero el migrante vive para extrañar”.

La poeta brasileña Isadora Barcelos llegó a Buenos Aires para hacer una maestría de Artes Combinadas en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), pero encontró en la ciudad “una fuente de inspiración”. Empezó a escribir poesía y publicó su primer poemario, Diente de leche, con la editorial argentina Cae de maduro.

Al igual que Isadora, el ecuatoriano Arturo Cervantes llegó a la ciudad en 2016 para hacer una maestría en psicoanálisis. Se sintió muy atraído culturalmente y cuando la terminó no quiso irse. En Ecuador trabajaba en el periódico El Comercio, una redacción tradicional. En Argentina, en cambio, se le despertó un lado narrativo de escritura y se anotó en talleres literarios. Cursó en la Fundación Tomás Eloy Martínez una especialización en periodismo narrativo que dirigía Leila Guerriero y en el que tenía profesores como Mariana Enríquez. Publicó su crónica Un pescado ecuatoriano en la Revista Orsai y actualmente vive en Berlín, Alemania.

La libertad del anonimato

“La capital tiene esto de ofrecerte un abanico de posibilidades, yo iba a un taller de teatro y de escritura”, resalta Isadora. Al igual que a Marcial, Buenos Aires le ofreció libertad. “El anonimato, no conocer a nadie, puede ser muy divertido. A su vez es solitario, pero me dio la fuerza de descubrir sobre qué quería escribir yo”, destaca. También encontró la libertad de no tener que definirse por una sola cosa.  “Buenos Aires es mucho más libre, la gente se identifica con varios haceres u oficios. No hay tanta presión por definirse con un solo camino”.

Lost in translation- Lo perdido en la traducción

“Para qué sirve el extranjero, sino para que haya siempre un hueco en el pecho, una palabra intraducible”, se pregunta Barcelos en uno de sus poemas. Cuando logró hablar español se dio cuenta de que en la traducción siempre queda algo incompleto, como una imposibilidad. A ella le gusta jugar con este gris entre los idiomas y activar “el modo frontera” en su poesía. Confiesa que, aunque le gusta, a la vez le genera angustia que haya cosas que solo se pueden decir en español y otras que solo se pueden decir en portugués. “Hay un quiebre. Nunca volvés siendo la misma persona a tu país”, reconoce la escritora. Irse significó para ella “fragmentarse en dos” y entender que en ninguno de los dos lugares se siente una persona completa.

Marcial también se encontró con este mismo desafío del lenguaje y señala: “Es imposible mantener el registro del idioma cubano”. Ahora se identifica con un registro más latinoamericano, con una preponderancia de lo argentino. Y no solo le sucedió con el lenguaje, sino que también con sus obras. “Se te vuelven voces muy cruzadas”, resalta y confiesa que, aunque es difícil mantener la pureza de su estilo, él se esfuerza en mantener su acento cubano.

Descubriendo la cultura argentina

 A Arturo Cervantes lo atrajo el panorama literario de la ciudad, la cantidad de eventos culturales y ver una librería cada dos cuadras. “Para mí era una locura viniendo de Ecuador, que es más parecido al interior de Argentina que está fuera de la movida editorial literaria”, subraya Cervantes. A Isadora le impactó que hubiera eventos de poesía todas las semanas. Buenos Aires le sigue generando curiosidad y encuentra “una fuente constante de inspiración y de pensamiento”.

Barcelos solía tener un cuaderno, tipo diario, en el que escribía todas las palabras que le parecían raras. También descubrió a uno de los referentes del Rock Nacional, Luis Alberto Spinetta, de una manera inesperada. Escuchó por primera vez en el subte una interpretación de Plegaria para un niño dormido. “Pensé que era del músico callejero”, aclara. Después la buscó en Google y descubrió quién era Spinetta. Eso le abrió un interés por Charly García y por ver videos de Los Redondos en YouTube como el de “El pogo más grande del mundo”. También tomó clases de tango en Parque Chacabuco con unos jubilados, visitó la tumba de Gilda en el cementerio y miró partidos antiguos de fútbol a la madrugada. “Con esas experiencias fui entrelazando un poco lo que es la cultura argentina, porque no podés agarrar un link de YouTube y ver un documental que te explique todo. Lo tenés que vivir”.

Mia Hinsch
Equipo periodístico | + notas

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