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Yo he migrado una sola vez, pero he micromigrado varias veces. Quiero decir que esa habitación en Once en la que viví durante dos meses fue un hogar que me brindó la primera seguridad: tuve un techo, sabía que mis cosas no se iban a perder. Esa habitación me conectaba con el caos de la ciudad, no tenía nevera, mis alimentos eran apenas para uno o dos días, procuraba cocinar a las 10 p.m. Pero apenas bajaba por las escaleras y me miraba en el espejo del pasillo, el único espejo que tenía, sentía la pulsación en el corazón de una ciudad que no paraba de latir.

Yo sabía que ese era un hogar de tránsito, no quería pasar ahí mi vida. Le caí mal al indio Harry porque cocinaba carne y para él las vacas son sagradas, el argentino que era celador era amable conmigo porque me gustaba el vino como a él, mi vecina Weiling Wei, por su parte, fue generosa al acompañarme a meditar con sus fuertes inciensos, el costeño cartagenero que era mi vecino me ayudó a conseguir un trabajo en Once cargando bultos de ropa. Solo duré un día en ese laburo.

Luego encontré otra habitación, en el que considero es el barrio más lindo de Buenos Aires. Fue en Parque Chas, dicen que allí la gente se pierde, es un barrio de casas, mi habitación era grande, allí me hice hincha de Argentinos Juniors y entrené natación de nuevo. Supe que la venta de Maradona al exterior significó la entrada de mucho dinero para el club, con esa plata hicieron la piscina. Me gustaba pensar que era un regalo de Maradona hacía mí, todavía me da risa pensar eso. Cuando nadaba de espaldas veía un enorme rostro de un Maradona todavía adolescente: el rostro del dios debutante.

El dueño de la casa nos pidió salirnos a mí y a mi roomie venezolano. Que quería la casa para él de nuevo. Así que volví a agarrar mis cosas, que empezaron a hacer cada día más y me mudé a una habitación en Villa Crespo. Lindo barrio, viví ahí 3 semanas.

A veces la suerte lo acompaña a uno, conseguí un monoambiente en Recoleta. Un departamento con balcón francés, un techo alto, una bañera para el verano y una cama cómoda. El muchacho del 2D.

En Buenos Aires el primer piso es para los colombianos el segundo y así sucesivamente… Yo vivía en el segundo/tercer piso. Ahora nadaba en un aburrido club y hacía mucho calor.

Luego de tres meses la historia se repitió.

Viajé unos días a Bogotá y el día que regresé me tocó mudarme. De nuevo empaqué mis cosas y me fui a una habitación al norte de la ciudad, en el gomelísimo barrio de Saavedra. Una señora mileísta me maltrataba y se robó 250 dólares míos.

Tres semanas después me mudé a mi departamento de Parque Patricios. Con cocina grande, habitación pequeña, este departamento adaptado ha sido un refugio al que he podido llamar casa. Tiene un pasillo extraño donde los placares ayudan a que el sonido no sea ruido, del baño se puede salir al patio compartido con otros departamentos. Es una casa adaptada. Una casa trans. Una casa que tiene algo que no fue así antes. Yo por ejemplo siento que mi habitación era la sala principal. La cocina es toda mía, grande. He tenido grandes invitades a cenar.

Pero de nuevo parece que tocará empacar maletas pronto…

Si pudiéramos ver el mapa de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se vería que he vivido en el norte, en el sur, en el oeste, en el centro económico y en el centro geográfico. He migrado muchas veces dentro de una misma ciudad.

Así como las tortugas, mi casa va conmigo.

Pero he aprendido una cosa importante de todo esto.

La primera casa es mi cuerpo. Con mi cuerpo voy y llego, caminando, corriendo o nadando.

Y sí, a veces volando.

+ notas

Comunicador social, fotoperiodista y artista. Nació en Bogotá, Colombia, sus raíces migratorias provienen del campo andino colombiano cuando sus abuelos migraron del campo a la ciudad. Vive actualmente en Buenos Aires.


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