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El comediante belga Kristof Micholt lleva más de dos décadas en Buenos Aires, donde convirtió su experiencia como extranjero en un sello humorístico. Entre libros, escenarios y un club propio, eligió a la Argentina como hogar y fuente de inspiración.

Kristof llegó a Buenos Aires en 2002. Tenía 23 años y un plan claro: completar parte de sus estudios en abogacía y luego tomarse un tiempo para viajar por otras partes del mundo. Lo que no imaginó es que esa primera estadía se iba a extender por más de un año, y que el motivo principal para postergar su regreso a Bélgica sería una relación sentimental. 

Finalizado aquel primer capítulo, regresó a Europa. Sin embargo, el contacto con la mujer que había conocido en Argentina, siguió. Por eso, cuando ella le dijo que si volvía lo iba a recibir, regresó ilusionado con retomar el vínculo. Más allá de que esa historia en ese momento no prosperó, su retorno marcó el inicio de una estadía prolongada en el país.

Con el tiempo, aquella joven que lo había cautivado se convirtió en su esposa. La fiesta de casamiento fue tan caótica como inolvidable: según cuenta, “todo lo que podía salir mal, salió mal”. Y esa experiencia se transformó en un libro entero titulado La Boda. Después de casarse, decidieron instalarse en Bélgica por un tiempo, pero al año siguiente su esposa quiso volver a la Argentina y Kristof tuvo que reconstruir su vida nuevamente aquí. Fue entonces que junto a un amigo comenzó a trabajar en el sector turístico. Se dedicaba principalmente a recibir viajeros belgas, lo que le permitía recorrer y conocer en profundidad muchos de los destinos clásicos de Argentina. 

Un día, en un viaje en colectivo, vio una publicidad de un curso de stand-up. Consideró que era una oportunidad para superar la timidez y el miedo a hablar en público, pero lo que encontró fue una vocación, poder transformar en humor las anécdotas cotidianas de vivir en otro país, las diferencias culturales y los choques de costumbres.

En 2009, luego de atravesar la ruptura de su matrimonio, volvió a Europa nuevamente. Permaneció tres años en Bélgica, pero no lograba sentirse cómodo: tenía la sensación de que ya no pertenecía a ese lugar. Probó suerte en los circuitos de stand-up de Bélgica, Inglaterra y otros países, pero el material basado en su condición de extranjero no despertaba la misma complicidad que en Argentina. Finalmente, en 2014 tomó la decisión de regresar definitivamente a Buenos Aires.

Ya en el país empezó a presentarse con frecuencia en el Paseo La Plaza, uno de los epicentros del stand-up en la ciudad. Allí conoció a un nuevo amor vinculado al ambiente artístico, y comenzó a producir y protagonizar espectáculos. Esa etapa fue clave para consolidar su presencia en la escena local y expandir su experiencia, no sólo como comediante, sino también como productor.

Publicó libros autobiográficos como Un belga en Argentina, La Boda y El argentino nace donde quiere, en los que relata su llegada, su adaptación y su mirada sobre las costumbres locales. También incursionó en la ficción con Prohibido Reír, una historia distópica en la que el humor se convierte en un acto clandestino.

Comediante Kristof Micholt
Comediante Kristof Micholt. Foto: Efraim Rozenberg

Su humor se nutre de la observación constante y del contraste entre dos mundos: el que trae de su Bélgica natal y el que adoptó en Argentina. Kristof convierte en material de comedia esas diferencias culturales que más de dos décadas después de su llegada, todavía despiertan asombro y risas. Desde el mate en la playa hasta la impuntualidad convertida en arte, su fascinación por la argentinidad no se ha desgastado con los años. Por el contrario, dice que sigue disfrutando genuinamente cada vez que sube al escenario y comparte esas escenas cotidianas que, para él, resumen el carácter de un país que ya siente como propio.

En 2017 fundó junto a su entonces novia el Stand Up Club, ubicado en Paraná 1021, Recoleta. Como pareja estuvieron unidos durante ocho años, fueron padres de dos hijas y, aunque actualmente están separados, administran juntos el espacio. Además, continúan compartiendo escenario todos los viernes y sábados con un espectáculo en formato de pareja, centrado en las relaciones amorosas, que combina humor, observación y complicidad escénica.

Kristof reconoce que su vida cotidiana está atravesada por una doble herencia: la disciplina y el sentido de los límites que asocia a su familia belga, y la flexibilidad y disfrute del presente que identifica con la idiosincrasia argentina. Esa mezcla, asegura, también se cuela en su forma de escribir, de hacer humor y de criar a sus hijas.

Hoy continúa con funciones regulares en su club, proyecta nuevos libros y sigue alimentando una carrera que nació casi por casualidad. Bélgica permanece como parte de su identidad, pero Argentina es el lugar donde encontró su voz, su público y una vida en la que ya no se siente como extranjero.


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Licenciado en Comunicación Audiovisual (UNSAM) y Locutor Integral de Radio y TV, con más de 15 años de experiencia en radio. Sus raíces familiares provienen de Génova, Asturias y Polonia.


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