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A más de un siglo del inicio de la migración palestina hacia América Latina, Chile se consolidó como el principal hogar de esta diáspora en la región. En diálogo con Refugio Latinoamericano, Gazan Qahhat Khamis, responsable de comunicación de la Comunidad Palestina de Chile, rememora la historia de quienes buscaron un futuro y construyeron, con un profundo respeto por sus raíces, una de las colectividades más influyentes del país.

A fines del siglo XIX comenzaron las primeras oleadas migratorias palestinas hacia América Latina. Los motivos fueron diversos: desde escapar del reclutamiento forzoso del Imperio Otomano hasta la búsqueda de nuevos horizontes. Como publicaron Myriam Olguín y Patricia Peña González, en su libro La Inmigración Árabe en Chile, se estima que entre 1860 y 1914, un millón de árabes emigraron, alcanzando el millón y medio en 1925. De ellos, aproximadamente 40.000 palestinos lo hicieron hacia nuestra región. Estos movimientos migratorios iniciales dieron origen a una colectividad de descendientes que hoy supera las 500.000 personas en Chile, la más grande fuera del mundo árabe.

Gazan Qahhat Khamis, responsable de comunicación de la Comunidad Palestina de Chile y del Club Social Palestino, relató la propia historia y la de su comunidad: “El viaje no era sencillo. Muchos llegaban primero a Buenos Aires y desde allí se desplazaban hacia Bolivia, Perú, Chile o se quedaban en Argentina. El cruce era a mula a través de la cordillera de los Andes. Casi todos llegaban a Buenos Aires y de allí continuaban, porque Argentina es más de migración siria y libanesa que palestina”.

Sudamérica se transformó en el nuevo hogar de cientos de personas que fueron eligiendo su país de destino. La comunidad palestina en Colombia es mucho más nueva que la chilena y la peruana, hay registros de inmigración palestina a Perú desde 1880, explicó.

Mural del artista chileno Pablo ZYP en el Barrio Bellavista, Santiago de Chile (Foto: Sofía Jaimez Bertazzo)

Quienes llegaron a Chile encontraron un país con un paisaje y clima similar al de su tierra natal, pero con grandes contrastes sociales y una inmensa cordillera. “Todo se fue informando: la fruta es igual, el clima es parecido, pero lo que les chocó en un principio es que encontraron que Chile era muy subdesarrollado. Porque en Palestina, en esa época, había radios, tele, centros de mujeres, y aquí no”, señala Qahhat en referencia a las primeras olas migratorias de su comunidad, es decir bisabuelos y abuelos.

Una vez asentados en sus nuevos hogares, preservar las raíces era una cuestión fundamental. Es por eso que la comunidad palestina en Chile ha mantenido una red institucional sólida a través del tiempo, conformada principalmente por el Club Social Palestino, el Colegio Árabe y el Deportivo Palestino, tres pilares que fortalecen la unión entre generaciones. 

El primero surgió en 1938, cuando fundaron el Club Social Palestino, un espacio de encuentro comunitario que, con el tiempo, se convirtió en un símbolo de identidad. Pasaron los años y “ahora tenemos 5000 socios, que es el récord histórico”, dijo Qahhat. Y agregó: “Este club, básicamente, es nuestra casa. Tenemos todas nuestras actividades pensadas en Chile y en Palestina, porque primero somos chilenos y después palestinos”.

El Deportivo Palestino, seguramente la institución más conocida, fue fundado el 20 de agosto de 1920 por miembros de la colonia palestina en el país. Con el tiempo, se transformó en un emblema de identidad y visibilidad para la causa palestina a nivel nacional e internacional con sus logros futbolísticos. “Palestino es para nosotros un motivo de orgullo. Siempre fuimos populares”.

Imágenes de las autoridades del Club Social Palestino (Foto: Sofía Jaimez Bertazzo)

Además, el arraigo cultural se transmite en cada familia, incluso entre quienes nunca han visitado Palestina. “En mi caso, yo a mis hijos —porque mi padre me enseñó a hablar árabe; sé hablar, pero no leer ni escribir— trato todos los días de ponerles una canción en árabe y les digo: ‘¿Qué dicen?’ Y ellos empiezan a hablar. Eso es lo que hago por mi parte: conservar las tradiciones como siempre he querido, como las he vivido”.

Las mujeres palestinas también han tenido un rol importante en la historia institucional y social. La primera sociedad palestina de mujeres se fundó en 1929 y se llamó Asociación de Mujeres Árabes de Palestina. Y el propio club tuvo a la cabeza mujeres poderosas que lideraban la comunidad. “La primera directora se llamó Nancy Lolas. Ella es muy patriota, muy palestina. Le costó mucho que el mundo le hiciera caso, pero ella empezó a escalar haciendo actividades culturales, exposiciones, llenaba el club y se fue ganando su espacio”. Décadas más tarde, en 1988, ella participó del Congreso Nacional Palestino de Argel, donde proclamó la independencia del Estado de Palestina bajo la conducción de Yasser Arafat. En los meses siguientes, decenas de países reconocieron la nueva entidad, y hoy más de 140 Estados miembros de las Naciones Unidas mantienen ese reconocimiento diplomático, reflejando el amplio respaldo internacional al derecho del pueblo palestino a la autodeterminación.

Imágenes de las autoridades del Club Social Palestino. A la izquierda, Nancy Lolas (Foto: Sofía Jaimez Bertazzo)

La comunidad enfatiza el respeto y la educación por encima del enfrentamiento. “Siempre inculcando el respeto, no el odio hacia el otro. Yo no promuevo el antisemitismo. Nosotros promovemos nuestras tradiciones y aclaramos que esto es un tema político más que religioso”, afirma Qahhat. Y agrega, haciendo referencia al conflicto entre Palestina e Israel que la paz va llegar pero “tiene que ser con justicia, con rendición de cuentas y que paguen los autores de este genocidio. De lado y lado, o sea, Hamás también lo que hizo el 7 de octubre fue horrible, pero hay que entender el contexto. La paz tiene que llegar con justicia. Nada más”. 

Integración y aporte al país

Qahhat señala que con el paso de las décadas, la comunidad palestina se integró profundamente en la sociedad chilena, participando en la vida política, cultural y económica. “Los primeros llegados obligaban a sus hijos a aprender español para que no los discriminaran. Después avanzaron en cuestiones económicas y gubernamentales, a tal punto que el defensor de la niñez es de origen palestino”. La alusión es a Anuar Quesille Vera, Abogado y Defensor de la Niñez de Chile, quien cumplirá su mandato hasta 2028.

En el ámbito productivo fueron pioneros. “Los primeros productores y exportadores textiles en Sudamérica se instalaron en Chile y fueron de origen palestino. Más allá de la industrialización, también eran personas con conciencia social. Tenían policlínicos y viviendas para los trabajadores. El aporte ha sido grande: de los 10 o 15 mayores millonarios de Chile, cuatro son palestinos”, comenta Qahhat.

Desde 1978, cuando se abrió en Santiago la oficina de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que luego se transformó en la Representación de Palestina en Chile, el país ha mantenido una política de Estado coherente en relación con la causa palestina. Ese vínculo histórico se ha reafirmado en los últimos años, incluso con el impulso de un proyecto de ley que busca prohibir la importación de productos provenientes de territorios ocupados. En esa misma línea, el actual presidente Gabriel Boric inauguró recientemente una embajada chilena en territorio palestino. “El gobierno de Boric no es necesariamente pro-palestino; lo que existe es una política de Estado que regula las relaciones internacionales. Él simplemente ha pedido respeto al derecho internacional y a la Carta de las Naciones Unidas”, explicó Gazan Qahhat. Además, recordó que “Michelle Bachelet, cuando fue alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU, publicó la lista de las principales empresas que operan en los territorios ocupados”.

El entrevistado destaca que, más allá de las diferencias internas, la Comunidad Palestina de Chile, fundada oficialmente en 2019, actúa como un gran paraguas que agrupa 42 instituciones de origen palestino y árabe. “Lo que buscamos es aunar en una sola voz todo el sentimiento que tenemos”. Y añadió “Nuestra influencia va mucho más allá de lo político y económico. Yo creo que somos más de un millón, porque ya hay cuarta, quinta generación en la que se pierden los apellidos, pero esa persona que tiene dos apellidos españoles sabe que su abuela es palestina, y lo dice”.  

Un simpatizante del Club Deportivo Palestino durante la Copa del Mundo Sub-20, celebrada en Chile entre septiembre y octubre de 2025 (Foto: Sofía Jaimez Bertazzo)

La historia de la migración palestina en Chile y Sudamérica es, en esencia, una historia de superación, integración y memoria colectiva. Una comunidad que, sin olvidar sus raíces, ha contribuido profundamente al desarrollo de la región y a la construcción de una identidad compartida entre dos mundos.

A lo largo de más de un siglo, la comunidad palestina en Chile ha sabido mantener vivas sus raíces mientras se integraba plenamente al país que la recibió. Sus descendientes son hoy empresarios, artistas, deportistas, académicos y ciudadanos comprometidos con el desarrollo de Chile, sin olvidar jamás la historia que los trajo hasta allí.

Como resume Qahhat, con orgullo y convicción: “Nosotros somos chilenos, hijos de palestinos, que tenemos los pies acá y el corazón allá. Pero para ser buen palestino, hay que ser buen chileno.” Una frase que sintetiza, en pocas palabras, la identidad de una comunidad que ha hecho de la memoria, el trabajo y la integración su legado más valioso.


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Sofía Jaimez Bertazzo, integrante del equipo periodístico de Refugio Latinoamericano.
Equipo periodístico |  + notas

Periodista, fotógrafa y viajera, mi vida es una hoja con palabras por escribir y una galería de imágenes que está tejiendo relatos que conectan vivencias, saberes y personas. Mis raíces son migrantes, mis abuelos maternos llegaron de Italia y mi abuela paterna de España, mientras que mi abuelo paterno tiene raices criollas. Nací en Argentina pero viví en España y en Australia. Soy una profesional comprometida que siempre va en busca de nuevas historias.


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