El “Gran Magal de Touba” es un evento religioso anual de la hermandad muride senegalesa. En wólof, el idioma que utilizan los muridíes, la palabra magal significa “conmemoración” y se la utiliza para referirse a la festividad que se realiza en honor a Cheikh Ahmadou Bamba (1853-1927), el teólogo senegalés fundador del muridismo, el día en que fue arrestado y deportado por los colonialistas franceses. La celebración más importante tiene lugar en la ciudad senegalesa de Touba, y atrae a millones de peregrinos de todo el mundo, mientras que el resto de los integrantes de la comunidad que migraron, realizan este homenaje, hermanados en las diferentes ciudades del mundo. El miércoles 13 de agosto, la jornada se tiñó de verde, amarillo y rojo, los colores de Senegal, el país de la teranga, lo que en wólof significa hospitalidad, tal como fuimos acogidos y agasajados todos los presentes. Con alegría, música, color, fe y agradecimiento, así se vivió la fiesta en el corazón de Argentina.
El miércoles 13 de agosto, como es habitual cada año, la comunidad senegalesa de Córdoba celebró el Gran Magal de Touba 2025, una festividad abierta a la comunidad a través de la cual se rinde honor al líder espiritual de la cofradía muride, a la que pertenece la mayoría de los senegaleses radicados en esta provincia. Este día, el amplio salón del Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas, ubicado en pleno centro de la ciudad de Córdoba, se transformó en lugar de encuentro, hermandad y agradecimiento.

La celebración, que comenzó por la mañana y se extendió hasta la media noche, estuvo teñida por la alegría que irradiaban los rostros iluminados y las sonrisas infinitas de los anfitriones, quienes empezaron a recibir a los primeros en llegar, familiares, amigos, vecinos del lugar donde tienen sus puestos ambulantes y todos aquellos interesados en conocer y compartir la cultura y la tradición senegalesa. Como si la vida misma hablara y nos diera una gran lección, fueron ellos los encargados de que nadie se quede sin recibir una cálida bienvenida que se podía resumir en una taza de café caliente, que guardaba entre su espumoso color, el secreto de un sabor único e incomparable.
Poco a poco y con el correr de las horas, el lugar fue adquiriendo los colores y los aromas típicos de Senegal. Mientras algunos trabajaban en la cocina, otros, en un espacio alfombrado, y con la figura del líder religioso, Cheikh Ahmadou Bamba a un costado de la sala, pronunciaban una larga oración en verso y recitaban el Corán, mirando hacia la Meca, siguiendo las enseñanzas que aquel dejó como legado a su pueblo, en busca de la paz y la concordia.

Los senegaleses encargados de preparar el almuerzo y la cena, hombres y mujeres, tampoco se privaron de vivir un día festivo, y entre una sazón de sal y otra de pimienta, asomaron algunos chistes en wólof que despertaron carcajadas entre los cocineros, que, pese a todo, seguían sus tareas al pie de la letra. Algunos, sentados alrededor de una gran olla, amasaban una especie de “bolitas de carne”, las boulettes que se convirtieron en las vedettes del almuerzo. “En Senegal, la cocina pone en juego todos los sentidos, el tacto es el primero, por eso hacemos la comida con las manos, porque a través de ellas, pasa el amor que queremos dar”, dijo, ante mi cara de asombro, uno de los cocineros.
Todo listo. ¡A comer!
El momento del almuerzo llegó de repente, y en un abrir y cerrar de ojos, los invitados formaron una larga fila para degustar los platos caseros como el thiéré (trigo burgol), ceebu yaap (arroz) y el dibi de carne y pollo con mucha cebolla y condimentos que hicieron subir la temperatura de los comensales, durante un típico día de invierno. Los propios senegaleses fueron los encargados de servir, con una sonrisa, platos abundantes, bebidas y postres. “Compartir la comida es para nosotros, lo más importante, es un gesto de hermandad y agradecimiento, con toda la comunidad”.

Por la tarde, sonaron cantos religiosos y nuevamente la oración captó la atención de los invitados. También el mate estuvo presente y algunos senegaleses se animaron a probarlo, aunque sin demasiado éxito. Mientras algunos llamaban por teléfono a los familiares que se quedaron en Senegal, otros intercambiaban fotos y experiencias con aquellos que no quisieron perderse ningún detalle de aquel país que parece tan lejano a los argentinos.
Así, entre mates, risas, pastafrolas y budines, llegó la hora de la cena con un salón colmado de gente que preparaba sus brazos para recibir la comida que se entregaba con afecto y gratitud. Mientras tanto, un grupo de senegaleses sorprendieron a todos con un cántico típico llamado Sam Fall que se baila en grupo, todos juntos, formando un semicírculo y dando unos pasos llamados dukked, y entonando unas palabras que significan “Dios es único”, en honor y agradecimiento a su Dios Alá.
Unidos en la hermandad
Llegando al final de la jornada, el momento más emotivo se vivió cuando uno de los integrantes de la comunidad senegalesa, dirigió unas palabras a los presentes. Abriendo los brazos, como buscando fundirse en un gran abrazo con todos nosotros, dijo: “Queremos agradecerles a todos ustedes por abrirnos las puertas de esta ciudad. Para nosotros es muy importante compartir este día con ustedes. Estamos muy agradecidos. No me salen las palabras porque estoy, de verdad, muy emocionado. Solo les digo, en nombre de todos nosotros, muchas gracias, de corazón”.
Sin dudas, fue un momento emocionante y aleccionador para todos nosotros, a quienes nos han anestesiado contra las necesidades y el sufrimiento ajeno. En la vereda del frente están ellos, quienes han dejado un mundo atrás en busca de una vida mejor. Ellos, quienes, en un gesto de humildad, han abierto su corazón sin esperar nada a cambio. Ellos, quienes nos invitaron a compartir su alegría, sus sueños, la vida misma. Nosotros, ellos. “Ellos, nosotros”. Al final, todos somos uno y los límites se borran cuando nos unimos en un abrazo de hermandad como el que nos dimos en el Gran Magal de Touba.
La alegría de la previa
Los preparativos para el Gran Magal de Touba comenzaron, como de costumbre, muchos días previos al festejo, con la división de roles y tareas. Mientras algunos fueron sorteados para la cocina, otros se ocuparon de las compras y de supervisar que nada falte, sobre todo, la alegría.
A quienes les tocó esta última tarea, lo hicieron en el vehículo de uno de ellos, momento que también aprovecharon para divertirse, grabar videos, escuchar música y hacer bromas a los más serios del grupo, quienes no pudieron resistir y sucumbieron ante el arsenal de chistes y cargadas de sus compañeros.
También estuvieron aquellos encargados de la faena del animal, en un campo cercano a la ciudad, al que fueron el día previo al festejo. Los trabajos continuaron las horas posteriores, ya que la carne necesita varias horas de cocción para alcanzar el punto justo, característico de la cocina senegalesa. Aquí también hubo tiempo para las risas y el regocijo, lo cual hizo más llevadera la jornada.
Los preparativos previos representan otra muestra acabada del trabajo mancomunado y comunitario que caracteriza a los senegaleses y que va más allá de la comida, sino que representa una oportunidad para reunirse, orar y compartir un momento de reflexión a fin de lograr un mundo de paz, donde no quede nadie afuera, donde exista lugar para todos.
Un poco de historia: celebrando la fe, el legado y la unión
Cheikh Ahmadou Bamba predicaba una doctrina pacífica, pero fue visto como una amenaza por las autoridades coloniales francesas, y debió exiliarse de Touba. Este acontecimiento, lejos de ser recordado entre penas y tristeza, pasó a la historia ya que demostró su gran influencia, declarándose como fecha para la realización de Gran Magal de Touba.
El Magal es una de las peregrinaciones más grandes del mundo, con millones de personas que viajan a Touba para participar en las ceremonias y recordar las enseñanzas de Bamba, en la Gran Mezquita de Touba, donde Bamba fue enterrado tras su muerte en 1927.
La festividad fomenta la unidad entre los miembros de la hermandad muride y les brinda la oportunidad de reunirse, orar y compartir momentos de reflexión. Se comparte toda una jornada donde se agradece la compañía, la alegría del encuentro, se recitan poemas, y hay música en vivo, mas la abundante comida que preparan ellos mismos muchos días antes del evento.
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Es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Córdoba, donde también obtuvo el título de Técnica en Comunicación Radiofónica. Diplomada en Periodismo Político (2004) y en Derecho de las Personas Migrantes (2023), actualmente es doctoranda en Ciencia Política en la Universidad de Belgrano, con una tesis en curso sobre políticas públicas hacia la comunidad migrante senegalesa en Córdoba durante la pandemia de Covid-19.