Compartir:

Ricardo Ache y Mariposa Trash comandan Fama y Guita, una banda que cruza punk y cumbia para enfrentar el odio con humor, ritmo y política. Desde una perspectiva “sudaca” de la realidad, la banda se erige desde la disidencia y la crítica social para construir un lenguaje musical que incomoda, interpela y también hace reír.

En el barrio porteño de Palermo nos reunimos con Fama y Guita, el dúo formado por Ricardo Ache y Mariposa Trash. La formación —que se autodefine como un “dúo escandaloso”— desarrolla una propuesta artística ecléctica o “cachivchesca” que combina el rock, la parodia y el humor político.

En esta entrevista para Refugio Latinoamericano, Mariposa y Rick nos revelan cómo la música puede ser un terreno de resistencia, humor y construcción comunitaria frente a la intolerancia y el odio cotidianos.

¿Quiénes son Mariposa y Ricardo?

Ante la cámara, Ricardo Bozzini, nuestro showman es un señor de 74 años que “ha hecho lo que se le cantó las pelotas”, con las consecuencias positivas y negativas que eso implica. “Y aquí estamos como dúo escandaloso”, que “en lo mejor de su carrera” aporta la voz de alguien que ha vivido lo suficiente para saber que parte del sentido se construye con un poco de humor. 

A su lado, Mariposa Trash, autodefinida “trava veneca, loca, comunista y fastidiosa“, es quien comparte este dúo con Ricardo, el Indio Solari del under. Ella es migrante venezolana y juntos hacen del humor musical una máquina de contraste ante el actual contexto de expulsión de migrantes disidentes. Así, salta a la vista un grupo donde los vínculos se tejen con canciones y donde al odio se le hace frente con el arte. 

Los inicios

“Fue en un slam de poesía en donde, por instrucciones de un sparring, armé una especie de cumbia e hice cantar a todo el mundo: ¡Despedido, ya ya ya!” dice Ricardo. La cumbia hablaba de las cadenas que esclavizan personas que entregan cosas a domicilio y para su sorpresa, ganó el evento. El público gritó y en esa marea anónima, había alguien que no lo olvidaría más: Mari (Mariposa Trash). 

Ella recuerda: “Yo justo estaba en el público, los slam son como competencias de poesía cortita con escénica performática. Y de pronto veo a un pelado que empieza a cantar “Despedido, ya ya ya”, como una cumbia sindical y hace que el público lo acompañe. Y yo pienso: “Guau, esto es buenísimo”. Allí se conocieron, y comenzó la historia del dúo.

Al poco tiempo, María armó un ciclo llamado “Activa Bohemia”, que convocaba a bandas, poetas y artistas de toda índole. Lo hacía desde los 19 años. Entonces fui y le dije: “Che, ¿querés venir a mi evento?”. Así se conocieron y nació Fama y Guita, fuera de las incubadoras de las industrias culturales clásicas.

Los procesos migratorios del “dúo escandaloso”

Ricardo migró por primera vez a Venezuela, tenía un amigo en Maracaibo, aunque con el tiempo se dio cuenta de que ese amigo parecía tener ocho personalidades. Un día decidió salir a buscar dónde meterse, y al salir, vio un afiche de una banda que tocaba en un lugar de ambiente. Entró y de a poco se fue adentrando a otros mundos. “Siempre me pasó lo mismo”, dice. Si te vas a Nueva York, no terminás en el dúplex de Madonna. Uno cae en su palo, en su ambiente, en su clase social, si no te forzás, si te dejás llevar, terminás cayendo ahí. Esa fue siempre mi experiencia: caés en el mismo lugar social del que venís, aunque estés en otro país. 

Después de Venezuela, vivió cinco meses en Bolivia y también en España. En todos esos lugares, dice que fue bien tratado. “La gente me ayudó mucho. Me ayudaron a entender cómo funcionaba el lugar, a socializar rápido, pero no todos lo vivieron igual”. Se cruzaba con argentinos que vivían entre argentinos, aislados del contexto. “Vivían en colonia, eran como un gueto y festejaban el 25 de mayo como si estuvieran en Buenos Aires. Yo huía de eso, no quería estar encerrado en una burbuja, quería vivir donde estaba, conocer a la gente de ese lugar ya que si estoy ahí, quiero estar de verdad”.  Así que migrar fue mezclarse con el entorno, entenderlo y hacerse parte.

María lo interrumpe, y suma: “Aparte también te hiciste puto en Venezuela, Ricardo. Eso también configuró tu forma de habitar lo que sos ahora”. Él asiente. “Sí, una noche salí con un chico, artista plástico, muy copado. Fuimos a tomar unas birras, terminamos en su casa, que era lejos, hacía calor afuera y también adentro. A la hora de dormir había una sola cama y él me dice, con esa voz de venezolano: “Somos y parecemos niños que no nos animamos a jugar un juego”. Y bueno, jugamos. Fue la primera vez que estuve con un chico. Así Ricky nos muestra que la migración no sólo configura un movimiento de lugar, sino también un proceso de movimiento identitario.

Mariposa por su parte dice: “Yo me siento bien acá. La verdad, me pasa que me siento más argentina que venezolana. Llegué chica, es raro, lo sé porque soy migrante, pero también un poco nacionalista de Argentina, este país me dio todo lo que no encontré en la crisis de Venezuela. No solo educación, salud, cosas básicas, también me dio un entorno, Yo empecé a ser quién soy gracias a esa migración, entonces, hay como algo en ese dolor, duelo, de dejar el país tuyo y conocerte a vos. Porque estás bastante a solas cuando migras en cierto punto”. 

También vengo de una Venezuela relativamente acomodada: gente que hacía negocios turbios con empresarios, una clase media que parecía cheta sin ser realmente rica, marcada por el contraste con la pobreza. Pero todo eso en un entorno muy gorila, facho, homofóbico y transfóbico. Por eso, cuando llegué acá, fue una verdadera liberación.

¿Cómo se define musicalmente, artísticamente y políticamente Fama y Guita?

R: Musicalmente, lo nuestro entra dentro del rock, esa es la palabra grande. Después hay subgéneros, etiquetas, lo que quieras, pero en el fondo es eso: rock. Yo fui roquero en los años 70, después, cuando apareció el bombo de la música disco, me encantó. Ese bum bum, ese golpe, me atrapó. Cuando salió el punk, me pegó por otro lado: la actitud, el minimalismo. Frente al jazz rock, que ya era puro virtuosismo y gente comprándose mil instrumentos, el punk era directo, simple y me gustó eso. Así que sí, podemos decir que lo nuestro es punk rock, pero también hay otra cosa más tecno. Pero no es un género cerrado, sino como una idea de música que se pueda bailar. El productor se encarga de darle forma final, la idea es que cada tema tenga algo donde el público pueda participar como animando una fiesta.

M: Para mí Fama y Guita es claramente una banda de rock, con referencias y tradición, pero también está dentro de lo que yo llamo “el cachivache latinoamericano”. Pienso en Pocho la Pantera, en toda esa estética tan nuestra: lo popular, lo mersa, lo grasa, lo pluma, carnaval, cosas que muchas veces se miran con desprecio, pero que también tiene una potencia increíble si lo agarrás desde otro lado. Entonces, para mí Fama y Guita es eso: Pocho la Pantera mezclado con los Sex Pistols. 

¿Y si hay una esencia temática que atraviese a Fama y Guita cuál es?

M: Lo que se nos canta a Rick y a mí, un poco así. Lo que está bueno de Fama y Guita es que hablamos de muchas cosas, pero no de lo que hablan las canciones de siempre. No hacemos temas de “ay, me dejaste y estoy triste”. El rock está lleno de eso.

R: Claro, nosotros somos más tirabombas, nos gusta el humor y si no tenés humor Fama y Guita no te va a gustar. Jugamos con el sarcasmo, sin intención de ofender… bueno, salvo a los yanquis, que son unos hijos de puta. Hablamos de los nepobabies, del amor romántico, de la amistad, de lo que nos divierte y nos molesta. Estamos preparando un tema que se llama Parejita Toxic, donde nos burlamos de esa idea del amor de a dos, heterosexual, eterno, que después también se la comió el mundo puto, el trans, todo. Y ahora todos andan diciendo cosas como “sin tu cariño me siento como un niño”. Yo busqué en el diccionario qué rimaba con “cariño”: armiño, corpiño, desaliño. Así que armé la letra: “sin tu cariño me pongo un corpiño”, o “me siento un armiño con desaliño”. Porque nos gusta jugar con eso.

M: Hay algo de eso que nos gusta: dar vuelta a las palabras. La palabra “quilombo”, por ejemplo, que viene de las comunidades afro esclavizadas que se organizaban por fuera del orden colonial. No es que somos un quilombo, pero nos gustaría serlo. Molestar. Romper un poco las pelotas así que nuestras letras están pensadas para eso: para joder un poco. Por eso tenemos temas sobre inteligencia artificial, y estamos por sacar uno que se llama “Si yo fuera Stalin”. Ahí vamos a bardear a mucha gente mientras bailamos.

¿Cómo fue la experiencia cuando salieron de gira?

M: Hasta ahora solo fuimos a Brasil así que mucho internacionalismo no hay todavía, pero parece que tenemos público en México, así que si algún productor mexicano nos quiere pagar el viaje, que nos escriba al Instagram (risas). Por ahora, la idea es seguir girando por Argentina, queremos ir a más provincias, y también cruzar a Uruguay. Lo de Brasil fue una sorpresa: de pronto se viralizó “Yankees de mierda” y empezó a rodar por varios países de Latinoamérica. Gente haciendo memes, reels, compartiendo la letra, pasó de tener 6.000 escuchas a más de 30.000 y ahora es nuestro tema más escuchado. Por eso, creo que hay algo ahí con el espíritu latinoamericano como una identificación: “Sí, los yankees son unos hijos de re mil puta, y no hay canciones que digan eso”. Bueno, ahora hay una.

R: También nos sorprendieron dos lugares dentro del país: La Plata y Córdoba. A La Plata fuimos varias veces y la gente se vuelve loca. Y en Córdoba, el dueño de una sandwichería cultural nos vio en Instagram y dijo: “Esto es lo que yo necesito” y terminamos tocando ahí con un público re fanático que no podía creer que estábamos tocando en vivo. Aquí Mari es la ideóloga del grupo y yo soy como Iósif Stalin —dice riéndose—, el que organiza, maneja la economía del grupo. Y ella es la propagandista que hace que una mentira dicha mil veces se transforme en verdad.

Ahora estamos viendo de ir a más provincias. A la gente le llama mucho la atención que levantemos banderas como el federalismo, la Confederación Argentina, Juan Manuel de Rosas y cosas que no suelen estar en la escena musical actual. Tenemos un tema que se llama “Palermo Soja”, donde nos reímos de algo muy porteño que se expandió. Palermo ya está en Tucumán, en Córdoba.. Se va palermizando todo. También nos reímos de lo porteño porque, siendo muy porteños, sabemos cómo burlarnos de nosotros mismos, y eso justamente conecta con la gente del interior, que se siente parte del chiste.

M: A mí me encantaría, de verdad, hacer una gira por la Gran Colombia. es un sueño. Difícil, sí por la situación económica, por lo que somos, por los prejuicios que aún pesan. Yo vengo de Venezuela, sé lo conservadoras que pueden ser nuestras sociedades, pero me imagino viajando con la bandera de la Gran Colombia, tocando en Colombia, Panamá, Venezuela y Ecuador. Sería hermoso un viaje musical por esos territorios que alguna vez fueron uno solo.

¿Qué lugar tiene Fama y Guita en este contexto político y social? ¿Puede la música ser resistencia?

R: Quiero empezar con una frase de Daniel Viglietti, un músico uruguayo de la época de la canción protesta. Un tipo muy serio, un concertista de guitarra que en un momento agarró la milonga y empezó a cantar lo que le conmovía. Le preguntaron si su música contribuía a la revolución del pueblo, y él respondió: “Las guitarras son guitarras, los fusiles son fusiles. Yo canto la alegría de ver a mi pueblo levantarse”. Y un poco es eso, nosotros hacemos música, no estamos organizando un frente de masas. Aunque una chica una vez nos dijo algo que nos quedó: “Lo que están haciendo ustedes es una idea”, porque tenemos una hinchada peronista, una mini célula troska que viene a debatir, y gente que simplemente necesita un lugar donde decir “compañero”, sin que lo miren raro. Y eso es político.

M: Lo que pasa es que no simulamos nada, lo que ves es lo que hay y eso atrae gente que vibra en esa sintonía. En Córdoba, por ejemplo, se nos acercó un tipo grande que nos conocía por Instagram y se armó flor de agite. También me pasa que hay gente que me dice cosas como: “Ay, pero sos tan chica todavía…”, y yo pienso: ¿chica de qué? Soy una trava bien formada, y como vivimos poco, cada año vale doble. Yo ya estoy en menopausia simbólica, acercándome a los 40. A veces nos pasa que la gente cree que somos referentes políticos y nos tiran opiniones como si estuviéramos armando una candidatura a la Legislatura porteña. Pero no, somos una banda, no vamos a frenar una represión con un poema, si te reprime la yuta, te pega igual, por más que tengas 20 canciones de protesta y si hay potencias extranjeras saqueando, no las vas a frenar con un videoclip.

R: Pero igual pasa algo: Fama y Guita junta a troskos, peronistas, anarquistas, y otros. Muchos se encuentran ahí, todos cantando, gritando “¡Fama y Guita!” mientras yo meto la marcha peronista y Mari tira “¡La Internacional arriba!”. Y una chica grita: “¡Hijo del pueblo!”. Bueno, la cantamos también, nadie hace eso en otro lado.

M: La gente tiene una necesidad social urgente de divertirse, pero no encuentra espacios para hacerlo; todo es un bajón. El postpunk es hermoso, sí, pero es puro “ay, qué triste estoy”. Hay un hambre de risa, pogo, disfraces, trencitos, hasta de tomar una clase de zumba y ser ridículo. La gente quiere ser ridícula y no tiene dónde. Nosotros ofrecemos ese lugar: un espacio para ser ridículos juntos. En un país donde cada tres horas hay un suicidio, brindar alegría, cuerpo y comunidad no es poco.

¿Qué bandas le recomendarían al público? 

M: Yo este año quiero imponer un concepto: Capusotto-core. Desde la Secretaría de Propaganda y Difusión de Fama y Guita lo declaramos así. Son esas canciones que mezclan humor, ironía, crítica política. Bien argento, pero también bien sudaca. Porque más allá del chiste, somos parte de algo más grande que es Latinoamérica y dentro de esa línea hay muchas bandas en Argentina que están tocando ahora y que valen la pena. Además, son under, así que están baratas todavía aprovechen antes de que las metan en el Lollapalooza y te cobren 300 lucas. Hoy una entrada promedio está 8 mil pesos ¡Es lo que sale una birra! Así que recomiendo: Electrochongo, Caníbal Baby, Haina (una trava que hace música electrónica que te vuela la cabeza), Recreo Uruguayo y Chevrolet, hace hardbass al estilo ruso, pero bien criollo, bien grasa, bien divertido. Y otra Glory Hole está lindo ver a gente también que está haciendo otras cosas por este lado en Latinoamérica.

R: En España hay bandas muy en esa línea también. Los Ganglios, por ejemplo, u Ojete Calor. Todos con un humor absurdo, ridículo, pero filoso: muy recomendables.

¿Qué expectativas tienen para lo que viene? 

R: Bueno, para empezar, acá están las dos productoras principales de Fama y Guita. O sea, nosotras hacemos todo cuando cortemos esta entrevista, nos vamos al ensayo, pero antes hay una reunión para tomar decisiones: ensayo, oficina, etc.

M: Sí, tenemos tres ensayos semanales que son mitad ensayo, mitad asamblea. Después, unas cuatro horas por día de laburo de oficina, gestión, redes, producción y dos fechas por semana, más o menos es una jornada laboral completa.

R: Y lo asumimos como un trabajo digno, yo personalmente me siento un animador de fiestas no una estrella de rock, no estoy ahí para que me escuchen gritar, estoy para armar una fiesta. Si la gente se divierte, te recomiendan. Sino, no. Viene gente que dice: “No esperaba nada, me trajeron, pensé que iba a ser un embole y me encantó” eso me da una satisfacción enorme.

M: Uno de nuestros objetivos es claro: no queremos ser millonarios; queremos un sueldo digno por la cantidad de horas que trabajamos, merecemos cobrar lo mismo que cualquier trabajador. Es un laburo y queremos vivir de eso.

R: Lo más hermoso es que este trabajo nació del encuentro. Cuando Mari me fue a pagar una fecha en el Arco Chino, era domingo, había unos Hare Krishna cantando, y nos pusimos a cantar con ellos: “Hare Krishna, Hare Krishna”. Así arrancó, todavía no tenemos público Hare Krishna, pero con suerte alguno se suma porque falta el cupo espiritual.

M: Tenemos un plan quinquenal, como el de Perón o el de Stalin. Lo diseñamos en 2022 y ya vamos por el segundo año, cumpliendo objetivos. Parece una boludez, pero cuando te organizás, las cosas salen. Muchas bandas ni siquiera saben si tocarán el mes que viene; nosotres decidimos: “Hagamos un plan”… y lo hicimos.

R: Nuestro productor musical es Javier Visñovezky está con nosotres desde el día uno, cuando hacíamos poesía, es el único que nos entiende el delirio y eso también hace la diferencia: tenemos estructura, visión, un plan, no todo es “que fluya” a veces hay que bajar a tierra.

M: Así se demuestra que se puede vivir del arte, que se puede hacer algo bueno, popular, gracioso, y hacerlo con seriedad. Porque también es la calidad del tiempo lo que importa, no solo el producto final, si la pasás como el orto, ¿para qué?

R: Lo más importante: nos llevamos bien, parece básico, pero no lo es. Yo vengo de bandas que se mataban entre sí, nosotras somos un grupo. Si no hay amor entre nosotras, no hay nada.

Arte de portada y fotos: Lena Montero Paradzik


Contenido relacionado:

El Museo Fénix de Rotterdam: narrar la migración a través del arte

La Comunidad China en Argentina: el miedo a perder sus raíces

Equipo periodístico |  + notas

Licenciada en Filosofía por la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia con experiencia en procesos socio-jurídicos y formativos en torno a los derechos humanos y la movilidad humana. Especialista en migración UNLa y actual maestranda en comunicación y derechos humanos UNLP.


Compartir:
Mostrar comentariosCerrar comentarios

Deja un comentario