Smil Eddyson Damas (29) nació en Los Cayos —Les Cayes en francés—, sur de Haití, y vive desde hace ocho años en Córdoba, Argentina. Desde entonces, no logró desarmar por completo su equipaje. Llegó para estudiar ingeniería civil, que cursa actualmente en la ciudad de Córdoba.
¿Por qué decidiste venir a la Argentina?
En su momento, las razones fueron básicamente la facilidad de ingreso a Argentina. Hasta 2018 no necesitábamos visa para poder ingresar. Después estaba la parte de la educación de buena calidad en las universidades públicas, gratuitas, que también es un factor que ayudó a que tomáramos la decisión de venir a Argentina.
¿A qué te dedicabas cuando estabas en Haití y a qué te dedicas ahora estando en Argentina?
—Terminé el secundario en Haití y me vine a Argentina. En su momento, mi vida eran mis estudios, mi militancia política y social, y nada más. En Argentina estudio Ingeniería Civil y trabajo en una empresa. En Haití era parte de organizaciones de jóvenes de mi barrio y de mi ciudad: hacíamos sensibilizaciones, formaciones para jóvenes y niños, organizábamos eventos culturales.
¿Acá en Argentina estás haciendo algún proceso social o de militancia?
—Cuando llegamos en 2016, nos encontramos con muchas dificultades para los jóvenes migrantes, principalmente en Córdoba, que querían estudiar y tenían muchos problemas y falta de espacios de contención. Entonces, en 2017 logramos crear un espacio que se llama KONBIT Club Cultural Haitiano, que es una organización formada por jóvenes que vinimos entre 2014 y 2016 a Argentina. A lo largo del tiempo, pasó de ser un espacio de estudio y preparación para ingresar a la universidad a ser un espacio cultural, político y de militancia por los derechos de los migrantes, por los derechos de los haitianos aquí.
¿Cuál es el primer recuerdo que tienes al llegar a Argentina?
—Mi primer recuerdo al llegar a Argentina es la distancia entre Ezeiza y Retiro. Ese fue mi primer recuerdo. Yo soy de un país donde me decís que un viaje dura una hora y ya siento que crucé un montón de ciudades, como tres o cuatro comunas. En mi ciudad, del aeropuerto a la estación de bus hay solo 15 kilómetros, que es nada. Este fue uno de los primeros recuerdos: no entender esta dimensión. Me sigue costando el tamaño de Argentina y su vacío: podés estar horas y horas recorriendo kilómetros de ruta sin ver gente, con una casa cada 15 kilómetros y todo campo. Esta distancia me dejó sorprendido.


¿Qué cosa te ayudó a transitar el duelo migratorio que nos da a los migrantes?
—No sé, porque creo que sigo en el duelo.
Justamente hablaba de esto en el trabajo: hace ocho años que vivo acá y sigo teniendo mi maleta armada, nunca la desarmé. Es algo inentendible. Siempre saco ropa y pongo ropa en la maleta; tengo un placard en el departamento, tengo percheros y todo, pero sigo teniendo la maleta armada. Tengo ropa que traje de Haití a Argentina y nunca usé, está en esa maleta doblada.
Lo que me ayuda a transitar el duelo son los pequeños logros. Pude resolver el problema de ingresar a la universidad, con todas las trabas, y supe que en enero podía empezar las clases: otro logro más. Fui resolviendo pequeñas cosas, adaptándome, haciendo el duelo. Extrañando, sí, pero creo que los pasos hacia mi objetivo —recibirme y tener un título— me calmaron un poco esta angustia, este duelo, esta pena. Enfocarme en los pequeños logros me permite transitar este duelo.
Algo que me marca siempre es la situación en Haití. Hoy por hoy miro dónde estoy, veo cómo están mis compañeros que siguen en Haití y pienso: ¡Wow, no me arrepiento de haberme ido! La crisis en Haití es tan grave que, aunque la situación en Argentina tenga problemas, no puedo decir “me voy a mi casa”. Tengo una casa y un país al cual volver, pero sé que, si lo hago, mi vida estará en riesgo. Haití no me puede ofrecer mejores condiciones que las que tengo en Argentina.
Por esto también creo que baja un poco este duelo: no me arrepiento de haberme ido.
Ahí Eddyson remarca la importancia de reconocer el origen de las migraciones: “cuando alguien habla de migraciones y no presta atención a las trayectorias de las personas, parece que uno simplemente se levanta, toma una maleta y dice: “¡Me voy!”. No, algo te impulsa a salir de tu país. Por algo dejas tu casa, el calor de tu familia, para vivir amontonado en un departamento pequeño. Muchas veces ese ‘algo’ es tu país de origen”.
¿Cómo defines a los argentinos y argentinas como sociedad?
—Es una sociedad que no es estática; es muy dinámica, movida y diversa. Es difícil para mí definirla. Es una sociedad muy latinoamericana, con costumbres y características de la región, pero al mismo tiempo tiene elementos muy distintos.
¿De alguna forma te sientes argentino también?
—Muchos me dicen: “Sos tan argentino que tomás mate escuchando a Mercedes Sosa”. No sé si me siento argentino, pero creo que ellos ven que soy parte, que me pude adaptar a esta sociedad. Creo que aprendí mucho.
Licenciada en Filosofía por la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia con experiencia en procesos socio-jurídicos y formativos en torno a los derechos humanos y la movilidad humana. Especialista en migración UNLa y actual maestranda en comunicación y derechos humanos UNLP.