Las migraciones son parte constitutiva del deporte moderno. En cada mercado de pases, las fronteras se diluyen y miles de atletas cambian de país en busca de nuevas oportunidades. Pero detrás de las cifras récord y de las transferencias más mediáticas se esconde una trama desigual.
Según el Global Transfer Report de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA), en 2023 los clubes gastaron 9.630 millones de dólares en transferencias internacionales de futbolistas profesionales varones. En 2024, la cifra se mantuvo en torno a los 8.590 millones. Solo en pagos a intermediarios se destinó cerca de 1.000 millones de dólares.
Argentina, históricamente exportadora de talento, recibió en 2023 más de 277 millones de dólares por transferencias internacionales, consolidándose como uno de los países de mayor peso en este mercado. El fenómeno no es exclusivo del fútbol: en el baloncesto, por ejemplo, la FIBA registró 13.149 movimientos internacionales en la temporada 2023-24.
En contraste con las cifras masculinas, el fútbol femenino todavía se mueve en escalas mucho menores, aunque con un ritmo de crecimiento sostenido. En 2024 se registraron 2.284 transferencias internacionales de jugadoras, con un gasto total de 15,6 millones de dólares, más del doble que el año anterior.
La mayoría de estos movimientos corresponden a agentes libres, es decir, jugadoras que finalizan contrato y emigran sin que medie una tarifa de transferencia. Solo alrededor de un centenar de operaciones involucraron pagos. Esto refleja tanto la expansión del mercado femenino como sus límites actuales: salarios bajos, contratos cortos y menor seguridad laboral en comparación con sus pares masculinos. Pero ese contraste económico también convive con otra cara menos visible: la de las migraciones irregulares, donde las ilusiones deportivas muchas veces se transforman en engaños.
Ilusión y fraude: las migraciones deportivas irregulares
Las estadísticas oficiales muestran solo una cara del fenómeno. Detrás, hay cientos de historias de atletas, sobre todo jóvenes, que migran sin garantías reales. En África y América Latina proliferan los casos de adolescentes que viajan a Europa o Asia tras pagar a intermediarios no registrados. Les prometen pruebas en clubes que nunca se realizan o contratos que no existen. Muchos terminan varados, sin recursos ni respaldo legal. Algunas ONG lo describen como una forma de “migración forzada por ilusiones deportivas”.
FIFA reconoce este problema y ha implementado medidas: licencias obligatorias para agentes, controles a las transferencias de menores y el Transfer Matching System, que digitaliza las operaciones internacionales. Sin embargo, las estafas y la explotación de ilusiones deportivas siguen siendo una deuda pendiente.
“Aproximadamente 30 futbolistas africanos, incluidos 21 menores de 18 años, viajaron a Laos, donde esperaban unirse a un club y academia de fútbol profesional. Fueron engañados por personas que pretendían que firmaran contratos multianuales y los mantuvieron atrapados en un campo de entrenamiento”, informó FIFPRO.
Uno de los casos que más repercusión tuvo en Argentina fue el de Cecilia López, jugadora de la selección argentina de futsal con años de experiencia en San Lorenzo. A mediados de 2023 recibió una propuesta del Leganés de España. Cecilia, junto a su compañera del Ciclón Luciana Úbeda, decidieron migrar.
Desde el principio hubo problemas con los papeles para entrar a España, finalmente ingresaron en condiciones irregulares y más tarde de la fecha pactada. Luego, la precariedad habitacional, la mala alimentación y los atrasos en el pago hicieron que la situación fuera insostenible. Por ello, las jugadoras acudieron a la Asociación de Jugadoras de Fútbol Sala (AJDFJ) y decidieron hacer su denuncia pública.
Lejos de ser un hecho aislado, situaciones como esta se repiten en distintos rincones del mundo deportivo. Pero esta vez, el caso de López y Úbeda puso a la vista que los riesgos de las migraciones deportivas no distinguen géneros ni geografías.
Si bien el fútbol es el deporte con mayor movilidad laboral internacional, el impacto de las migraciones deportivas no se limita solo a los clubes. En los Juegos Olímpicos de 2024 se presentó el equipo de refugiados con 37 deportistas originarios de 11 países diferentes. Además el 4% de los atletas compitieron por un país distinto al de su nacimiento. Esto equivale a alrededor de 178 deportistas de un total de 4.400 participantes. Por ejemplo: en el equipo de Estados Unidos en París 2024, un 3,7 % de los deportistas nacieron en el extranjero y cerca del 7 % son hijos de inmigrantes.
Más allá de las cifras, esto refleja cómo el movimiento de atletas también redefine la identidad de las selecciones nacionales y cómo la trascendencia deportiva facilita, en ciertos, casos el acceso a nuevos pasaportes. Esta diversidad, si bien enriquecedora, también lleva aparejado el racismo. Los deportistas migrantes, especialmente aquellos que llegan sin contratos firmes o con agentes poco transparentes, a menudo tienen miedo de denunciar insultos o maltrato por temor a perder oportunidades. Por esto, FIFA y ONU han impulsado programas para proteger a jóvenes migrantes y generar programas educativos contra la xenofobia. Así, dejan entrever que la lucha contra la discriminación se ha convertido en un eje central de la agenda internacional del deporte.

En el último congreso de FIFA, celebrado en mayo de 2024, las 211 federaciones miembro adoptaron por unanimidad una postura global contra el racismo. Además, se organizó un panel de futbolistas contra el racismo con 16 leyendas del fútbol mundial. El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, comentó:
“Impulsaremos cambios en la cultura del deporte y nos aseguraremos de que las medidas contra el racismo no solo se difundan, sino que se apliquen tanto dentro como fuera de los terrenos de juego. Es muy importante señalar que el racismo y la discriminación no son simples faltas, sino que son delitos. Debemos condenar todos los casos de racismo, ya sean en los estadios o en línea, tanto en el fútbol como en toda la sociedad”.
Las migraciones deportivas reflejan una realidad compleja: oportunidades extraordinarias y sueños conviven con explotación, incumplimiento de contratos y racismo. Tanto el fútbol masculino como femenino y otros deportes muestran que la movilidad internacional no solo implica cifras millonarias, sino también desafíos humanos y sociales. Exponen también que estos movimientos involucran el desarraigo y adaptación a nuevas culturas constantemente, y la lejanía del hogar y los seres queridos en busca de cumplir objetivos personales y profesionales.
El deporte no solo es competencia y espectáculo; para los migrantes, puede convertirse en una herramienta de integración, permitiéndoles construir vínculos sociales, aprender nuevos idiomas y adaptarse a su entorno mientras desarrollan habilidades. Cada traslado de un atleta es, en esencia, un cruce de fronteras geográficas, culturales, económicas y emocionales.
Entender y visibilizar estas historias es clave para construir un deporte más justo, inclusivo y seguro, donde el talento y el esfuerzo no se vean empañados por la desigualdad ni la discriminación, y tampoco por la negociación de resultados a cambio de mejores condiciones de vida.
Portada: Jóvenes jugadores del equipo F.C.Champasak, de Laos. Foto: Perfil de F.C.Champasak en Facebook
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Periodista, fotógrafa y viajera, mi vida es una hoja con palabras por escribir y una galería de imágenes que está tejiendo relatos que conectan vivencias, saberes y personas. Mis raíces son migrantes, mis abuelos maternos llegaron de Italia y mi abuela paterna de España, mientras que mi abuelo paterno tiene raices criollas. Nací en Argentina pero viví en España y en Australia. Soy una profesional comprometida que siempre va en busca de nuevas historias.