- El domingo pasado, centenares de personas vestidos de blanco y celeste se acercaron a ríos y mares a celebrar a Iemanjá, madre de todos los orixas y señora de los pescadores.
- Su figura excede el ámbito religioso y cada año se extiende más en quienes se identifican con otros modos de espiritualidad posibles.
Ya es febrero en Buenos Aires y la temperatura sigue subiendo. El domingo 2 de febrero, ese calor que llevó a las personas al río y el mar se mezcló con quienes, vestidos de blanco y celeste, se acercaron a celebrar a Iemanjá, madre de todos los orixas (espíritus de la cultura yoruba, proveniente de África occidental) y señora de los pescadores para las religiones de matriz afro. Esta celebración llegó a nuestras tierras a través de la trata y esclavización de personas africanas desde fines del siglo XVI a diversos puntos de América. Dependiendo la región donde se asentaron y el contexto cultural, se desarrollaron diferentes formas de estos cultos.

El poder de esta deidad, central para la cosmovisión del mundo de estas religiones, hizo que en cada fuente de agua a lo largo y ancho de América lleguen centenares de personas a dejar ofrendas para la Mãe (Madre en portugués). En las costas de Buenos Aires, ya desde la noche anterior, el aroma a lavanda y sonido de tambores fue colándose en el paisaje cotidiano. Círculos de personas tocando percusión, danzando y entonando cantos que cuentan historias de este orixa femenino, que le agradecen y también la saludan; se extendieron en todas las riveras posibles.
“Como é lindo o canto de Iemanjá
faz até o pescador chorar
quem escuta a mãe d’água cantar
vai com ela pro fundo do mar”
Vestidos, estatuas, flores y collares blancos y celestes viajaron en colectivos, autos y, finalmente, en barcas que se adentraron al río y mar para regalarle a ella.
Stella Maris y el sincretismo
La fecha en que se celebra a Iemanjá está directamente relacionada con el proceso de persecución religiosa que sufrieron las poblaciones africanas en América, ya que fue a través de la búsqueda de mantener viva su identidad frente a la imposición que ejerció el catolicismo, que se dio un proceso llamado sincretismo, por el cual encontraron similitudes entre los santos católicos y los orixás, y siguieron venerando a los últimos a través de los primeros.
Así, el 2 de febrero, fecha en que el calendario cristiano señala de culto para Stella Maris, se celebra a Iemanjá. Lo mismo ocurre con San Jorge y Ogum o la Virgen María y Oxum, entre otros.
Por otra parte, su figura excede el ámbito religioso y cada año se extiende más en quienes se identifican con otros modos de espiritualidad posibles. En las religiones de matriz afro hay una conexión directa entre estas entidades y los elementos de la naturaleza: Iemanjá es el mar, sus danzas evocan el movimiento del agua del océano y las olas, y en su figura se expresa una madre potente que da vida, otorga alimento a los pescadores y, a través de ellos, a comunidades enteras. En iorubá, lengua proveniente del Oeste africano, su nombre significa “madre cuyos hijos son peces”, y es común verla representada como una sirena.
Yemanyá, Iemanja, Donha Janaína, Lemanjá, Stella Maris, dependiendo del lugar, su nombre varía, pero el significado de su figura trasciende formas y lenguajes. Ofrendarla implica mantener la memoria viva de los ancestros que posibilitaron que estemos aquí, y con ello la historia viva en ese ritual colectivo de una identidad que la historia oficial ha negado a través del tiempo.
Imagen de portada: Georgina García
Es comunicadora social, bailarina y docente, con raíces italianas, españolas y brasileñas. Investiga y enseña Danzas Afro del nordeste de Brasil, donde ha viajado para estudiar y realizar intercambios. Se interesa por las expresiones culturales populares y la historia invisibilizada.