Inocencio Cruz Quispe llegó de Bolivia cuando era un adolescente sin un peso en los bolsillos, en busca de una oportunidad de trabajo digno. Hoy, después de todos estos años, junto con otros compatriotas, forma parte de una corriente migratoria que se organiza en quintas familiares y que provee el 80% de los mercados de frutas y verduras del Gran Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Jujuy y Salta. Como cuenta en esta entrevista, no le fue nada fácil, pero pudo conseguir sus tierras en base al esfuerzo, la buena voluntad de la gente local, pero también gracias a algunas malas decisiones que le fueron enseñando a elegir cada vez mejor.
El trabajo en una quinta es agotador. A sus 44 años, Inocencio lo sabe bien.
“Es duro, porque te tenés que levantar muy temprano y trabajar todo el día. Cuando hace mucho sol, aprovechamos para embalar zapallitos, lavar verdeo. Después de las 5 de la tarde hay que empezar a cosechar lo que es fresco: lechuga, rúcula, radicheta, eso hasta las 10 de la noche. Terminás de cargar el camión a las 12 de la noche y vas al mercado. Si llegás un poquito tarde, tenés que esperar que salga el camión que estaba adelante. Si llegaste un poquito primero, te salvás porque descargás más rápido”.
Durante la década de 1990, la comunidad boliviana reemplazó a otros grupos migrantes como principales productores, utilizando un nuevo método de producción conocido como “mediería”. Como explica Inocencio: “Un medianero es como un socio del dueño de una quinta. El dueño pone la tierra, las máquinas, las semillas y el puesto del mercado. El medianero pone el trabajo: planta, siembra, riega, cosecha, lava la verdura, carga y despacha, y se lleva un porcentaje de la ganancia de las ventas. Puede poner sus empleados o también otros socios”.

Más del 80% de la producción de verduras de la provincia de Buenos Aires está trabajada por manos bolivianas o por sus descendientes argentinos, quienes comenzaron como peones y medieros, y algunos ya son propietarios y puesteros de mercados (según datos del INTA – Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria). Es parte de la llamada “escalera boliviana” (concepto desarrollado por Roberto Benencia, investigador del Conicet), un proceso de movilidad ascendente, que bien describe Inocencio:
“Lo que pasó fue que los italianos y portugueses no llevaban la mercadería bien preparada. Entonces mis paisanos dijeron: ‘vamos a hacerlo mejor’. Además, los italianos y portugueses ya eran viejitos también, y sus hijos no querían trabajar en la tierra, entonces los bolivianos mismos empezaron a hacerles de medianeros, y ya empezaron a alquilar campos, y así se fueron haciendo independientes. Muchos tuvieron la posibilidad de comprar las tierras, pero no todos”.

En búsqueda de tierras fértiles y climas propicios, el productor boliviano se enamoró de la región pampeana. A cambio, le aportó su experiencia de trabajo familiar y comunal, pero también su pasión por el cultivo, y desplazó así a los productores europeos. Esto dio lugar al fenómeno conocido como la “bolinización de la horticultura”.
Inocencio cuenta sobre las ventajas del clima y el suelo: “Ya de muy chico trabajé la tierra. En Bolivia, sí o sí tenés que ayudar a tus papás. Pero allá era distinto, no era como acá, que producís todo el año, cosechás tres veces a la semana y hacés muchos paquetes. En mis pagos se planta en octubre y se cosecha en marzo y lo tenés que guardar. Acá podés seguir plantando en invierno y primavera. La tierra y el clima son distintos. Acá llueve todo el año y si no llueve hacés un pozo y podés regar. Allá dependés del río”.
Pero no fue fácil venirse de tan lejos. Inocencio recuerda su infancia de changarín, al cuidado de su mamá o su abuela, en su pueblo natal de Mojinete, localidad de Casa Grande. “A los 10 empecé a hacer changuitas, ayudaba a cuidar las ovejas a una señora, que me pagaba 10 centavos por día”. Fue por eso que a los 13 abandonó su casa, camino a Villazón, junto con su hermano mayor, en búsqueda de mejores trabajos.

“A los 13 años empecé a descubrir muchas cosas, mirarme al espejo, hacerme un peinadito. Hice muchas changas: vendí helado, hice bloques de ladrillo, albañilería, pero me pagaban muy poco. Conseguí trabajo en una sodería, que me iba muy bien, pero mis compañeros me tenían bronca y me hicieron renunciar. Ya sin plata, hacía días que no comía, aparece un tipo en bicicleta que buscaba a mi hermano para hacer contrabando. Le pregunto: ‘¿En bicicleta?’. Me dice: ‘No, yo voy a pata’. ‘¿Hasta dónde?’. ‘Hasta Salta’, me dice. ‘¿Y cuánto tardan?’. ‘Veinte días’. ‘Yo me animo’, le digo. No me quedaba otra. ‘No, pero vos sos muy chiquito, no vas a aguantar. Hay que llevar un paquete”, me contestó. Al otro día aparece y me lleva con el resto. Me dice: ‘Esas zapatillas no van, no llegás a dos días. Buscate unas zapatillas nuevas y otras de repuesto”. Pero yo no tenía plata. Los otros se reían, se daban cuenta de que yo no podía. Fue el peor viaje de mi vida. Ya de vuelta en Bolivia, me pagaron y seguí un tiempo con ellos. Ahí conocí más la ruta del contrabando. Mucha gente me dice que hice mal, pero no tenía alternativa. Así empieza el malandraje, los pibes que hacen eso no terminan bien. Ahí tuve problemas con unos chabones y me tuve que escapar. Me fui al campo a buscar trabajo y conocí a un señor que me ofreció venir a trabajar acá”.
Inocencio pide perdón mientras se seca las lágrimas. Así nos enseñaron a los varones: a pedir perdón cuando demostramos emociones. Ha tenido que levantarse solo luego de cada caída. Pero con el tiempo pudo hacer una familia y tiene compañeros en quienes apoyarse. No es fácil generar relaciones sociales para un inmigrante:
“Alguna vez me trataron un poquito mal o me discriminaron, pero no solamente los argentinos, sino también los bolivianos. Con toda sinceridad, los argentinos son más buenos que los bolivianos, porque vas al kiosco y te tratan bien, vas a la gomería y te tratan bien… A veces algunos paisanos se enojan con lo que yo digo. Hoy ya tengo otro acento, ya no hablo como si viviera en Bolivia. Y voy a Bolivia y ya me discriminan, o me cobran más cara la gaseosa. Yo comparo… y creo que los bolivianos tienen que bajar un poquito”.
Es agradecido por las oportunidades que fue recibiendo a lo largo de su vida, pero sabe que todo se lo ganó con mucho esfuerzo.

“Nunca pensé en quedarme acá y comprar un terreno, pero pasan los años y las cosas se van acomodando. Los primeros meses trabajé gratis, pero gracias a eso fui aprendiendo y cada vez me ofrecían más. O sea que yo el sueldo me lo gané. Y en la temporada de frutillas conseguí un trabajo mejor, y me ofrecieron ser medianero. Con eso me fue muy bien, y pude volver a Bolivia a visitar a mi mamá, Elvira, que no la veía desde los 13. Resulta que mi familia me había estado buscando un montón y pensaban que me habían matado, así que se sorprendieron muchísimo. Ya tenía 19 años. Mientras mi mamá lloraba, mi padrastro le decía: ‘Te dije que no tenías que preocuparte, porque Inocencio aprendió mucho y se va a saber defender”, relata.
No todos los productores consiguen tener sus propias tierras, salvo en algunos casos, donde la lucha colectiva les permite tomar conciencia de su derecho a la tierra que se trabaja.
Inocencio habla de su propio recorrido: “Con mi señora empezamos a alquilar un campo en el barrio San Carlos para hacer una quinta, que ahora es la quinta La Oración. El supuesto dueño, antes de morir, nos dice que nos quedemos ahí. En 2017 empezamos a dar una pelea contra un intento de instalar un basural enorme por acá atrás. Porque si el agua se contaminaba no iba a poder producir. En ese momento estaba en la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra), y llegué a armar dos bases en General Rodríguez, de las cuales fui delegado. Con ellos aprendí lo que es el derecho de posesión. Un día nos enteramos de que el campo que alquilábamos estaba en sucesión desde hacía 30 años, y que tenía una orden de desalojo”.
Inocencio cuenta también que por entonces eran 5 productores, “cada uno con su familia y su parcela. Ahí empezamos una pelea legal y en los medios, por el derecho a nuestra tierra, mediante la figura de usucapión. Y con nuestro abogado Federico Aliaga, que venía de la CTA Autónoma, frenamos el desalojo y conseguimos la posibilidad de comprarla a los verdaderos herederos, mediante un precio muy barato, pagadero en cuotas cada seis meses”.
Además de luchar contra usureros, su peor pelea fue y es con los últimos temporales. “El campo tiene sus riesgos, si hay sequía es un problema, si hay mucha lluvia es un problema, y si viene una tormenta grosa, los invernaderos no resisten. En diciembre del año pasado nos quedamos sin ningún invernadero, y tuvimos que empezar de nuevo”.
Aun así, no cambia la quinta de verduras por nada: “Yo siempre digo, muchas veces me fue muy mal en la vida, pero también gracias a eso es que hoy estoy donde estoy. Durante un tiempo trabajé de cortar pasto y mantener parques, era feliz, porque la quinta de verduras es un trabajo muy sacrificado. Pero un tipo me dijo una gran verdad: el pasto solo lo compran los ricos, pero la verdura la compran todos. Y el que hace comida, el que siembra verdura, nunca se va a morir de hambre”.
No le fue fácil a Inocencio compartir su historia de vida. Los hombres estamos acostumbrados a esconder bajo la almohada todas las emociones, pero pasa un viento y nos tira abajo toda la estantería. La vida de las personas migrantes es un camino de desarraigo, de fantasmas que las acompañan mientras cosechan el alimento que les calma el hambre, de búsqueda de un lugar propio, y de mantener viva la llama de las costumbres que les forjaron su identidad.
Periodista, escritor y dibujante, co-fundador de la agencia de noticias ANRED y de la Editorial Chirimbote, con experiencia en contenido social y contracultural. Con raíces familiares en el país vasco y una infancia nómade por distintos puertos de Buenos Aires y Santiago de Chile.
1 Comentar
Silvina Caputo
Hola Martin! Leì tu nota. Gracias por el registro.
Te comparto que estoy haciendo un proyecto de nvestigación doctoral sobre el tiempo libre y la horticultura en Bs As y tomare el caso de El Club La Oracion por el Club, como espacio recreativo. Tomarè tu nota como fuente. De paso te consulto si tenes conocimiento de algunos articulos y/o escritos sobre este grupo de horticultores. Muchas Gracias!!!!